ENTREVISTA A RAMóN SUáREZ, SACERDOTE GALLEGO EN HAMBURGO

“La emigración me ha ‘enganchado’, he aprendido mucho de las personas de las primeras generaciones”

Después de 46 años al servicio de la emigración, el sacerdote español de Hamburgo Ramón Suárez prepara su retorno a Galicia. Vino a Alemania casi con los primeros emigrantes “asistidos”, en 1962. Su destino fue, durante los dos primeros años, el ‘land’ Schleswig-Holstein, lugar al que habían llegado muchos emigrantes gallegos, andaluces y extremeños para trabajar, sobre todo, en los astilleros de Kiel, la capital.
“La emigración me ha ‘enganchado’, he aprendido mucho de las personas de las primeras generaciones”
 Ramón Suárez, sacerdote gallego en Hamburgo.
Ramón Suárez, sacerdote gallego en Hamburgo.

Después de 46 años al servicio de la emigración, el sacerdote español de Hamburgo Ramón Suárez prepara su retorno a Galicia. Vino a Alemania casi con los primeros emigrantes “asistidos”, en 1962. Su destino fue, durante los dos primeros años, el ‘land’ Schleswig-Holstein, lugar al que habían llegado muchos emigrantes gallegos, andaluces y extremeños para trabajar, sobre todo, en los astilleros de Kiel, la capital. Desde allí se trasladó a Hamburgo, donde todavía reside. En esta ciudad realizó el trabajo pastoral con otro sacerdote hasta 1986, después sólo.

