ENTREVISTA CON GRACIELA PEREIRA. PRESIDENTA Y FUNDADORA DE LA ASOCIACIóN CULTURAL ‘OS GROMOS’

“Las instituciones gallegas tuvieron un signo machista, como era la sociedad de la época”

Nieta de dos gallegos, un italiano y de una bisabuela francesa, a Graciela Pereira le gusta decir que “desciende de los barcos”. Fue la “preferida” de su abuelo gallego, Manuel Pereira Rodríguez (natural de Lalín), con quien tuvo una relación muy estrecha, pero también agradece “haber conocido otras cosas”.
“Las instituciones gallegas tuvieron un signo machista, como era la sociedad de la época”
 Pereira, durante un acto de la Asociación.
Pereira, durante un acto de la Asociación.

Nieta de dos gallegos, un italiano y de una bisabuela francesa, a Graciela Pereira le gusta decir que “desciende de los barcos”. Fue la “preferida” de su abuelo gallego, Manuel Pereira Rodríguez (natural de Lalín), con quien tuvo una relación muy estrecha, pero también agradece “haber conocido otras cosas”. “Tuve –dice– la inmensa suerte de estudiar en este país, como todos los hijos de inmigrantes, que es un país multicultural, con una educación pública inclusiva en todos sus niveles”. Se impregnó de la cultura gallega en su casa, a través de sus abuelos gallegos, especialmente de Manuel, quien, cuando tenía de 18 años, tuvo que enfrentarse a la muerte de su madre, que dejó huérfanos a sus cuatro hermanos menores. Él los fue a buscar y los trajo a la Argentina para cuidarlos y darles educación.

