“El procedimiento del voto exterior cuenta con remedios al alcance de la mano”

Autor del primer estudio comparado sobre el voto en el extranjero y experto en estudios electorales, el mexicano Carlos Navarro asistió al seminario que días atrás organizó el Arquivo da Emigración –organismo dependiente del Consello da Cultura Galega–, donde habló sobre regulaciones del voto extranjero a nivel internacional. Después de casi diez años trabajando en integrar una base de datos al respecto, sus conocimientos en todo lo concerniente al sufragio exterior han despejado algunas dudas acerca de los dilemas de España a la hora de abordar el problema del voto de la emigración.
Pregunta. ¿Qué impresión le producen los debates que existen en España en estos momentos acerca del voto emigrante?
Respuesta. Primero, el hecho de que haya debate creo que es un signo muy positivo, ya que demuestra que se valora y aprecia la contribución de la comunidad en el extranjero. Después hay una valoración puntual de sus implicaciones estrictamente numéricas respecto al previsible impacto electoral, que da lugar a que ese debate sea todavía más intenso y a que necesariamente medien algunos cálculos y algunos intereses en su apreciación. Lo que subyace es una percepción de algunas irregularidades, más o menos comunes, pero que al mismo tiempo podrían encontrar fácilmente solución. Lo que veo es que hay puntos de controversia que no es fácil resolver porque tienen una dimensión más política, pero probablemente haya otros aspectos sobre los que, si existe una conciencia generalizada, se puedan generar fácilmente bases de acuerdo para que haya soluciones más o menos efectivas o inmediatas.
Para todo problema relacionado con el procedimiento, si las dudas y objeciones tienen que ver con esto y con las garantías de pureza e integridad, hay remedios al alcance de la mano. Muchos de ellos, probablemente requieran de reformas legales, pero otros, simplemente exijan disposición al diálogo; de llegar a acuerdos para pactar medidas administrativas que puedan encontrar una fórmula que evite que esta sombra que tiende a empañar la mecánica del voto en el extranjero adquiera una dimensión mayor y que pueda ser utilizado como ‘chivo expiatorio’ para algunos otros arreglos o decisiones que no tienen que ver ya con responsabilidades de los que votan.
P. Estas impurezas de las que habla, ¿no se dan en otros países?
R. Yo diría que casi por definición cualquier procedimiento electoral admite la posibilidad de que haya impurezas e imperfecciones. Todo procedimiento democrático es por definición perfectible. El reto es diagnosticar y reconocer a tiempo dónde están los problemas.
Lo que advierto es que sobre este asunto hay una base de acuerdo generalizado y disposición y elementos como para que se puedan buscar soluciones comunes.
Pero, en definitiva, hay países que al emitir su legislación sobre el voto en el extranjero ponen el énfasis en la cobertura; otros, en la certidumbre; otros, en la seguridad. A veces es cuestión de la prioridad y eso depende de cada contexto. Entonces hay que ver dónde está el principal foco de inquietud y preocupación y ese es el que se tiene que atacar.
P. En este momento, en España, hay varios asuntos polémicos respecto al voto exterior. Uno de ellos es el derivado del voto en urna, ¿qué posibles soluciones se podrían proponer?
R. Sobre el voto en urna, sólo diría que la bondad del voto por correo sobre el voto en urna es su capacidad de cobertura. El voto personal suele depender de la red de representaciones diplomáticas en el extranjero. Generalmente, éstas se ubican no sólo en los centros donde hay mayor interés económico o político, sino también donde están las mayores concentraciones de población migrante. De todos modos, difícilmente va a cubrir al universo entero; aún encontrándose alguien dentro de un país no tiene necesariamente que vivir cerca de las capitales donde se ubican esos recintos diplomáticos. Ahí hay un recorte de la potencial cobertura, sin embargo, en términos de seguridad en cuanto a la identidad del elector tiende a ser mucho más confiable que el voto postal. Pero, aun dentro de la modalidad de voto postal, que podría plantear inquietudes e interrogantes respecto a la suplantación, interceptación de la correspondencia, etc., hay medidas que pueden hacer frente a estos problemas.
