El Muro de Berlín no existe, se volvió recuerdo, una amarga utopía: quedan trozos sueltos. Ahí la ciudad cometió un desliz: debió haber dejado metros de ese armatoste de cemento a modo referencial de un pasado aterrador.Durante la última visita a la ciudad nos hospedamos en el recuerdo languidecido, un emblemático edificio guardián de ficciones mundanas: El Hotel Kempinski en el paseo Kusfürstendamm.