“Las noticias del viaje subantártico del capitán Cook desataron una invasión de balleneros y cazadores de focas en las aguas sureñas. Predominaron ingleses y norteamericanos. Se calcula que un centenar de barcos rondaron por las ‘Georgias del Sur’ en la última década del siglo XIX.
“Podían ser más o menos preguntas. Si bien es verdad que sería mejor que fueran muchas más aún, pese a que este número es puramente simbólico. Y es que la capacidad de preguntar le confiere al ser humano una parte importante de su propia y específica definición de persona”, leemos en el ‘introito’ del libro titulado 999 preguntas y respuestas… sobre el ‘Camino de Santiago’, cuyos autores son los periodistas José María Íñigo y Antonio Aradillas, director y subdirector, respectivamente, de la revista internacional de turismo ‘Viajes y vacaciones’. La presente obra corresponde a la editorial ‘Viajes y vacaciones’, Madrid, 1992. Una dimensión ‘xacobea’, pues, que se transformó en la raíz y justificación de los Años Santos, una de los cuales tuvo trascendencia durante 1993.
“La más completa expedición naval española realizada hasta la fecha, 1791, cubrió de topónimos las costas del Este y del Sur de la isla Grande, pero pocos sobrevivieron. Entre los supérstites sobresalen ‘cabo San Pablo’, ‘cabo del Medio’, ‘Mesa de Orozco’, ‘caleta Policarpo’, ‘caleta Arredondo o Falsa’, ‘bahía Aguirre’ e ‘isla Margarita’, más el de ‘Elizalde’ para una ‘isla de Año Nuevo”, leemos en la obra escrita por el insigne historiador de origen vasco Juan E. Belza, la titulada Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1798.
Nos trasladamos al año 1324. El que había sido ‘caballero hospitalario’ de nombre Galcerán de Born –protagonista de la novela histórica Iacobus–, con gran preocupación por las noticias acerca de la relajada vida de su hijo Jonás en la corte de Barcelona, le envía una carta plena de órdenes muy estrictas. El joven Jonás deberá prestar el solemne juramento de la ‘caballería’ y transformarse así en ‘gentilhombre’ y adalid de la antigua Sabiduría y el Conocimiento.
“Navegantes de Saint Maló aportaron su cuota de topónimos australes: ‘Cabo San Juan’ de la isla de los Estados, los ‘Tres Hermanos’ de la isla Grande y ‘bahía de la Massacre’, islas de ‘Beauchene’ y ‘Danycan’, ‘bahía de San Francisco’ y ‘estrecho de Santa Bárbara’, en zonas aledañas”, afirma el prestigioso historiador Juan E. Belza en su admirable obra Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.
“Con Sharp viajaba otro famoso bucanero. Guillermo Dampier, que dejó su nombre a un grupo de islas ubicadas dos millas al Sur del ‘cabo Webster’ en la isla de los Estados”, escribe el admirado historiador Juan E. Belza en su imprescindible obra Romancero del Topónimo Fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.
Tras haber considerado anteriormente la génesis y características de la ‘cuncha’ o ‘vieira’ ‘xacobea’, nos encontramos ahora con ‘o bordón’, esto es, el bastón de Santiago. Es preciso poner de relieve el primer bastón peregrino hallado en el interior del sepulcro apostólico. Por orden del rey Don Afonso, fue sacado de su tumba por el obispo Teodomiro. Llegado a Galicia desde tierras de Palestina junto con el cuerpo del Apóstol, del siglo XVI hasta no hace mucho tiempo, en uno de los “alicerces do cruceiro da Catedral”, abrazado a una delicada columna torsa, que continúa el paradigma de las del venerado y admirado ‘Pórtico da Gloria’.
“Si marcamos el punto de cruce del paralelo de los 54º 50º de latitud Sur y del meridiano 65º de longitud Oeste, quedaríamos situados en el medio de las aguas de un estrecho totalmente nuevo para las fechas de esta gesta y en cuyo derredor se agruparon los topónimos originados en la expedición holandesa de 1616: ‘Isla de los Estados’ (para Le Maire ‘Tierra de los Estados’). Para Cowley, ‘isla de Albemarle’. ‘Jaius o Jaiwesen’ para los ‘aus’. El ‘chuanisin’ de los ‘yamanas’. Y el ‘Koin harri’ de los ‘sélknames’. El ‘estrecho de Le Maire’ (que los Nodales quisieron llamar ‘de San Vicente’). La ‘caleta de San Mauricio’ (de ex ‘Tierra’ y ‘cabo de Mauricio de Nassau’). Las ‘islas de Barneveldt’ y ‘cabo de Hornos’, que para los Nodales fue ‘de San Ildefonso”, escribe el historiador Juan E. Belza en su magnífica obra Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Argentina, Tierra del Fuego, 1978.
Tras la publicación de El Jardín de la Casa de Rosalía y La magnolia de Valle-Inclán y el Pazo del Cuadrante –ambos libros editados en 2016 por la ‘Fundación Rosalía de Castro’ y la Diputación de Pontevedra, respectivamente–, el botánico y ensayista Carlos Rodríguez Dacal nos brinda ahora Rosalía en Verde. Xardíns, Monumentos e Plantas, ‘Fundación Rosalía de Castro’, 2021. “Este Rosalía en Verde vén dalgún xeito completar aquel impresionante traballo ó tempo que dá conta da proxección da autora tanto a nivel galego como a nivel internacional”, escribe Anxo Angueira, presidente da ‘Fundación Rosalía de Castro’.
“O bordón, a cabaza e a vieira”. He aquí los tres símbolos del peregrino por antonomasia. Uno solo, no obstante, identificaba al caminante quien –después de haber alcanzado su meta– regresaba a su lugar de procedencia. Nos referimos a la ‘cuncha’: un elemento que, andando y andando los siglos, se metamorfoseó en símbolo de generosidad. Una virtud que, desde el instante en que se llegaba al término del ‘Camiño’, debería acompañar al caminante el resto de sus días. Transcurridos siglos y siglos, la ‘cuncha de vieira’ se convirtió en un símbolo más de la ‘ruta xacobea’. Un hecho que inició su popularidad a partir del creciente auge de las peregrinaciones durante los siglos medievales del XI y XII.
“Veintidós millas al sur del cabo del Espíritu Santo, la línea de la costa apenas dobla rumbo al Sudsudeste. El vértice del ángulo se llama ‘Cabo Nombre’. Fue un topónimo viajero que disputó con éxito la posesión del paraje a sus colegas ‘Reina Catalina’ y ‘Reina Carlota”, escribe Juan E. Belza al frente del capítulo ‘Las angustias de Pedro Sarmiento de Gamboa’, correspondiente a su magnífica obra titulada Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.