Han cambiado nuestros hábitos –qué duda cabe- con esta forzosa cuarentena provocada por ese bicho infinitesimal llamado Corona. Yo, que me declaro antimonárquico acérrimo, sin siquiera la excepción de nuestro popular y simpático “rey del pescado frito”, me siento pues, doblemente injuriado por esta molécula letal que ni los más poderosos ejércitos del planeta serían capaces de vencer.