Desde la ventana del dormitorio, en nuestra casa de Ñuñoa, veía yo la figura del automóvil, delineada bajo la ancha silueta de las cumbres nevadas, mirando hacia el oriente. Parecía un modelo de finales de los 30’, un Ford 1938 de cuatro puertas, estilo redondeado, con grandes tapabarros...