Opinión

Leyendo un ensayo sobre los navegantes que recorrieron los mares desconocidos aun antes del primer viaje de Colón, me entero que fueron muchos los gallegos que tripularon aquellas pequeñas pero intxrépidas naves; en algunos casos se los tenía por portugueses al hablar una lengua similar, en otros simplemente se suponía que todos los marineros eran de tal nación de acuerdo al puerto de donde zarpaban, o al rey o señor que financiaba la aventura.
Mi amigo, Jorge Zúñiga Rodríguez, español-sefaradí y chileno de afección y arraigo, hombre cultísimo, de esos que saben y no presumen, me ha entregado interesantes revelaciones, a propósito del prestigio nacional, ese cambiante atributo del honor humano que va mudando de piel, como las cobras, al paso irremediable de la circunstancia histórica, y que ha llevado a no pocos enfrentamientos entre pueblos, aun entre aquellos que tienen
En la esquina la barra anda a vueltas con los temas de Carlos Gardel de su primera época cuando interpretaba canciones camperas. Los muchachos piensan que siendo nacido en Tacuarembó por ahí le vendrán los aires de los payadores al zorzal criollo. Coinciden en afirmar que fue la ciudad, primero Montevideo y luego Buenos Aires, la que cambió el rumbo musical de Carlos Escayola Oliva (su verdadero nombre).Se acerca don José Gervasio.
En reciente entrevista de la periodista Socorro Estrada al filósofo vasco Fernando Savater publicada en el diario Clarín, éste afirma que “la única raza perseguida en el mundo es la de los pobres”; se me ocurrió, leyendo esta y otras observaciones, un paralelismo entre nuestra Galicia y “Nosotros”, los “otros” para “ellos”.
Como en el cuento del lobo, llevan años explicándonos que el sistema de jubilación de la Europa ‘rica’ está en peligro. Para los europeos esto no es una broma, porque sus Estados de Bienestar están basados precisamente en la capacidad adquisitiva, los cuidados y la calidad de vida de la gente pensionista.
Para Antonella, Diego, Francesca y Pía.Amable lector, excúsame estas infidencias familiares, pero tú bien sabes que los gallegos llevamos la familia connosco siempre y la mentamos con agarimo ancestral… Sucede que nuestro hermano Juan Luis ha convocado a una mata de porcos en su finca de solaz, en San Manuel, fiesta sacrificial y condumio glorioso que se hace aquí en el invierno austral –julio y agosto– cuando la
Hai máis de vinte anos que participei coma secretario do Patronato da Cultura Galega de Montevideo no nacemento da Unión de Sociedades Galegas nas terras uruguaias. Se lembro aquelas reunións é para avisar sobre que a futura Delegación da Xunta de Galicia no Uruguai deberá ter na axenda ben suliñada en cor vermellada a prioridade de que as entidades de emigrantes acorden unhas bases para o establecemento dunha unidade real.
“Los países que están en mejor posición para conseguir éxito en sus iniciativas a favor de los derechos humanos son aquellos que tienen una influencia y un peso acorde con el lugar que ocupan en el mundo”, puntualiza el profesor y pensador argentino Juan E.
Se puede leer como una consigna, claro, pero es diez años después el latiguillo que debemos repetir al oído de nuestros gobernantes para que no olviden que las fronteras políticas de nuestra patria no son las que plantean los mapas oficiales sino las que señalan las huellas de los miles de gallegos que mantenemos viva nuestra cultura a lo ancho y lo largo de este planeta cada vez más inhóspito.
A Robinson Vera“…Así se demuestra que la democracia formal no es nada dentro de la dictadura económica.”(Paco Umbral)Dicen que Francisco Umbral murió el pasado 2007.
El diariero amigo de mi barrio me dijo los otros días: “Nunca imaginé que la gente hablara tanto por teléfono. A veces digo hola a alguien que pasa porque creo que es un cliente que me saluda. Y no, es una conversación.” Le conté la anécdota de Henry David Thoreau cuando le comentaron el reciente invento. “¿La gente tiene tantas cosas que comunicar?”, preguntó sorprendido.
Leyendo testimonios de emigrantes  europeos que buscaban un futuro más promisorio en tierras americanas, nos enteramos de las condiciones en que viajaba la mayoría. Las compañías navieras pronto entendieron el gran negocio que representaba este masivo éxodo, y trataron por todos los medios de ofrecer billetes más baratos aún a costa de la comodidad y la seguridad de sus pasajeros.
Se vive de incontables maneras para bien o mal, aunque siempre agarrados, como la hiedra en las altas tapias húmedas, del ineludible pasado.Al transcurrir el tiempo forzoso, una hendidura acorrala el espíritu y pensamos en los alejados días convertidos en bruma. Y uno, como el poeta, exclama: ¿Somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer?La existencia nos ha ido colocando en un preciso momento ensueños y querencias.
Por Rafael Rojas Burela, ex torero de salón.Hay que ser bien vaca para enfrentarse a un toro; hay que ser buey para que a uno le corneen las partes pudendas y encima pretenda glorificarse con ello... Hay que ser burro para no darse cuenta...
Es una sociedad incorregible. Me da pena, siento compasión por los pobres diablos que juntan cartones, pasan hambre, viven descalzos, mueren de frío. Son como animalitos, los observo en las calles, en las plazas, al costado de las vías del ferrocarril. Animalitos reprimidos, seres huérfanos de afecto, de cultura, de imaginación. Se mueren de a poco, en soledad. Ya votaron, ya no sirven.
Según el criterio del ensayista argentino Juan E. Méndez, Presidente del Centro Internacional por la Justicia de Transición, “el fin del mundo bipolar no resolvió los conflictos nacionales o subregionales, sino que más bien los aceleró y agravó las tensiones por territorios, con el resultado de guerras étnicas de un salvajismo inesperado, aun en el seno mismo de Europa, y también de genocidios en la década de 1990, como
Aquí, en esta orilla del Río de la Plata, donde aún resuena en los oídos atentos aquella frase de 1810 (“¡el pueblo quiere saber de que trata!”), tratamos de no leer los mensajes del gobierno de turno con inocencia; en general distorsionan la verdad.
En el fondo lo que late es el miedo. Miedo al mundo actual, a la necesidad de sentirnos seguros en un mundo inestable. De ahí la descalificación, el desprecio, el tono apocalíptico. En el fondo late un sentimiento de inferioridad. Hay terror después que poblaciones enteras desaparezcan o que el neoliberalismo compró partidos políticos, socialdemócratas o conservadores, medios de comunicación o sindicatos. Periodistas o intelectuales.