María Piedad Prado: “El programa fue una oportunidad que se nos dio para decidirnos a venir”
Con 13 años María Piedad Prado dejó su localidad natal de Lobios, en Ourense, para irse a Argentina con su hermana, Dorinda, con quien ahora regresa a Galicia con el programa ‘Reencontros con Galicia’ y “para nosotras es una maravilla”.
“El programa fue una oportunidad que se nos dio para decidirnos a venir porque yo sola no quería venir”, explica María Piedad, quien asegura que “estamos contentas y tomamos la decisión de venir porque sabíamos que íbamos a estar en un grupo”. Además, matiza, “hay un tiempo para aclimatarse y sentir que estoy aquí” antes de ir al pueblo, al que no regresa desde hace 66 años.
María Piedad recuerda con dolor cómo fue su partida hacia Argentina. “Nuestro padre se había ido hace siete años y mamá hacía cinco años con una hermana menor, y durante todo ese tiempo no tuvimos contacto con ellos. Nos quedamos con una tía y los abuelos, que nos trataron de maravilla”, pero llegó un momento en que se tuvieron que ir con sus padres. María Piedad no quería irse mientras que Dorinda quería conocer Argentina, vivir allí un tiempo y regresar.
Para amortiguar la angustia de esa partida, su abuela les dice que estarían allí durante dos años y luego ya regresarían, pero no fue así. María Piedad tardó 66 años en volver mientras que Dorinda volvió cuatro años después y “estuve seis meses con mi mamá por todo Galicia”. Tras esta primera visita pasarían 48 años hasta que volviese y otros 14 hasta que ahora volvió con el programa ‘Reencontros’ de la Secretaría Xeral de Emigración.
“Cuando hay tanta angustia, hay una manera de aguantar”, que es manteniendo el contacto “con la gente conocida de los pueblos alrededor del nuestro”. “Cuando te vas –destaca–, aquella gente que antes no tratabas mucho y fuera, sí. Te unes mucho porque tenemos las mismas necesidades y los domingos nos juntábamos con todos los parientes y con la gente de la zona que fueron para allí”.
María Piedad hace hincapié en que en esas reuniones “había gaita, pandereta y armónica. Se tocaba y cantaba y volver a hacer lo mismo que nos unía”. “Nunca nos desprendimos de ir al Lucense y a los centros, donde había gente que tenía las mismas necesidades que nosotras”, explica esta ourensana de Argentina.
Además, “mientras criábamos a los hijos no podíamos, pero desde hace algún tiempo empezamos a ir más a los centros que agrupan a la colectividad. Empezamos a ir a todos los centros que nos invitaban”, asegura Dorinda.