“Esta breve historia de la Argentina ha sido pensada y escrita en tiempos de mucho desconcierto. Mi propósito ha sido lograr la mayor objetividad, pero temo que aquella circunstancia haya forzado mis escrúpulos y me haya empujado a formular algunos juicios que pueden parecer muy personales”, escribe José Luis Romero en su admirable libro Breve historia de la Argentina, Fondo de Cultura Económica, 1ª edición, EUDEBA, 1963, novena reimpresión, Colección ‘Tierra Firme’, Buenos Aires, 2004 y 2009.
En las espléndidas tierras de la comarca de O Condado la cultura ‘castrexa’ –esto es, de los ‘castros’, de sello romano– se encuentra magníficamente representada. ¿Asentamientos más relevantes? Aquellos que en esta área geográfica hallamos en Troña, Fozara, ‘Castromao’, en Santiago de Oliveira. Asimismo San Amaro, en los límites entre San Mateo de Oliveira y Lira, además de Lourido y Taboexa, entre otros. Hemos de resaltar, no obstante, el ‘Castro de Troña’, sin duda el mejor y más representativo de esta cultura, que comprende un área que nos viene delimitada por el este, por el río Navia; por el sur, por el río Douro, incluyendo, pues, a toda Galicia, Norte de Portugal, así como extremos occidentales de Asturias, León y Zamora.
“En 1965 apareció en la editorial ‘Eudeba’ la primera edición de Breve historia de la Argentina, que Boris Spivacow le encargó a mi padre: un cuaderno, de grandes páginas, con muchas ilustraciones y una viñeta de Schmidl sobre fondo rojo en la tapa. Era un producto típico de aquella notable empresa editorial, tan característica de los años de la década de 1960. El texto concluía en 1958; con su cruce de optimismo e incertidumbres, su fe en el desarrollo de la democracia, la libertad y la reforma social, y sus dudas acerca de la era ‘plutocrática’ que se incubaba, es un testimonio de aquel formidable proyecto social de modernización cultural, tan desdichadamente concluido”, escribe Luis Alberto Romero en su ‘Prefacio’ –febrero de 1997– al frente de la obra paterna, editada por ‘Fondo de Cultura Económica de Argentina’, 9ª reimpresión, Buenos Aires, 2009.
El Paleolítico sabemos que es el período más antiguo de la historia de la Humanidad, el cual cronológicamente se sitúa desde el momento de la aparición del hombre hasta hace algo menos de 10.000 años. El hombre paleolítico se caracteriza por su ‘nomadismo’, porque precisaba cierta movilidad a fin de alimentarse. Para conocer el pasado remoto de los seres humanos en nuestra Galicia, sólo contamos con ‘artefactos’ fabricados por la mano humana y restos de edificaciones. Existen distintos tipos de asentamientos paleolíticos en la Tierra Gallega; ahora bien, el de los asentamientos de las Gándaras de Budiño –en la cercana localidad de O Porriño– es uno de los más sobresalientes.
Acerca de la “desaparición” del “Cavallero de Bouzas”, leemos las palabras de Don Paulino Freire Gestoso: “¿Cómo una figura tan importante pudo desaparecer? La magnitud de los efectos del ‘Milagro’ con los que entra en la historia de la Iglesia, siguen vivos y aumentando. Su simbología y popularidad son un patrimonio tan significativo que no podemos prescindir de él. La vista de la ‘Concha de la Vieira’ nos lleva a Santiago de Compostela. A Galicia”. Palabras del insigne boucense Freire Gestoso en su admirable libro El Cavallero de Bouzas. Un héroe, olvidado, en la Ruta del Apóstol a Galicia, ‘Gráficas Planeta’, Vigo, 2006.
“Al conjunto de pobladores fueguinos corresponde una cincuentena de topónimos interiores. Los nombres de Ushuaia, Río Grande, Almanza y Tolhuin se oficializan por decretos gubernamentales; los del camino de Ushuaia al Lago Fagnano pertenecen a policías y guardiacárceles; los demás corren por cuenta de los colonos”, afirma el reconocido historiador y lingüista vasco Juan E. Belza en su nunca bien ponderado libro Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.
“Río Candelaria o de Santa Candelaria y Azopardo son las principales toponimias de Otón Gustavo de Nordenskjöld. Las de lago Solier, lagunas Suecas y río Joffre andan en aguas de borrajas”, nos explica Juan E. Belza en su tan sugestivo como imprescindible libro Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978. Recordemos que en toda la zona Norte de Tierra del Fuego argentina tan sólo existían dos reducidos núcleos de población: los caseríos de “El Páramo” con la comisaría de “San Sebastián” y la “Misión Salesiana de la Candelaria” en la margen izquierda del río Grande, a tres millas de la desembocadura.
