Opinión

En la ciudad de Vigo trabajan con normalidad cuatro policías locales indultados por el Gobierno español tras haber sido condenados judicialmente por secuestrar a un vendedor ambulante negro, llevarlo a un monte para amenazarle y golpearle (así lo confirma la sentencia). La opinión pública gallega asumió con normalidad el hecho, aunque luego es capaz de salir a la calle o escandalizarse por cuestiones menores.
Mi nombre es Rogelio González González. Cuento en la actualidad con 35 años de edad. Graduado en el año 1995 de la Licenciatura de Economía en la Universidad Central Martha Abreu de Santa Clara, en la provincia de Villa Clara, me desempeño desde hace 4 años como auditor adjunto de la Unidad Central de Auditoría y Control del Ministerio de Turismo.
Si consideramos los denominados “instrumentos educativos básicos del MERCOSUR”, insoslayablemente habremos de atender al ‘Compromiso de Brasilia’. Consiste en uno de los dos documentos oficiales que orientan los trabajos del sector educativo para conocer la situación exacta en la que se encuentra el Mercado Común  de América del Sur.
Regresaba de Londres y París, cuyos anaqueles había saqueado. Pero fue en Bruselas, en una inolvidable librería de la Galería de los Príncipes, donde topé con lo que resultó para mí el mejor hallazgo de aquel viaje: la Correspondance de Stéphane Mallarmé (1842-1898).
Juan Carlos I es un rey, es un jefe de Estado, es jefe de una Dinastía, de la Casa Real Española, comandante en jefe del Ejército. Pero, sobre todo, es el líder del cuerpo social de un país con demasiada historia. Ningún país puede funcionar sin líder, si entendemos la función como influencia sobre la mayoría.
Hace unos años, no recuerdo cuántos, escribía un artículo en esta misma contraportada de este semanario en el que cometía la bisoñez de reivindicar, como buen súbdito, mi derecho a voto en las elecciones al imperio planetario y advertía de la injusticia de que sólo tuvieran derecho a elegir presidente unos cuantos millones de estadounidenses.
Con la fecha de ‘Tiempo de Navidad, 2007-2008’, me escribe desde Valdoviño, muy cerca del galaico Ferrol, Doña Francisca Díaz Rojo de Lamas: “Paz y Bien (saludo franciscano del gran Santo de Asís) es lo que os deseamos para estas fiestas Roberto y yo”.
Mi padre fue epiléptico. Según sus recuerdos, y los míos, a los cinco o seis años sufrió su primer ataque, en la aldea de su pueblo,  Espenuca. Fue a raíz de un susto. Un hombre, demente o borracho, amenazó con matarlo. Mi padre nació el 7 de mayo de 1898. Se llamaba Manuel. Se hizo solo, todo lo logró solo. Tenacidad de hierro, trabajo, lectura. Y una envidiable capacidad intelectual. Me llamo Carlos Tomás Penelas Abad.
La hospitalidad es un don. Pero también es un signo. Un don de doble vía: para el que la da y para quien la recibe. Y al mismo tiempo igualmente un signo de rica polisemia, de múltiples sentidos. Para nosotros, escritores, que trabajamos con (y somos trabajados por) los dones y los signos del lenguaje, hay un bello milagro en el mundo que se llama Amberes.
Recibín o libro Don Xesús Canabal Fuentes ‘Fillo predilecto de O Pino’ que o seu autor, Manuel Losa Rocha, tivo a xentileza de enviarme desde Montevideo. O emigrante compostelán Losa Rocha tiña trece anos cando en 1953 desembarcou na capital uruguaia.
Se veía venir. Algunos medios, en España, han comenzado a recoger la actitud de ciertos propietarios de pisos que han comenzado a subir a lo loco el precio de sus alquileres al detectar las nuevas ayudas del Gobierno a los jóvenes, de 240 euros. Esto es lo que sucede con un Ejecutivo como el actual, que se dice de izquierdas para obtener determinado voto pero no se atreve a enfrentarse a un reparto más justo de la riqueza.
El sendero de la niebla representa la segunda novela –en la cual muda de género para penetrar en el thriller– del escritor vigués Bernard Durán, nacido en 1963, seudónimo de Bernardo López y López Ríos, diplomático de profesión y en la actualidad Segunda Jefatura de la Embajada de España en Riga, capital de Letonia.
Quizá nunca como frente al dificultoso, insatisfactorio contacto con los inefables poetas árabes que hemos llegado a tener quienes no gozamos de su idioma, se me ha vuelto tan patética, dolorosamente vívida la imposibilidad de traducir del todo a otra lengua ajena una gran poesía, plenamente encarnada por lo tanto en la suya. Y, a la vez, no con menor angustia, la irremediable tentación, la absoluta necesidad de intentarlo.
“La palabra poética –escribió José Angel Valente– ha de ser, ante todo, percibida, no en la mediación del sentido, sino en la inmediatez de su repentina aparición”. O sea, en su fulgor, en esa chispa por la que el lenguaje nos entrega el hallazgo precioso de su revelación, ofreciéndonos el don que permite ver donde otros no ven...
Con fecha de 4 de diciembre del presente 2007 recibo la siempre afectuosa epístola de Don Enrique Mario Mayochi –ilustre ensayista y multiacadémico, periodista y profesor–, quien me expresa: “Le acompaño un librito dedicado a la labor periodística del político argentino Carlos Pellegrini, el cual debió ser presidente de la Nación, si no engañaba el general Roca, bien llamado ‘El zorro”.
Como todo género literario, y especialmente éste, el relato policial tiene un pasado. Un contexto histórico, en el cual fue alcanzada su culminación.
Para Cristina Buceta, que indaga en la psicología del desarraigo…Mi padre llegó a la Argentina en diciembre de 1924. Tenía doce años de edad.
El mediático historiador Ricardo Pigna señala en una de sus crónicas que el escritor Eugenio Camabaceres en su libro ‘En la Sangre’ hace una verdadera descripción zoológica de los inmigrantes que comenzaban a poblar la Argentina, que el prestigioso Julián Martel les echaba la culpa a los judíos por la crisis de 1890 (que tenía causantes y beneficiarios claramente criollos y de apellidos ‘patricios’).