Adiós a un tacorontero de la Octava Isla

No recuerdo en qué año de los últimos del siglo pasado, en las vacaciones de agosto, un profesor de la Universidad de Los Andes (ULA) en el Hotel Morrocoy ‘Coral Reef’ de Tucacas, así conocido desde que Fogade (Fondo de Garantía de Depósitos y Protección Bancaria), se hizo cargo de la deuda del Conjunto Náutico Residencial Morrocoy, me presentó a una persona de origen español, ya canosa, que se identificó como Julián Hernández.
Adiós a un tacorontero de la Octava Isla
 En Radio Tacoronte.
En Radio Tacoronte.
No recuerdo en qué año de los últimos del siglo pasado, en las vacaciones de agosto, un profesor de la Universidad de Los Andes (ULA) en el Hotel Morrocoy ‘Coral Reef’ de Tucacas, así conocido desde que Fogade (Fondo de Garantía de Depósitos y Protección Bancaria), se hizo cargo de la deuda del Conjunto Náutico Residencial Morrocoy, me presentó a una persona de origen español, ya canosa, que se identificó como Julián Hernández.
Pronto detectamos que éramos canarios, de Tenerife, y para más señas de cepas de parras de vinos diferentes, él de una de las varias de vino tinto, Tacoronte, y yo de otra de las tantas de vino blanco, La Cruz Santa, que por los varios microclimas se dan en la isla de Tenerife, y cuya explotación y exportación, a América e Inglaterra, produjo bienestar y progreso en tiempos pasados. Hay que reseñar que William Shakespeare, menciona los vinos canarios en dos de sus libros, de su rica obra literaria.
Encuentros en las islas del Parque Nacional Morrocoy, en la piscina, comedor, en las áreas de divertimento y programadas partidas de dominó del Complejo Recreacional, se sucedieron desde la presentación, que se extendió a las respectivas esposas y a mis hijos, Nivaria y Américo, hasta la finalización por ambas partes, de las jornadas de distensión y relajamiento y retorno a los lugares de origen.
En esos encuentros hablamos de todo, entre ellos que además de ser profesor de la ULA, tenía una explotación agrícola en Chiguará, cuyos rubros principales eran la leche y el café. De ahí salió que contactaría a J. M. Méndez Gómez, uno de los socios de Lácteos Los Andes, nativo de Tenerife, que manejaba otras industrias en el área de Valencia, para que la leche de la Receptoría de Unprolechi (Unión de Productores de Leche de Chiguará) fuera procesada por Los Andes, envés de por Parmalat.
En el primer contacto, Méndez Gómez le llegó a decir, pero ¡¡Julián!! Chirgua, está en Carabobo, y la planta procesadora en Nueva Bolivia (Estado Mérida). Aclarada lo de Chiguará, adelantaron los estudios de calidad, y que esperasen. Ello se dio como dos años después, en los que conocí personalmente a Méndez Gómez, Lácteos Los Andes convertirse en la primera industria láctea de Venezuela y yo ejercer como presidente de Unprolechi.
Nuestros contactos siguieron por teléfono y por ‘e-mail’, siendo uno de los suyos el de [email protected], por el que me enviaba los artículos que de su autoría publicaba en ‘El Día’ de Tenerife, relacionados con problemas, tales como el abandono por parte de los gobiernos de España de sus coterráneos allende las fronteras. En Venezuela lo llegué a ver de nuevo en el mes de agosto de 2002, que como componente de la Agrupación Folclórica ‘Echeyde’, del Hogar Canario de Mérida (HCM), participé en las Fiestas de Las Nieves, que los palmeros organizan a su patrona en Cagua (estado Aragua).
Ante el interés de participar en las elecciones municipales de Tacoronte, fija residencia en su lar natal, por lo que, bajo previo aviso, nos encontramos en mis esporádicas e intermitentes visitas a Tenerife, en las terrazas al aire libre de la Plaza de La Candelaria de Santa Cruz, donde era la voz cantante de amenas conversaciones con amigos de los escolapios, a la vera de un “cortado” (marroncito), que cada uno pagaba religiosamente. Agotada la agenda del día, se levantaba la sesión y cada cual cogía su camino. En algunas ocasiones llegamos a coincidir con nuestro común amigo, Andrés Miranda (Chicho), aunque de espíritu democrático, fue uno de los últimos presidentes del Cabildo de Tenerife del dictador Franco.  
A finales de 2003, fueron: José, mi hermano; Román, mi primo; Julián y Andrés los que apoyaron a Nivaria, con el calor familiar y la búsqueda de trabajo en Tenerife, ante su decisión de tomar mi camino en reversa, según ella, para escapar de la jaula de oro de Mérida, y afrontar la vida por su cuenta. Yo que la invité para ir a la boda de Bea, una sobrina, lo supe solo, la semana antes del regreso. Todos fueron  buenos consejeros; con Julián compartió un programa de radio en La Laguna, denominado ‘La Octava Isla’, en donde emitían música, noticias e iniciativas en beneficio de los venezolanos que llegaban desorientados a Canarias, por los que cobró sólo satisfacción. Andrés le buscó contactos para enseñar inglés a domicilio. En esa época Nivaria rompió varias ‘zuelas’ de zapatos. Después fue curadora de una sala de exposiciones y por último programadora de un libro de estadística. A la final en mayo de 2005 se fue para Inglaterra, en donde se encuentra como funcionaria de la Gobernación de Warwick (pueblo histórico en el condado de Warwickshire, ubicado a orillas del río Avon).
Ya para esa época Julián había logrado la convalidación de los títulos de conducir para los regresados de Venezuela y como concejal del PSOE, presentaba un programa de radio, en una emisora en el edificio del Ayuntamiento de Tacoronte. Fui un invitado especial, en uno de esas emisiones, que me curtió para las entrevistas del Municipio Sucre (estado Mérida) en mi campaña como concejal por Iniciativa Propia a la Parroquia Chiguará, en las elecciones de 2005, que ganó uno del partido oficialista.
Julián decepcionado, según él, por el sectarismo y ceguera, en la gestión municipal tacorontera devuelve su acta de concejal; regresa a Venezuela en diciembre de 2006. A partir de ese momento son pocas las noticias directas de su paradero. En mi último viaje a Tenerife, en octubre de 2008, conocí por el profesor Basilio Valladares, su sobrino y director del Instituto de Investigaciones de las Enfermedades Tropicales de La Universidad de La Laguna (Tenerife), que su tío no estaba bien de salud, que lo mantenía preocupado.
El pasado Día de Reyes, en mi repaso de la prensa canaria, la primera noticia que leí, fue que Julián después de un breve paseo el día 3 con su esposa Loli, se sintió mal, para ya en su casa de Valencia (Carabobo), en la ‘Octava Isla’ Venezuela, fallecer repentinamente. Nivaria, que agotaba su último día en Mérida, lo recordó como un gran amigo. De ella Julián, dijo, que era una “todoterreno”.
Julián era devoto del Santísimo Cristo de Tacoronte, fiesta a la que no asistió el último año. Ya mis columnas de ‘Magazine Español’ no serán leídas por el dueño del e-mail [email protected].