Olegario Vázquez Raña (Ciudad de México, 10 de diciembre de 1935-27 de marzo de 2025)

Olegario fue muy dichoso en su amado México, en donde triunfó tras no pocos avatares y esfuerzos, siguiendo la estela de sus padres, Venancio Vázquez Álvarez y María Raña Antas. Lo fue, primero con sus hermanos, Aurelio, Sara, Mario, Apolinar y Abel, luego con su esposa María de los Ángeles Aldir, Gela, oriunda de Xesta, y con sus hijos María de los Ángeles, Mónica y Olegario, y con sus yernos y sus nietos. Antes que empresario era un hombre familiar, de creencias muy arraigadas, en sus orígenes en sus amigos y vecinos, en sus culturas.
Y no es fácil ya que fue un señor de mundo, un importante, relevante e influyente personaje internacional que conoció el éxito y gozó del mayor prestigio hasta su último día. Fue feliz también en EE UU.
Ya le conocí gozoso por compartir las fiestas parroquiales de San Roque, la romería en Los Prados próximos a Abelenda –topónimo hermoso, significa “lugar donde crían las mariposas”–, en el río de Xesta; en el Gran Hotel de La Toja, en A Toxa-O Grove; en las casas de los Hermida –con los añorados Agripina, Jaime, Pepe y Serafín, con Agustín o Ricardo, o su primo Manolo Hermida Pontevedra; con sus señoras–, jugando al dominó en el que fue Bar de Moncho –una de sus pasiones–; haciéndose a acompañar por Carlos Slim, Miguel Rincón –un día habrá que contar su vínculo con Beariz–, Javier Santoveña, José Collazo, Alejandro Blanco y sus esposas; por tantos otros buenos amigos y también por un servidor.
Son muchas las anécdotas, pero más han de ser las discreciones, por fidelidad al amigo, que me exigió no publicar la foto con Carlos Slim hasta tal día como hoy. He cumplido, seguiré siendo fiel a la palabra dada, pero no obviaré revelar dos datos: fue él quien consiguió que el Comité Olímpico Mexicano homenajease a José Luis Torrado ‘O Bruxo’, 50 años después de la celebración de los Juegos Olímpicos de México 1968, y a él corresponde el mérito de haber salvado la vida al entrenador gallego Gustavo Dacal, ingresado con una grave enfermedad en Veracruz. Bastaron sendas llamadas mías, como puede atestiguar su secretaria, Carmen Palomino, para hacer justicia y ayudar a dos paisanos. Me constan más acciones y benevolencias, su altruismo, a cambio de discreción –única exigencia–.
Este hombre fue el gallego de la emigración más universal, más incluso que mi querida Nélida Piñón. De él aprendí muchas cosas, por ejemplo que “permanecer valiente obliga a coexistir con turbaciones, a ir aprendiendo a alternar el disfrute con inevitables irresoluciones, nerviosismos y disgustos, a encontrar la solución con la acción, la decisión y el esfuerzo”. Todo eso figura en su trayectoria vital pública, que se resumió sucintamente en el libro ‘Mi vida en el deporte’, un exhaustivo repaso por la enorme trayectoria profesional, deportiva y personal de un polímata.
El empresario mexicano-gallego dirigió la Federación Internacional de Tiro Deportivo (International Shooting Sport Federation) durante 38 años. Se ha relacionado con múltiples personalidades, desde papas, cardenales, reyes, emires, presidentes, militares, empresarios, premios Nobel, miembros del Comité Olímpico Internacional, intelectuales, artistas, deportistas. Solo citaré a Juan Pablo II, la reina Isabel II de Inglaterra, Juan Carlos I, Felipe VI, Fidel Castro, Carlos Slim, Gabriel García Márquez, Juan Antonio Samaranch, Manuel Fraga u otra gallega universal, la Madre Salud.
Las más de 600 páginas de la publicación reseñada representan un compendio de experiencias únicas con los entrañables prólogos de su familia y de algunos de sus amigos, como Thomas Bach, presidente del COI, del que Olegario ha sido miembro desde 1995 a 2015. El empresario participó como tirador y compitió en cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos (Tokio 1964, México 1968, Múnich 1972 y Montreal 1976) y en todos los campeonatos mundiales desde 1966 hasta 1979, en los que estableció numerosos récords. Como líder de la Federación Internacional de Tiro (ISSF), supervisó la transformación de un deporte que ha formado parte de los JJ OO desde 1896. No cuenta claro, su último viaje a los Juegos de París.
Olegario protagonizó una buena parte de la historia de México, de España y de Galicia, de la emigración y del esfuerzo, del ingenio de quien empezó cobrando propinas o a explotar un simple teléfono público en la tienda de sus padres, en la Colonia de Guerrero, hasta quien puso de moda los colchones de resortes –sustitutos de los rellenos de borrega o algodón–, o supo rentabilizar la Compañía Hermanos Vázquez, o consolidar la creación del Grupo Empresarial Ángeles (Grupo Ángeles Servicios de Salud, Grupo Real Turismo, Grupo Financiero Multiva y Grupo Imagen Multimedios). Es imposible resumir todo, sintetizar tanto, evitar lo mucho bueno que ha de permanecer en la reserva por compromiso de amistad.
Hoy su alma descansa en paz compartiendo los cielos verdeazules y blancos de su amada Avión y el resplandor de El Ángel. Se fue debiéndome una biografía, en realidad nos la debe a todos.
Descanse en paz mi buen amigo y mi más sentido pésame a su familia.
Alberto Barciela
Periodista