Perennemente he pensado que el suicidio es un sentimiento trágico del alma. Don Miguel de Unamuno, cristiano recio, terco y heterodoxo, jamás lo hubiera aprobado por la simple razón de mantener vivo el espíritu y la lucha de Don Quijote, es decir, la locura de la existencia.De ‘Memorias de Adriano’ sustraigo el recuerdo de Marguerite Yourcenar, para entender un texto cuya razón es la mortaja de la que siempre solemos estar revestidos.