El periodista vigués retornó en 2019 después de 13 años liderando la cabecera latina de ‘The Washington Post’

Alberto Avendaño: “Galicia necesita un plan piloto y crear un grupo de expertos para impulsar las relaciones con Estados Unidos”

El periodista gallego más internacional está de vuelta en Galicia. A sus 67 años, el vigués Alberto Avendaño reside en Vilagarcía con un bagaje de treinta años vividos en Estados Unidos, codeándose con los más poderosos entre los poderosos. La Casa Blanca, ‘The Washington Post’ o la Universidad de Johns Hokpins fueron algunos de los escenarios en los que se movió, que le han servido para visualizar el papel que debería jugar Galicia dentro de la plataforma global ‘hispanounidense’ y como parte de la relación de ida y vuelta que debería establecer con América.

Alberto Avendaño: “Galicia necesita un plan piloto y crear un grupo de expertos para impulsar las relaciones con Estados Unidos”
Escritor y Periodista Alberto Avendaño_TVG_Tiempo Latino y Washington Post
El periodista, con los tres premios Emmy que le concedieron durante su etapa en Estados Unidos.

Pertenece a la generación de emigrantes que acaba teniendo un pie en su país y otro en el de recepción. “Muchos somos ciudadanos de dos sitios, con dos pasaportes”, asegura Alberto Avendaño (Vigo-1957), quien rechaza el estereotipo del emigrante que se pasa la vida ‘chorando’. Eso “se acabó hace tiempo”, apostilla. “El emigrante –defiende– no es un ser que llega a un sitio para llorar”. “Claro que hay sufrimientos y depresión y shock cultural”, reconoce, pero, sobre todo, “reinvención e integración en el país que lo aceptó”.

Pregunta. ¿Uno se siente emigrante incluso siendo periodista?

Respuesta. Cuando llegué a Estados Unidos, en el año 1991, era periodista, escritor y profesor, y una vez allí hice lo mismo. Si conseguí algo fuera de lo común es porque Estados Unidos es un país socialmente muy flexible que permite a alguien como yo llegar a dirigir un proyecto en español durante 13 años en ‘The Washington Post’, ocupar puestos de responsabilidad o enseñar en una universidad tan importante como Johns Hopkins. 

P. ¿Qué es ser emigrante? ¿Cómo se siente uno cuando emigra?

R. Es como cuando tienes una novia. Esa relación te marca. Cuando llegué a Texas, que es donde se crio mi mujer, pasé de tener una vida profesional y unas referencias culturales en Galicia a la nada. El planteamiento es empezar de cero y eso es por lo que ha pasado cualquier emigrante desde el siglo XVIII o desde el ‘boom’ del XIX o principios del XX hasta hoy. No vamos con un Erasmus bajo el brazo, vamos a empezar una vida desde cero y a reinventarnos. 

P. ¿Cómo recuerda los comienzos? 

R. En Texas tuve suerte porque me metí en la universidad y pude compatibilizar algún trabajo de ‘freelance’ con otros en la radio pública de Galicia, y hasta cubrí unas finales de la NBA para el diario ‘El Mundo’. Eso, junto con la literatura infantil, nos permitió vivir y comprarnos una casita en el norte de Texas, que es más barato. Me matriculé en la Universidad Texas Tech en un departamento de periodismo que resultó una experiencia fantástica, y conseguí el ‘magna cum laude’ en tres años. Fue un privilegio ir a esta universidad, porque el profesorado tiene experiencia y muchos de ellos fueron estrellas del medio en el que trabajaron.

Luego nos fuimos a Washington porque yo quería salir de Texas. Intenté primero Atlanta, con la CNN, pero no tenía el perfil que querían, con lo que acabas recibiendo tus golpes bajos y sobreviviendo a ellos. También lo intenté con Nueva York, pero no me interesó, porque no me gustó la ciudad. Entonces, a mi mujer le ofrecieron un empleo en Washington D.C. y ahí comenzó todo. Trabajé con salarios de inmigrante, cuidaba de los niños... Luego me contrataron en la universidad Johns Hopkins y propuse hacer mi tesis sobre el bolero en ese centro para obtener el doctorado en Literatura Española.

P. ¿Cómo resultó la experiencia en la capital estadounidense?

R. Descubrí la capacidad de aceptación de una sociedad. Por eso la gente puede hacer cosas en ese país, porque les encanta apoyar a quien propone ideas interesantes y hasta te dan una beca. La diferencia entre EE UU y España es que allá no solo te creen, sino que están dispuestos a valorar lo que has hecho en el pasado. ¡Cuánta gente viene a España con experiencia y los ningunean! Allá te valoran.

P. ¿Y cómo surgió la vinculación con ‘The Washington Post’?

R. Cuando me concedieron la beca me surgió la posibilidad de liderar un proyecto editorial de un periódico hispano, ‘El Tiempo latino’, así que dejé lo del bolero para insertarme en ese proyecto editorial. Era una oferta que no podía rechazar; el periodismo era una pasión. Establecí entonces una relación con ‘The Washington Post’ que, a finales del siglo pasado y comienzos del actual, era de las pocas grandes cabeceras del país que no tenían una estrategia para la comunidad hispana. Ello implicó muchas horas de trabajo y muchos eventos en la Casa Blanca. En 2004, cuando estaba dispuesto a dejarlo y dedicarme a la tesis, me informaron de que ‘The Washington Post’ iba a comprar esa cabecera y querían contar conmigo. Así que me quedé. Cuando Jeff Bezos se hizo con el periódico, en 2013, el proyecto en español empezó a ser una necesidad menos importante, por la falta de interés de la empresa por lo hispano y, sin duda, como consecuencia de la falta de presión social que les haga pensárselo dos veces antes de ningunear al segundo idioma del país y a la demografía de mayor crecimiento. A Martín Baron, que era el director entonces y era amigo mío, no le interesaba seguir por esa vía.

