Una noble segoviana inspiró la estatua más antigua de la isla de Cuba

Muchos conocerán a la célebre veleta de La Giraldilla por ser la imagen de las etiquetas de un licor tan mundialmente famoso como el Havana Club. Otros, como sugiere su propio nombre, porque tomó como modelo a la que corona la Giralda de Sevilla, punto de llegada de buena parte de las mercancías de América a la Península. Hay quien mantiene que representa a la victoria. Sin embargo, la creencia popular asegura que la primera escultura labrada en Cuba a principios del siglo XVII representa a Isabel de Bobadilla, segoviana de noble familia e hija del conde de La Gomera.
Una noble segoviana inspiró la estatua más antigua de la isla de Cuba
 Imagen de la giraldilla.
Imagen de la giraldilla.

La célebre Giraldilla, que publicita una típica bebida alcohólica y que corona el castillo de la Real Fuerza, está basada en la eterna espera de Isabel de Bobadilla. 

Muchos conocerán a la célebre veleta de La Giraldilla por ser la imagen de las etiquetas de un licor tan mundialmente famoso como el Havana Club. Otros, como sugiere su propio nombre, porque tomó como modelo a la que corona la Giralda de Sevilla, punto de llegada de buena parte de las mercancías de América a la Península. Hay quien mantiene que representa a la victoria. Sin embargo, la creencia popular asegura que la primera escultura labrada en Cuba a principios del siglo XVII representa a Isabel de Bobadilla, segoviana de noble familia e hija del conde de La Gomera.
Arribó en La Habana en 1528 junto a su esposo, el gobernador Hernando de Soto, que llegaba con lauros militares por su exitosa actuación en las conquistas de Perú y Nicaragua. El intrépido marido comandó más tarde otra expedición de 900 hombres, nueve naves y 300 caballos rumbo a La Florida.
Sin embargo, allí escuchó una leyenda que anuló su voluntad y le aventuró tras los pasos de Ponce de León, que se perdió en 1513 en busca de la Fuente de la Eterna Juventud. Como su antecesor en tan idílica empresa, el sueño de eternidad de Hernando de Soto fue su final y jamás regresó porque murió en el intento a orillas del Mississippi.
Sin embargo, Isabel de Bobadilla era una joven crédula y nunca perdió la esperanza de avistar su nave entrando en el puerto de La Habana. Pese a que fue informada de la trágica suerte de su marido, tarde tras tarde abandonaba sus notables quehaceres y, cuando las últimas huellas de sol se alejaban sobre las aguas de la bahía, subía a las almenas del castillo de la Real Fuerza, construcción militar más antigua de la capital.
Su vida se redujo a la espera, compañera fiel hasta el final de sus días. Tan popular entre los habaneros por su fidelidad a la desgracia que terminó fundida en la veleta grácil y amorosa con Eolo que corona la fortaleza desde la que, durante años, encarnó una espera inútil.
Fue encargada por el gobernador Juan Vitrina Viamonte y esculpida por Gerónimo Martín Pinzón en torno a 1630. La estatua tiene tan sólo 110 centímetros de altura y está fundida en bronce. Sobre el castillo de la Real Fuerza, una réplica señala ahora la dirección de los vientos. La original está a salvo de las inclemencias del tiempo en el Palacio de los Capitanes Generales, edificio que cobija los principales tesoros del pueblo cubano en la señorial Plaza de Armas.
Los habaneros mantienen incluso que Isabel de Bobadilla sigue fiel a la espera de Hernando de Soto porque, como veleta burladora que hoy es, se mueve con todos los vientos pero jamás se va con ninguno. También aseguran que quienes visiten La Habana y no descubran su diminuta reproducción nunca han estado realmente en la capital.
Desde hace cuatro siglos es también el símbolo de una ciudad que, como la noble segoviana, espera desengañada.