“Como se puede comprobar, en todos los documentos se repite siempre, al modo de un estribillo, que el hecho aconteció en ‘un lugar llamado Bouzas”, afirma Paulino Freire Gestoso en el capítulo VI de su atrayente libro El Cavallero de Bouzas. Un héroe, olvidado, en la Ruta del Apóstol a Galicia, Gráficas Planeta, Vigo, 2006. Ciertamente, casi con idéntica reiteración, aparece asimismo ese lugar llamado Bouzas en la costa de Portugal, pero sin indicarnos una concreta ubicación.
“Julio Pópper fue el primer explorador de la era argentina y, como tal, padre de muchas nomenclaturas. Perduran: El Páramo; río, sierra y valle Cullen; arroyos Alfa, Beta y Gamma; cerro Vanguardia; sierra Carmen Sylva; puntas Basílica, Sinaí y Pópper; ensenada de la Colonia; sierra y río Fuego; cala y río Ladrillero; río Larrazábal; ensenada Piedrabuena; río y punta Azara; península Mitre; sierra Noguera, sierra y río Irigoyen; ríos Laínez, Bove y Sudamérica; monte Beccar, ríos Bompland y López, sierra Sorondo y Mar Argentino”, leemos en las páginas del siempre admirable libro Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, cuyo autor es el impar historiador de raigambre vasca Juan E. Belza, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.
“La moderna expedición francesa de ‘La Romanche’, efectuada en 1882 y 1883, salpicó de nuevos nombres al canal de Beagle: islas Becasse, Bridges, Becassine, Martillo, Yunque, Gemelos del Norte y del Sud, Chata, Cigüeña, Petrel, Les Ecláireurs y Mosqueteros y la rada de los Cazadores, cabo Lajarte y bahía D’Arquistade, los montes Martial, Cornú y tal vez el Hyades”, leemos en las páginas del admirable libro Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, cuyo autor es el célebre historiador de raigambre vasca Juan E. Belza, publicado por el Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.
Heme aquí y ahora ante El Cavallero de Bouzas. Un héroe, olvidado, en la Ruta del Apóstol a Galicia, cuyo autor es Paulino Freire Gestoso, con portada de Miguel Ruiz Márquez y maquetación a cargo de ‘Devalocor’, e impreso en ‘Gráficas Planeta’, Vigo, 2006. “A mi padre, Paulino Freire Costas, otro de los grandes Cavalleros de Bouzas en el olvido”, leemos en la dedicatoria de esta obra. “Este libro no pretende ser un trabajo exquisito y de complejas deducciones. Dejaré hablar al corazón con razonamientos simples y honestos –escribe su autor–. Cuando en 1986 José María Pérez me mostró, con gran misterio y picardía, la obra de Carré Albarellos ‘Colección de 120 leyendas gallegas’, supe, antes de leerlo, que algo interesante tenía en sus manos. Cuando lo ojeé, me pareció, más que interesante: increíble. ¡El Apóstol, antes de llegar a su destino definitivo, ya martirizado, había decidido pasar por Bouzas!”.
“Cuando los términos extremos de un país se hallan separados de la metrópoli y ciudad más cercana, por tres mil quilómetros de mar, la Armada se convierte necesariamente en el largo brazo de la Patria, protector de la soberanía, vidas y propiedades. Si a la estimación de la distancia arrimamos los impedimentos del mar patagónico, sus vientos huracanados y constantes, lo ríspido de costas y puertos y el crecimiento enorme de sus mareas, el abrazo materno y el valor de los hombres que lo encarnan adquiere dimensiones heroicas, difíciles de evaluar”, considera el notorio historiador de prosapia vasca Juan E. Belza en su esencial obra Romancero del topónimo fueguino, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.
Fueron los romanos –muy conocedores y con gran querencia hacia los vinos– quienes trajeron las viñas a la comarca de Valdeorras en la provincia gallega de Ourense. Extensos viñedos que, a través de los siglos, fueron adquiriendo un significativo sello para todos sus habitantes. Durante la Edad Media estas tierras valdeorresas pertenecieron, en su mayoría, a los Condes de Lemos. Los Reyes Católicos en el siglo XV le otorgaron al Conde de Ribadavia la jurisdicción de esta comarca. A lo largo del tiempo el vino –pues hay que recordarlo– constituyó un bien muy preciado, moneda de cambio, incluso de pago de impuestos así como de milagros ante los santos de todas estas fértiles tierras.