Los poetas no mueren, mientras alguien los lea. Recordar es dar vida, y en la columna de hoy pretendo, precisamente, recordar a un poeta. Conocí personalmente a Rodolfo Alonso en una oficina del Centro Gallego de Buenos Aires, cuando le hice una entrevista para la revista ‘Xa’, que yo dirigía.
Sociedades sin identidad, e individuos sin raíces, suele ser el resultado inevitable del deterioro cultural en la posmodernidad. Es un hecho que en la civilización tecnológica en que vivimos inmersos, existe una grave crisis espiritual, una ausencia de propósitos, de pasado y futuro; aunque siempre habrá mujeres y hombres dispuestos a no perder su esencia más humana, de aferrarse a las raíces que por generaciones nos unieron naturalmente a la Tierra.
La civilización del grito, la era del grito, o la generación sin memoria, tal vez sean los nombres que los historiadores del futuro pongan a esta sociedad en que vivimos, ahora mismo, en pleno siglo XXI. Concentrándonos en el tema alimentación, y coincidiendo con los investigadores que afirman ‘cocinar hizo al hombre’ (Faustino Cordón), o ‘la palabra nació a partir del hecho de cocinar’, sin duda estaremos de acuerdo en que estamos involucionando de manera acelerada hacia el individualismo más atroz, y el mutismo.
La comida llamada criolla no debiera emparentarse con un concepto folklórico o tópicos relacionados. Cuando mencionamos comida criolla, debemos recordar que ‘criollo’ o ‘criolla’, según el diccionario, se refiere a descendientes de europeos nacidos en las antiguas colonias americanas. Aunque con el tiempo, en Argentina y Uruguay, se modificó y amplió el concepto original a la cultura y tradiciones del país, sin que eso asociara la comida criolla con la de los pueblos originarios directamente. Etimológicamente, algunos dicen que deriva de ‘crio’, como llamaban a los hijos nacidos y ‘criados’ en América, o de ‘crioulo’, término portugués para designar a los hijos de esclavos nacidos en las colonias.
Dioses demasiado humanos, modelados a nuestra semejanza, fue la creación natural cuando ciertos homínidos evolucionados comenzaron a tomar conciencia de su humanidad, y al mismo tiempo, de cuán insignificantes eran en relación al universo, las fuerzas de la naturaleza y los grandes mamíferos que los amenazaban.