“En España había un déficit de condena a los regímenes dictatoriales”
Las exhumaciones de cadáveres de la etapa franquista que promueve el juez Baltasar Garzón están más que justificadas para Isaac Díaz Pardo. Él tiene deudas pendientes con el régimen, no en vano le tiene que reprochar el asesinato de su padre, pero no es precisamente eso lo que busca. No pretende personalizar, ni mucho menos, unos hechos históricos como los que se vivieron en España durante la Guerra Civil y la dictadura, pero sí reconoce que en el país “había un déficit de condena de los regímenes dictatoriales”, porque, “hay que darse cuenta de que en Europa estos regímenes fueron liquidados en cinco años”. “Incluso –dice– nuestros hermanos los portugueses tuvieron la Revolución de los Claveles y allí no quedó ninguno” de los dictadores. En cambio, en España, apunta Díaz Pardo, “no hubo absolutamente nada. Quedan los mismos, no les pasó nada, murió Franco y no les pasó nada. Quedó el Rey, tuvimos que apoyarlo; los republicanos tuvimos que apoyar al Rey porque si no la cosa hubiese sido peor. Entonces el franquismo quedó como estaba. Cambiaron de nombre, se llamaron demócratas y después de treinta y tantos años, siguen”.
Por eso, cree que lo que está haciendo Garzón “es lo que hicieron todos los demás países: acabar de una vez con el viejo régimen”, defiende, y añade: “Pero vamos a ver si no acaban antes con él”.
De sus declaraciones se desprende que no entiende la postura de los fiscales, que “dicen que ya prescribió” todo lo ocurrido. Pero “eso no es así”, dice Díaz Pardo, porque “en sus manos [el juez] tiene [una lista con] 150.000 señores que los machacaron después de la guerra y eso no es un crimen cualquiera; eso es una persecución de unas ideas para la exterminación”.
–¿Y no cree qué muchos de esos que siguen después de treinta y tantos años también han podido evolucionar?
–“Muchos sí han cambiado, otros murieron y... ya cambiaron de todo, pero hay mucha nostalgia [del régimen]; hay mucho nostálgico. Ese mismo fiscal es un nostálgico, no quiere que se toquen [los muertos] porque el hecho de desenterrar a la gente... A mi padre me lo mataron, yo no me preocupé nunca de nada, pero la gente tiene derecho” a recuperar los cuerpos de sus muertos.
“Devolverle a la tierra lo que nos prestó”
Díaz Pardo no se preocupó de recuperar los restos de su padre porque no tiene necesidad de que a sus muertos se le coloque encima una placa. Más bien, él es partidario de que, una vez sin vida, el cuerpo esté en contacto con la tierra, porque “la muerte es simplemente devolverle a la tierra los materiales que nos prestó para vivir”. Así de claro lo tiene, y dice que tras la muerte, “afortunadamente no queda nada, no hay cielo para ninguno”, porque “los muertos son unos huesos, un poco de calcio”. Por eso, cuando le llegue su hora quiere ser enterrado en un agujero, sin caja ni nada, porque “¿para qué desaprovechar la madera?”.
Por eso, cree que lo que está haciendo Garzón “es lo que hicieron todos los demás países: acabar de una vez con el viejo régimen”, defiende, y añade: “Pero vamos a ver si no acaban antes con él”.
De sus declaraciones se desprende que no entiende la postura de los fiscales, que “dicen que ya prescribió” todo lo ocurrido. Pero “eso no es así”, dice Díaz Pardo, porque “en sus manos [el juez] tiene [una lista con] 150.000 señores que los machacaron después de la guerra y eso no es un crimen cualquiera; eso es una persecución de unas ideas para la exterminación”.
–¿Y no cree qué muchos de esos que siguen después de treinta y tantos años también han podido evolucionar?
–“Muchos sí han cambiado, otros murieron y... ya cambiaron de todo, pero hay mucha nostalgia [del régimen]; hay mucho nostálgico. Ese mismo fiscal es un nostálgico, no quiere que se toquen [los muertos] porque el hecho de desenterrar a la gente... A mi padre me lo mataron, yo no me preocupé nunca de nada, pero la gente tiene derecho” a recuperar los cuerpos de sus muertos.
“Devolverle a la tierra lo que nos prestó”
Díaz Pardo no se preocupó de recuperar los restos de su padre porque no tiene necesidad de que a sus muertos se le coloque encima una placa. Más bien, él es partidario de que, una vez sin vida, el cuerpo esté en contacto con la tierra, porque “la muerte es simplemente devolverle a la tierra los materiales que nos prestó para vivir”. Así de claro lo tiene, y dice que tras la muerte, “afortunadamente no queda nada, no hay cielo para ninguno”, porque “los muertos son unos huesos, un poco de calcio”. Por eso, cuando le llegue su hora quiere ser enterrado en un agujero, sin caja ni nada, porque “¿para qué desaprovechar la madera?”.