UN GRUPO DE GAITEROS ACOMPAÑÓ A LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE COVADONGA

El Centro Asturiano de Tucumán organizó la romería en El Mollar

Un ecléctico y estruendoso grupo de gaiteros, copleras y gauchos recorrieron las calles de la villa de Tucumán a pura música junto a una pequeña imagen de la Virgen de Covadonga, en una actividad organizada por el Centro Asturiano de esta localidad.
El Centro Asturiano de Tucumán organizó la romería en El Mollar
 La imagen de la Virgen de Covadonga, en un moment de la procesión.
La imagen de la Virgen de Covadonga, en un moment de la procesión.
Un ecléctico y estruendoso grupo de gaiteros, copleras y gauchos recorrieron las calles de la villa de Tucumán a pura música junto a una pequeña imagen de la Virgen de Covadonga, en una actividad organizada por el Centro Asturiano de esta localidad.
El Mollar, como si fuera España. Jóvenes asturianos vestidos con trajes típicos bailaban frente a la capilla de la Virgen de Covadonga. Dos copleras empezaron a golpear las cajas mientras un ‘bombisto’ se empeñaba en hacer tronar los parches. Al mismo tiempo, unos jóvenes vestidos con pintorescos y calurosos trajes de paño oscuro llenaron el Valle con el sonido dulce y misterioso de las gaitas forasteras.
Por detrás de ellos, tres descendientes de sicilianos sumaron a esta inusual orquesta las notas de una guitarra y de un acordeón. Juntos, y precedidos por seis gauchos a caballo, recorrieron las calles soleadas de El Mollar. Era la romería de la Virgen de Covadonga.
Esta advocación de María es la patrona de Asturias; por esa razón, la celebración fue organizada por el Centro Asturiano de Tucumán y los gaiteros vistieron los trajes típicos de esa región.
Pero en El Mollar, donde la capilla que cobija la imagen tiene 65 años, la romería funciona desde hace décadas como una especie de abrazo espiritual entre las culturas calchaquí, criolla y asturiana.

Pequeña pero estruendosa
Eran las 10 del domingo cuando la procesión, pequeña pero estruendosa, comenzó a recorrer las calles vacías del pueblo. Cada tanto, alguna mesa en la vereda indicaba un alto en la marcha: los habitantes de alguna casa hacían de anfitriones de María durante algunos minutos y le pedían o le agradecían en silencio por las gracias recibidas.
Mientras la pintoresca y ecléctica banda musical, los gauchos, los fieles de El Mollar y varios veraneantes curiosos procesionaban con la imagen de ‘Santina la Pequenina’, detrás de la capilla humeaban dos ollas enormes en las que se cocinaba un suculento locro; todo un símbolo vallisto con el que se cerró la colorida y casi anónima romería.