El Palacio del Conde Luna, símbolo de pasado y de futuro

El Palacio del Conde Luna, símbolo de pasado y de futuro
El Palacio del Conde Luna de León, que inauguraron de manera oficial los Reyes acoge ya a los primeros estudiantes de la Universidad de Washington, que acaba de abrir su sede en España en este emblemático edificio. Un edificio que, después de varios años de trabajos de rehabilitación, recoge gran parte de la historia de León y ahora se convierte también en un símbolo de progreso y de futuro para la ciudad.
El Palacio se construyó a principios del siglo XIV y llegó a convertirse en el centro de la actividad política de la ciudad de León. El Palacio de los Condes de Luna, propiedad de la familia de los Quiñones, tuvo con el paso del tiempo diferentes usos. Ya en el siglo XX se cree que llegó a ser incluso casa de acogida o almacén de frutas. Recién finalizada su rehabilitación, el Palacio reclama de nuevo su protagonismo en la ciudad.
El Palacio de los Condes de Luna se sitúa en el barrio de Palat del Rey de la capital leonesa, que fue el centro político de la ciudad durante la Plena y la Baja Edad Media. En el siglo XI se construyó la basílica de San Isidoro, lo que atrajo el centro de todas las miradas, también las del mundo de la política. Pero ya en el siglo XIV se incidió de nuevo en que el eje político se situara en el Barrio Húmedo porque el rey Enrique II de Trastámara levantará allí su palacio. Se cree que por esta razón don Pedro Suárez de Quiñones y su hijo don Diego Fernández de Quiñones deciden levantar este Palacio.
La restauración comenzó en el año 2004, y desde entonces la inversión para estos trabajos alcanzó los 5,5 millones de euros. Esta rehabilitación se refiere tan sólo a la mitad meridional del Palacio, ya que el resto no se pudo restaurar por ser en la actualidad viviendas privadas y locales comerciales.
El Palacio de los Condes de Luna recibe ahora al visitante con una fachada totalmente renovada, gótica de finales del siglo XIV y principios del siglo XV dividida en dos niveles. En el piso inferior, donde se aprecia un vano inscrito en un arco apuntado, la restauración incidió tan sólo en algunas partes, de manera que ahora el visitante puede comprobar la diferencia y darse cuenta de que se trata de una restauración, y no los restos originales. En ella se distinguen también tres escudos, el central corresponde a la familia de los Quiñones y los dos laterales a las familias de los Toledo.
La piedra de la fachada es piedra caliza de la cantera de Boñar, la misma que se empleó para la construcción de la Catedral de León. Si se observa de frente la fachada del edificio, a la izquierda se puede comprobar los restos del proceso de ampliación que se llevó a cabo en el siglo XVI y del que sólo se conserva esa torre renacentista. Esa torre fue proyectada por Claudio Fernández de Quiñones, que viajó en numerosas ocasiones a Italia y que, buen conocedor del arte de la región de la Toscana, decidió traerlo a España con esas mismas técnicas, muy diferentes a las que se estaban aplicando en ese momento. Un ejemplo de ello es el típico almohadillado inverso que se puede observar.
La ampliación incluía otra torre gemela, que no se conserva en la actualidad, aunque de la que sí se mantienen los cimientos, situados bajo un local comercial situado en la misma plaza. En la torre que aún se conserva también pueden observarse los escudos de los Quiñones y también de los Cortés, ya que el hijo de don Claudio emparentó con María Cortés, hija del famoso conquistador de México. Fue en esta fase de construcción de la torre cuando empezó a llegar dinero procedente de América para las obras de esta parte del edificio.
Ya en el interior del edificio, el visitante se encuentra con una sala única que anteriormente contaba con un muro que dividía la estancia en dos: una distribuidora que comunicaría las dos alas del palacio, y la antigua cocina. La primera de las salas contaba con pavimento empedrado que todavía puede observarse, en parte, en la actualidad, aunque en su mayoría, como consecuencia del mal estado, tuvo que ser sustituido por otro mucho más moderno. Lo que sí es original totalmente es la techumbre que puede observarse, y donde también se aprecian escudos de las familias de los Quiñones y los Toledo.
La segunda estancia correspondía a la cocina, de hecho el visitante aprecia al fondo de la estancia una gran hornacina, ahora cubierta.