UN SACERDOTE SALMANTINO AYUDA A DIARIO A 120 PERSONAS

El milagro de la multiplicación de los panes en La Habana Vieja

La Habana Vieja también sobrevive diariamente a una dura realidad que no sale en las postales, ni fotografían los turistas. La parroquia del Espíritu Santo, en pleno barrio colonial, cobija a 40.000 almas.
El milagro de la multiplicación de los panes en La Habana Vieja
 Las mesas y sillas de plástico para los desayunos en la propia iglesia.
Las mesas y sillas de plástico para los desayunos en la propia iglesia.
La Habana Vieja también sobrevive diariamente a una dura realidad que no sale en las postales, ni fotografían los turistas. La parroquia del Espíritu Santo, en pleno barrio colonial, cobija a 40.000 almas. Los habitantes que se reparten por 69 manzanas, cuadras en el sabroso argot cubano, son en su mayoría negros y mulatos de condición extremadamente humilde. Muchos de ellos hacinados y otros ancianos desvalidos a los que no alcanza ni la cartilla de racionamiento ni sus diez euros mensuales de pensión.
La miseria era su pan de cada día. Sin embargo, desde hace nueve años la Iglesia católica posibilita una intensa labor social con ayudas de necesidad para ancianos, enfermos y madres solteras. Un proyecto que coordina e impulsa el sacerdote salmantino José Miguel González (Paradinas de San Juan, 1965), párroco del Espíritu Santo, la iglesia más antigua de La Habana, y, desde el pasado 6 de septiembre, también de La Catedral de la capital.
Este religioso salmantino, que es además profesor en el Seminario Mayor y secretario de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, atesora la codiciada habilidad de multiplicar el tiempo y los recursos a favor de los más necesitados.
Desde su llegada a Cuba en octubre del año 2000, comenzó su intensa labor social. Primero en su propia vivienda, donde cocinaba y lavaba la ropa a ancianos enfermos y madres solteras. Después, ya a partir de 2004, a través del Centro Asistencial Parroquial, edificado en uno de los patios laterales del Espíritu Santo gracias a la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Este nuevo edificio, de apenas 75 metros cuadrados, alberga una cocina, una lavandería, dos almacenes y una habitación con baño para transeúntes. Sin embargo, debido a sus limitadas dimensiones, es en la propia iglesia del Espíritu Santo donde diariamente se sirve, entre altares, crucifijos e imágenes cristianas, el desayuno y el almuerzo para más de medio centenar de personas. Un auténtico banquete eucarístico.
Desde esta parroquia, reciben regularmente ayuda directa 120 cubanos, de ellos 95 son ancianos o enfermos y 25 madres solteras. Además del desayuno y almuerzo, se les entrega mensualmente a todos ellos una bolsa valorada en cinco euros que, según la disponibilidad de los fondos y el mercado, contiene alimentos de primera necesidad y productos básicos de limpieza o aseo personal.
“Llevo una contabilidad exhaustiva, al céntimo”, asegura José Miguel González. Sólo así se explica el “milagro” diario que obra la Iglesia católica en pleno corazón de la Cuba colonial. Para este fondo común, pone a disposición hasta su propio salario y el resto lo suma gracias a las donaciones de amistades e instituciones españolas.
“Siempre pienso –argumenta el religioso– que Dios sabe lo que necesitamos. Empleándolo bien, el dinero llega y, cuando uno trabaja para hacer el bien, Dios te ayuda. En ese sentido, uno ve la mano de Dios”.
Si resolver es el verbo mágico de los cubanos, el padre José Miguel resuelve para, a través del Centro Asistencial Parroquial, lavar la ropa semanalmente a 70 personas, bañar, al menos una vez cada siete días, a los ancianos y enfermos que no pueden valerse por sí mismos, y ampliar la labor de la Iglesia a un servicio de guardería o talleres para todos los públicos.


Rentabilizar
Con el objetivo de rentabilizar aún más los recursos y pagar mejor a los trabajadores, el propio sacerdote, con la ayuda técnica de un arquitecto, dirige a los obreros para, cuando el presupuesto lo permite, hacer más habitable el templo y ampliar sus servicios.
Una labor de la Iglesia que completa con el apadrinamiento para auxiliar en sus necesidades básicas a otros cuarenta menores de la Habana Vieja gracias a los diez euros mensuales aportados por sus padrinos en España.
Esfuerzo a esfuerzo y aunando voluntades este proyecto social sumó durante el año 2008 hasta 4.384 desayunos servidos en la parroquia del Espíritu Santo, otros 11.276 almuerzos en el mismo templo, 4.275 meriendas para niños durante la catequesis y 2.555 lavados de ropa. Es la multiplicación de los panes en La Habana Vieja.