Uno busca el matiz entre eternidad e infinito. Y entonces se percata de que solo algunos lugares han permanecido en el tiempo sin someterse a sus límites, quizás por eso los instalemos en nuestro imaginario como paraísos, como lugares recurrentes que bien podrían formar parte de geografías más imaginadas que reales, solo comprensibles en el territorio de la magia, en ese en el que se producen hechos contrarios a las leyes naturales. Ni son no lugares, ni espacios imprecisos, ni vaguedades, ni evanescencias, quizás sean subjetivos en sus percepciones, pero su tangibilidad solo las confunden las nieblas, la vaharina de las nubes, la turbiedad de las percepciones, o la distracción de las memorias.