P. A modo de ejemplo, ¿cuáles pueden ser estas medidas?
R. Si hay dudas sobre la identidad, una medida puede ser que el elector acompañe en un sobre por separado un determinado documento de identidad firmado. Hay que analizar los mecanismos que existen para corroborar la veracidad de la identidad, pero uno puede ser presentar la copia de un pasaporte vigente, que incluya una declaración jurada que dé fe de la identidad de la persona que pretende ejercer su derecho al voto. Otra puede ser que se valide ante testigos. Los testigos pueden ser representantes oficiales (puede ser un notario público...) u otros testigos que incluyan información sobre sus datos. Entonces, se recibe el sobre general en donde se introduce uno con la papeleta, pero antes de determinar si pasa al escrutinio se puede convenir en revisar el elemento de identidad. Si el elemento de identidad satisface plenamente a los funcionarios electorales o representantes políticos va directamente al escrutinio, y si no, se produciría un retén que podría frenar cualquier intento de transgresión de las normas vigentes.
Además, el uso de las nuevas tecnologías para el voto está a la vuelta de la esquina y hay países que han ensayado elecciones internas y de sus potenciales electores en el extranjero vía internet. La telefonía celular abre un campo que seguramente no tardará en ser explorado. Sobre esto hay determinadas inquietudes, pero el ritmo del desarrollo tecnológico es vertiginoso.
P. Con respecto a la obtención de la nacionalidad, en España preocupa el elevado número de descendientes de españoles en el exterior que potencialmente podría ejercer el derecho al voto una vez que se cumpla el plazo que se les ha dado para obtener la nacionalidad, ¿qué puede ocurrir si la participación de este colectivo es muy elevada? ¿Los que están fuera deben decidir sobre el futuro de un país en el que no residen?
R. Yo insisto en que es una decisión que, por sus claros perfiles y contornos jurídicos y político-institucionales, deberán tomar los representantes populares del propio país, porque son ellos los que están en las mejores condiciones para hacerlo y los que disponen de los mejores elementos. Pero yo diría que los indicadores comparados en perspectiva internacional sugieren que hay una diferencia abismal entre lo que puede ser el potencial elector y aquellos que finalmente se registran y votan. Lo que se asume como uno de los factores determinantes en cuanto al interés electoral es el sentido de identidad y pertenencia y eso se da sobre todo en los que emigran después de haber nacido en el territorio nacional, pero ya empieza a diluirse un poco a medida que va transmitiéndose de generación en generación.
Si bien puede resultar encomiable el esfuerzo de una ciudadanía múltiple, me parece que una motivación para adquitir este derecho obedece a razones muy variadas y no creo que entre las prioridades de los descendientes figure el ejercer los derechos políticos. Excepcionalmente puede ocurrir, por tanto, su impacto puede ser muy marginal, y me parece que en estos momentos se puede estar sobredimensionando un problema que en realidad no lo es tanto.
P. Desde su punto de vista, ¿qué se puede hacer para evitar la picaresca que se viene denunciando respecto al voto emigrante?
R. En este contexto, el mundo de las conjeturas está abierto. Conjeturar o imaginar que cualquier cosa ocurre puede no tener mayor trascendencia, pero cuando hay certeza de que esto ocurre, la responsabilidad, no sólo de los contendientes políticos, sino también de los ciudadanos, es denunciarlo y exhibir las pruebas. Y sólo frente a pruebas documentadas hay la exigencia de que se investigue. Y si ya se vio que es una irregularidad más o menos común y extendida, al mismo tiempo hay que dar el paso que llevará a su revisión y ajuste. Insistiría en que, procedimentalmente hay un ampio abanico de posibilidades que se pueden agotar o evaluar para hacer frente a este tipo de problemas.
“La circunscripción propia conlleva a fortalecer el vínculo”
Pregunta. El PSOE acaba de anunciar la inclusión en su programa electoral de la circunscripción única en el Congreso y el Senado para los residentes en el exterior. ¿Qué puede significar esto para el colectivo emigrante?
Respuesta. El que se les garantice la representación política en el Parlamento nacional es una señal clara e inequívoca de que se quiere fortalecer el vínculo y la participación de los residentes en el exterior, y además, de que se alienta su implicación en los debates sobre temas de interés nacional.
Actualmente existen nueve países en todo el mundo que garantizan la representación parlamentaria de sus emigrantes y se observa una tendencia sostenida en los países a conceder ciruscripción propia a los residentes en el exterior.
Esta alternativa sitúa el debate en el plano de las decisiones políticas fundamentales, sobre todo, en aquellos casos en que la exigencia o expectativa de los expatriados trasciende el plano de adscripción a la comunidad política y reivindica el derecho de contar con representantes propios que no sólo intervengan en las funciones legislativas, sino que aseguren la efectiva inclusión y promoción de sus intereses en la agenda legislativa y en los procesos de toma de decisión sobre los asuntos que más les afectan o preocupan.