Pregunta. ¿Cómo afloró en usted la herencia cultural gallega?
Respuesta. Yo siempre fui la nieta más mimada de mi abuelo gallego, Manuel, y con quien tenía más comunicación. Cuando mi abuelo se fue haciendo más viejito, perdió la vista, y yo le empecé a acompañar a las reuniones en los centros de la colectividad y a las conferencias, etc.
Cuando murió –en el 70– sentí un terrible vacío y cuatro años después (en 1974) me incorporé al coro del ‘Centro Gallego’ de Buenos Aires. Allí empecé a encontrarme con esos amigos mayores de mi abuelo. Yo era para ellos la nieta de Pereira. 
P. Hasta ese momento todavía no había iniciado su carrera artística, ¿cómo tomó la decisión?
R. Empecé cantando en el coro y luego de un tiempo me pusieron como solista. Ahí empecé a relacionarme con el instituto argentino de cultura gallega, en ese momento estaban, entre otros, Cupeiro, Flores y Pampillón (que dirigía el programa de radio ‘Galicia en América’, en Radio Nacional, lamentablemente perdido). Él me invitó a cantar en la radio y poco tiempo después canté con el coro como solista en el teatro Colón. 
En ese momento (año 76), yo quería innovar en la música gallega porque ya había muchos coros, grupos de gaita y cuerpos de bailes. Empecé a tomar esas canciones que había aprendido de mis abuelos y luego de los amigos de mi abuelo para intentar darles un aire más nuevo incluyendo nuevos instrumentos; fíjate que precisamente eso es lo que se está haciendo ahora mismo en Galicia.
P. ¿Cuál era la situación de la colectividad gallega, en ese momento?
R. La colectividad en ese momento estaba un poco detenida porque no había actividades atractivas para los jóvenes. Tal vez los centros que tenían recreos en Olivos o San Isidro podían ofrecer actividades deportivas, pero en lo cultural no había nada más novedoso o atractivo para la gente de mi edad. Los dirigentes, que eran padres o abuelos de los jóvenes, querían conservar sus posiciones dentro de las instituciones que sentían como demasiado propias. Como se dice vulgarmente no pasaban la posta, quedaban atornillados a los sillones directivos, yo creo que en el afán de cuidar las instituciones, pero sin darles ningún lugar a esos hijos o nietos que venían con ideas renovadoras. En un panorama en el que había directivos atornillados a los asientos, actividades poco atractivas para los jóvenes y el rechazo de las propuestas que significaran algún cambio, los expulsó de las entidades. Porque para ir a hacer deportes a un club que quedaba lejos, era preferible ir a uno que quedara más cerca. 
P. Prácticamente una o dos generaciones quedaron fuera de la vida de  las instituciones, ¿por qué?
R. Yo creo que mi generación y alguna generación anterior fuimos un poco maltratadas, en el sentido de que fuimos minimizados. Se pensaba que los jóvenes no íbamos a tener ideas tan buenas como las anteriores.
Por otra parte, las instituciones gallegas tuvieron un signo machista, como era la sociedad de la época, y quizá más conservadora, incluso. Yo recuerdo que una vez me dijeron que el mejor trabajo para una mujer era el de maestra porque trata con niños y cuando, con Dora Iglesias, estuvimos por primera vez en el instituto argentino de cultura gallega nos recibieron con un ‘¡Qué suerte!, ahora vamos a estar adornados’. Yo me sentí como un florero.
P. En general, ¿cómo se reflejaba el sesgo machista en las asociaciones de la colectividad?
R. Yo creo que respondía a las creencias de la época. Por un lado, los hombres preferían que las mujeres estuvieran en la casa y si trabajaban lo mejor era que cuidaran niños. Las mujeres participaban en las subcomisiones de damas –como hasta hace muy poco había– que se encargaban de atender a los viejitos, arreglarles la ropa, etc. Es decir, dentro de las instituciones a las mujeres les daban las tareas domésticas como preparar la comida, servir, etc. Nunca actividades de dirección o muy visibles.
Yo tengo unas fotos muy recientes de una sociedad que hace poco recibió una gaita donde están los señores con la gaita y las señoras con delantal de cocina. Pero esas señoras se sentían muy cómodas en ese lugar.
Por otra parte, a ninguna (o a muy pocas) de las señoras de la generación de mi madre y mi abuela les interesaba meterse en las comisiones en las que estaba el marido; primero porque el marido no tenía ningún interés en ello; segundo, porque ellas tenían que cuidar a los chicos, y tercero, porque como decía mi abuela, ‘mejor si está en la sociedad, así no anda por ahí con putas’.
Ahora es fácil reclamar un lugar porque hay más comprensión, pero antes era otra cosa.
Yo creo que muchas mujeres preferían ir a los banquetes en calidad de ‘señoras de’. Tengo la impresión de que se sentían como las damas de beneficencia, lo cual era una cosa paqueta. Iban a adornar. Una mujer soltera, muy activa o separada era mal vista.
P. ¿Cuándo comenzó su carrera como cantante solista?
R. En 1979, grabé mi primer disco, después de cantar por todos lados esas canciones con guitarra eléctrica.
El disco se grabó con el apoyo del ‘Centro Lucense’ de Buenos Aires. Salió a la calle el mismo día que éste dejó de existir –el 25 de julio de 1979– fecha en el que los centros provinciales gallegos firmaron la fusión. Editado por un centro que dejó de existir, el trabajo se quedó huérfano, guardado en un archivo y sin nadie que lo difundiera.
P. ¿Cómo valora, a la distancia, su primera experiencia en Galicia?
R. Por ese entonces, la condesa de Fenosa, Carmela Arias y Díaz de Rábago, vino a la Argentina para participar de la conmemoración de los 500 años de la fundación de Buenos Aires.
Aquí la condesa quiso conocer, entre otras cosas, una escuela de educación especial y yo me encargué de las gestiones. A raíz de esto me comunicaron que ella quería conocerme. Fui hasta el hotel en el que se alojaba y allí conversamos mucho, me preguntó si conocía Galicia, le conté lo que había hecho y le di un ejemplar de mi disco. Al poco tiempo, de la Fundación Pedro Barrié de la Maza se pusieron en contacto conmigo para anunciarme que me habían concedido una beca para conocer Galicia. Allí me contactaron con la mayoría de los grupos musicales gallegos, con coros y grupos de danzas de ese momento. Además, visité los centros que había de educación especial donde conté mi experiencia como docente de educación especial en Argentina. En ese momento (1982) no había en Galicia profesorado de educación especial.
P. Aunque editado en circunstancias un tanto especiales, su disco se llegó a conocer en Galicia y Argentina. ¿Cuáles fueron las repercusiones de este primer trabajo?
R. En ese disco yo incluí un tango en gallego. Fue un disco muy cuestionado. En Argentina, yo recibí: “Está muy lindo, lástima que le pusiste un tango que no tiene nada que ver con esto”. El tango que incluí es un tango canción: ‘El día que me quieras’, que introduje como homenaje a Buenos Aires, a mi abuelo y a otros gallegos que viven y aman la Argentina. La mitad del tango la grabé en español, el idioma  original, y la otra mitad en gallego.
Fue el primer tango grabado en gallego. En 1982, cuando viajé becada a Galicia me dijeron que tenían interés en comprar más discos. Les expliqué que el disco no era mío sino del ‘Centro Lucense’ que lo había editado y me dieron la idea de re-editarlo en Galicia. Cuando se me terminó la beca volví a la Argentina. Hablé con el ‘Centro Galicia’ y como era un disco del ‘Centro Lucense’ me imagino que no habrán tenido ningún reparo en dármelo. Me dieron el original y lo envié a Galicia, no cobré ninguna regalía por eso. La discográfica sacó un disco exactamente igual, pero en lugar de llamarlo ‘Cantares gallegos’ como el primero, lo llamaron ‘O día que me queiras’. Ahí empezó a sonar Graciela Pereira y el tango en gallego en Galicia. Acá no había pasado nada con el tango en gallego, pero allá causó revuelo. En ese ínterin, los medios gallegos me hacían reportajes porque era ex becaria y porque cantaba tangos en gallego. Esas cosas, que nadie es profeta en su tierra. 
P. ¿Cómo continuó su carrera artística?
R. En Argentina volví al coro y, aparte, hacía recitales. También comencé a realizar traducciones al gallego de tangos, con el auxilio del profesor Antonio Santamarina Delgado. Me gustaba mucho cómo quedaban y grabé un disco nuevo llamado: ‘Campanas de bastabales’, con canciones gallegas y dos tangos más. Paralelamente cantaba en el Café Mozart tangos en francés, en italiano, en inglés y en gallego.
Siempre tuve la idea de que para divulgar hay que salir de los centros de la colectividad, no quedarse mirándose el ombligo y aplaudiéndonos entre nosotros. Hay que salir y mostrar lo que se hace.
Además, hacía un espectáculo en el Café Homero que se llamaba Buenos Airiños gallegos, con gente de Radio Rivadavia. 
Hice varios viajes a Galicia. En el 86 fui como coordinadora del primer viaje de hijos y nietos de gallegos –junto con Laureano Rodríguez y Adolfo Lozano– patrocinado por la Xunta de Galicia, el Instituto para la Juventud de Madrid y el Instituto Argentino de Cultura Gallega.
P. ¿Cuáles son los proyectos que tiene?

R. A veces continuar se hace cuesta arriba porque la música es para mi una vocación, pero no mi medio de vida. En uno de mis viajes a Galicia, en la casa de Rosalía, me encontré con Maruja Villanueva y grabamos un trabajo en el que ella recita y yo canto. Esto es algo a lo que todavía le estoy dando los últimos retoques, y todo a pulmón, porque no hallé ningún tipo de apoyo.