Opinión

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie

“Hablar claro y decir lo que piensa es lo que ha convertido a Chimamanda Ngozi Adichie –nacida en Nigeria en 1977– en un icono. ‘No respeta a los profesores’, era el comentario que solían recibir sus padres desde el colegio en el que la niña Chimamanda cuestionaba lo que no comprendía y se negaba a acatar lo establecido. ‘Soy como soy gracias al amor de mis padres; mi familia es la razón de que sea lo que soy. Ellos me dieron el espacio para que fuera un poco diferente’, confesaba en una entrevista en agosto de 2021 a New African”, leemos en las páginas correspondientes al documentado y necesario libro titulado Africanas, editorial ‘Mundo Negro’, Madrid, 2024, cuyos autores son Carla Fibla García-Sala y Javier Fariñas Martín, acompañadas por las bellas ilustraciones de Tina Ramos Ekongo.

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie

Chimamanda fue la quinta hija de seis hermanos, a quien sus padres trataron lo mismo, sin preocuparles su género. De modo que, en la actualidad, es escritora, novelista, dramaturga e inmersa en el movimiento “feminista”. Llegó a Estados Unidos con 19 años merced a una beca para estudiar ‘Comunicación y Ciencias Políticas’ en la Universidad de Drexel, en Filadelfia. Más tarde, amplió su formación en “escritura creativa” en Baltimore y en “Estudios Africanos” en Yale. Sin olvidar, desde luego, a su país de Nigeria, donde se halla Abba, su aldea, la cual ha continuado siendo su imprescindible referencia hasta 2020 y 2021, cuando fallecieron sus padres. “Las capas de pérdidas hacen que la vida parezca fina como el papel”, escribió en su ensayo Sobre el duelo, publicado en abril de 2021.

La obra de Chimamanda incide en la raza y la identidad, la relación con los hombres y el poder de las mujeres en el siglo XXI, al igual que en la férrea defensa de los derechos humanos. Ella se confiesa “contadora de historias”. Desde sus iniciales obras ha sido reconocida con premios como el “Commonwealth Writters” y el “Wright Legacy Prize”, fruto de su primer libro; titulado La flor púrpura de 2003. Asimismo, el Premio del Círculo de Críticos Nacionales del Libro de Ficción por Americanah de 2013, convertido en “superventas”. Tampoco olvidemos el Premio Orange de Ficción por su libro Medio sol amarillo.

Chimamanda es madre de una niña, fruto de su matrimonio con un médico. En su ensayo Querida Ijeawele. Cómo educar en feminismo, la escritora nigeriana se distancia meridianamente de los estereotipos mediante aseveraciones que parecieran sentencias. A manera de ejemplos, “A las hijas hay que transmitirles que no han hecho nada malo por ser mujeres y cambiar el lenguaje hacia lo neutral”. O bien, “Los hombres y las mujeres son iguales, y en el matrimonio ambas personas son socios absolutos”. “Los jóvenes –afirma– deben convertirse en un bloque de voto que sea casi imposible ignorar”.

“Hay que vivir lo que crees”, aconseja Chimamanda Adichie. Así prosigue en sus pensamientos: “En las redes sociales es muy fácil que la gente pierda su sentido de la humanidad. Pero las personas somos seres humanos y hay consecuencias en lo que se cuelga en esas redes”. Plena de convicción, sin pelos en la lengua, determina que “no me van a decir cómo pensar, he pasado toda mi vida leyendo y reflexionando, y puedo pensar por mí misma”.