Dentro de la Misión Católica de lengua española, se involucró en el trabajo social con los hispanohablantes, para lo que contó con el apoyo de dos religiosas, ya retornadas también.
En octubre, alcanzada la edad límite en Alemania para la jubilación de los hombres de la iglesia, los 75 años, cesará en su labor pastoral y volverá a A Coruña, ciudad de donde procede y donde piensa seguir haciéndose útil en la parroquia y prestando servicios mientras, como dice, su salud física y mental se lo permitan. Pero piensa venir a Hamburgo, para visitar a los numerosos amigos que deja aquí, con toda la frecuencia que le sea posible.
Pregunta. Usted era sacerdote de la Diócesis de Santiago de Compostela, el venir a Alemania ¿fue una decisión voluntaria?
Respuesta. Sí. Cuando comienza la emigración, sobre todo a Europa, se plantea el gran problema de los idiomas. Las Conferencias Episcopales de los diversos países receptores de emigrantes pidieron a los países de donde éstos procedían, como Italia, Portugal y España, sacerdotes que quisieran hacer este trabajo de atención pastoral en el exterior. Entonces, el que estaba dispuesto y tenía los conocimientos de idiomas que se pedían, se presentaba para ir a sitios como Francia, Alemania, Australia.
Yo, como sacerdote joven entonces, me interesaba tener una nueva experiencia de este mundo del trabajo y la emigración, así que me ofrecí para ir a Francia o a Alemania, que eran los dos países de los que ya tenía conocimientos de la lengua. Me ofrecieron Alemania y acepté, pero por un par dos años, el tiempo que iba a estar en Schleswig-Holstein. Se dio la circunstancia de que, al cumplirse ese plazo, me ofrecieron continuar con el trabajo del capellán de Hamburgo, que tenía que marcharse, porque en esta ciudad había muchísimos españoles, más de siete mil. Entonces acepté, pero condicionado a otro par de años, y así se fue prolongando la estancia, hasta hoy.
P. ¿Es diferente el trabajo de un sacerdote en la emigración?
R. El trabajo de sacerdote es, por supuesto, pastoral, ofreciendo la atención espiritual necesaria, pero en la emigración hay que tener siempre presente la situación concreta de las personas y aquellos emigrantes de la primera generación han tenido aquí problemas de todo tipo. El trabajo mío durante todos estos años ha estado marcado por diversas etapas. En la primera etapa había mucha gente sola, también familias de recién casados, de las que llegaba primero el marido, para traer más tarde a la mujer y a los hijos. Con la reagrupación familiar se planteaba un nuevo matiz del trabajo pastoral, la educación de los niños y la preparación de los padres.
Han sido las Misiones Católicas de lengua española las primeras en darse cuenta de la necesidad de la escuela complementaria española. Para comenzar de alguna manera con las clases complementarias de lengua materna se buscaron maestros que andaban por aquí, maestras españolas casadas con alemanes e incluso personas que tenían el Bachillerato, aunque no fueran maestros. Estas personas se ocuparon de dar las clases, algunos gratuitamente, hasta que más tarde el Estado, como era normal, se hizo cargo de ellas, presionado por los padres que, al formarse la Asociación de Padres de Familia, plantearon el problema seriamente ante el Consulado y la Embajada de España.
P. ¿Entonces, la Asociación de Padres de Familia de Hamburgo surgió de aquí, de la Misión Católica?
R. La Asociación de Padres ha surgido de gente comprometida con la Misión española, la iniciativa partió de padres jóvenes que tenían ya a sus hijos en la escuela. No se alabará nunca bastante cómo mantuvieron la familia los emigrantes de la primera generación, cómo se preocuparon por los hijos.
Nosotros teníamos reuniones con estos padres, formamos las catequesis para preparar a los niños para la Primera Comunión, para la Confirmación. Después, más de la mitad de esos jóvenes siguían viniendo, formaban grupos entre ellos, organizaban fiestas.
A nosotros, por parte de la Misión, se nos ha ocurrido desde el primer momento organizar algunas fiestas con baile, dado que Hamburgo es una ciudad muy extensa y queríamos ofrecerles a los jóvenes que estaban por ahí viviendo en residencias de chicos y de chicas, o en barracones, la posibilidad de encontrarse. Hablo de los primeros emigrantes. Como incluso tenían dificultades para moverse por la ciudad, organizábamos el transporte en autobuses. Algunos de esos chicos y chicas, cuando luego venían para casarse y les preguntaban dónde se habían conocido, decían “en el baile del cura”. Alquilábamos una sala grande para las fiestas, porque se juntaban hasta quinientas personas. Así se fueron formando aquí también familias. Todavía hay mucha gente que recuerda eso.
Quiero destacar también que, paralelamente a nuestro trabajo, era muy importante el de una oficina de Cáritas, atendida por una asistente social alemana que hablaba español y conocida por los españoles como la ‘señorita Elvira’. Esta mujer, ya fallecida, trabajó durante muchísimos años de una manera entregadísima. Atendía, prácticamente día y noche, todos los problemas de los emigrantes de papeleo, asistencia social, acompañaba a personas al médico y les hacía, incluso, las reclamaciones de impuestos.
P. ¿Qué diferencia encuentra entre la primera generación y las generaciones más jóvenes, siguen casándose por la Iglesia, bautizando a sus niños?
R. Hay que distinguir entre una generación más joven de los primeros emigrantes y la segunda generación de los hijos que nacieron aquí y la tercera, la de los nietos. En la segunda generación más joven se nota ya un abandono de lo religioso, aunque no muy acentuado, ya que siempre han conservado ciertos valores, siguen queriendo bautizar a sus hijos y darles una educación cristiana, pero se dejan llevar un poco por esta, llamémosla, “frialdad religiosa” del norte.
Hay que decir que en Hamburgo, nosotros, y también las Asociaciones de Padres de Familia, hemos insistido mucho en que, a la hora de elegir colegios para los niños, se eligieran los colegios católicos que hay aquí, donde, al lado de la formación escolar, se les ofreciera esa otra base de educación cristiana.
P. ¿Influyó el cambio a la democracia en España en el comportamiento de los emigrantes frente a la religión?
R. Yo creo que el hecho religioso no tiene nada que ver con democracia o no democracia, en el aspecto de que una democracia lleve a una indiferencia religiosa. Creo que la indiferencia religiosa se produce por otros factores, como el consumismo, estamos rodeados de todo y parece que no se necesita a Dios, que no se necesita nada, esto nos lleva a la apatía, una enfermedad grave. Otro factor es la influencia del ambiente, del entorno social en que se vive, y me refiero concretamente al norte de Alemania, donde sólo entre el ocho o el nueve por cien somos católicos. Esto tiene una doble cara, porque mientras unos se dejan llevar por la indiferencia, hay gente que a estos desafíos del medio no católico reaccionan afianzando y personalizando sus creencias.
P. ¿Qué actividades se están realizando todavía aquí en la Misión?
R. Desde hace treinta y cinco años o más, se han encontrado aquí matrimonios que se planteaban los problemas con que se encontraban en ese mundo nuevo para ellos, sobre todo los relativos a la educación de sus hijos. Ya muchos no están, pero se han ido sucediendo otros matrimonios. Quedan todavía unas cinco o seis parejas que, aunque ya sus hijos están casados, siguen encontrándose.
Al darnos cuenta de que había ya un grupo numeroso de personas mayores, organizamos desde hace ya más de diez años un encuentro semanal para la tercera edad. Todos los miércoles por la tarde se encuentran aquí un grupo de treinta o cuarenta personas. Los que pueden y quieren hacen antes gimnasia, luego se reúnen y toman café y pasteles. Si hay algún cumpleaños en la semana, se celebra. Algunas mujeres hacen trabajos manuales, otros participan en juegos. A veces se organiza alguna charla o conferencia de información sobre cosas que pueden afectarles, como las pensiones.
También hay un grupo de mujeres, que arranca ya del tiempo de la Asociación de Padres. Como los hombres se reunían para tratar los problemas de la educación, sus mujeres decidieron reunirse también. Hoy ya no queda nadie de aquellas fundadoras, pero el gupo sigue encontrándose una vez al mes, es uno de los grupos más antiguos.
El cuarto sábado de mes he organizado unos cursos bíblicos para adultos. Antes eran también el segundo sábado, pero tuve que dejarlo para atender otros compromisos pastorales.
Cada primer sábado de mes se encuentra aquí un grupo de mujeres latinoamericanas, ya que las Misiones Católicas tienen ahora encomendada también la atención a todas las personas de habla hispana. Hoy en Hamburgo hay muchos más latinos que españoles.
P. Después de un trabajo tan intenso y tantos años viviendo en este país ¿qué significa para usted volver a Galicia?
R. Es una pregunta que tendría que contestar después de estar allá unas semanas, unos meses. Pero quiero decir que la estancia en la emigración ha sido una experiencia muy enriquecedora, la emigración me ha “enganchado”, he aprendido mucho de las personas de las primeras generaciones, que aunque algunos, lamentablemente, tuvieran deficiencia de formación, tenían y tienen valores humanos extraordinarios; no sin razón fueron, yo creo, los emigrantes mejor considerados en este país. También el vivir en una ciudad como Hamburgo me ha enriquecido culturalmente, me siento muy bien aquí y sé que la echaré de menos. Pero me marcho muy satisfecho y me gustaría que, cuando me vaya, me recuerden como a un sacerdote que se ha esforzado en servir lo mejor que pudo.