P. ¿Se lo tomó como un golpe bajo?

R. En la vida no hay enemigos, hay gente que te va matando para que vayas resucitando de otra manera. Yo ya tenía entonces 60 años y empecé a sentirme un hombre libre. Durante un año me nombraron muchas cosas, entre ellas, corresponsal ante la Casa Blanca de la Asociación Nacional de Prensa Hispana de Estados Unidos, que suena muy glamuroso, porque estar al lado del presidente de Estados Unidos parece muy importante, pero a mí no me afectaba mucho. Yo estaba buscando cómo hacer la transición. Tenía las ideas muy claras y había que pensar en la familia y en cómo establecer la relación de doble vida Galicia-Estados Unidos. 

Una vez de vuelta, reconecté con mi base cultural literaria, con los ‘locos’ de los 70 y 80 y también con el mundo periodístico de aquí. Y en eso estamos.

P. Con tres premios Emmy a sus espaldas, ¿por qué decidió retornar?                 

R. En EE UU consigues cosas, pero sigues sabiendo cuáles son tus raíces. Efectivamente, en 2016 consigo mi primer Emmy por un reportaje cuyo video se subió al sitio web del ‘Post’, sobre la figura del senador Tim Kaine (en aquel momento candidato a la vicepresidencia con Hillary Clinton), y luego, en 2019, llegaron dos Emmy más.

Claro que yo podía haberme quedado allá y dedicarme a pensar en mi jubilación, pero quería darles a mis hijos la referencia de Galicia y, para eso, nada mejor que venir y empadronarme aquí. Llegué poco antes de la pandemia. En Estados Unidos también tengo mi residencia fiscal y tengo que pasar un tiempo al año allá, así que soy emocionalmente de dos sitios. Pero el ‘viguismo’ no se puede sacar de las venas. Yo descubrí que hay muchos emigrantes gallegos que vivimos en los dos mundos y con total normalidad. Si tuviera que definirlo de manera escueta diría que Vigo es mi patria; Washington, mi casa; y Vilagarcía, mi cama.

P. Una vez de vuelta, ¿se consigue romper el vínculo?

R. No, de hecho, me han llamado de Texas para formar parte de un proyecto periodístico cultural. No puedo hablar mucho de él, solo que saldrá en otoño y que se va a lanzar en San Diego. Se trata de un proyecto dentro del ámbito de la cultura y del pensamiento, que es el que más me interesa. El mundo de las ideas me interesa más que el de las noticias. Ahora, en el periodismo, solo hay el ‘qué’, estoy harto del ‘qué’. Sigo reivindicando el periodismo como parte fundamental de la democracia, pero tal vez me reconcilie con la profesión cuando las noticias recuperen la esencia que han perdido, que es la búsqueda de la verdad.

P. ¿Cómo son considerados los gallegos en EE UU? ¿Cuál es su cuota de poder en ese vasto país, si es que tienen alguna?

R. Para que haya influencia se necesitan estructuras que las faciliten. Ni Galicia ni España las tienen. Los mexicanos sí han construido algo por razones históricas y están viendo sus frutos convirtiéndose en orgullosos méxico-estadounidenses que alcanzan prominencia en el mundo empresarial, político y cultural sin olvidar sus raíces.

P. ¿Estableció conexión con muchos gallegos en Estados Unidos estando allá?

R. Vas encontrando la conexión gallega constantemente. Por ejemplo, la primera tienda latina en Washington D.C. la abrió la familia formada por Manuel Pena, de Ferrol, y Adelina, de Sober (Lugo), y yo escribí sobre ello. La montaron en los años 30 y aquello era fascinante: una historia de emigrantes gallegos que llegaron al país vía Cuba en los años 30 del siglo pasado y se convirtieron en ‘hispanounidenses’ sin olvidar nunca de dónde venían. Pero Galicia me siguió saliendo al encuentro a través de entrevistas con un amplio abanico de mandatarios latinoamericanos o de mis relaciones profesionales y personales con gente vinculada a la política (Frank Montero), la empresa (Domingo Rodríguez) o el mundo de Hollywood, con Martin Sheen y la familia Estévez. La conexión con Emilio Estefan –el marido de Gloria Estefan– fue peculiar. Me contó que cuando era pequeño se marchó de Cuba con su padre a Madrid y vivieron un tiempo en esa capital alojados en una habitación, esperando que les dieran el pase a Miami. Durante ese tiempo recibieron paquetes en papel de estraza con jamón, chorizo, etc., que le mandaba una tía desde Galicia y que fueron los que les salvaron la vida. Siempre le estuvo agradecido a su tía, hasta el punto de que una vez de visita en España consiguió localizarla en una aldea gallega. La describió como una señora mayor, con el pañuelo negro en la cabeza, que no dudó en servirles todo lo que tenía, que era lo mismo que les enviaba en los paquetes. Conocer esa conexión es lo que emociona.

Galicia es para ellos esa estrella que nunca deja de palpitar. En ese sentido, tiene una oportunidad en el exterior que nunca hemos sabido aprovechar.

“Todavía no hemos tocado la tecla para transformar el reconocimiento emocional que se tiene en el exterior por Galicia en algo sólido y perdurable”

P. ¿Qué actuaciones se deberían emprender? 

R. Se han hecho cosas interesantes, se han establecido relaciones, se ofrece a los jóvenes la posibilidad de volver, pero yo hablo de algo que posiblemente podría ser la futura red estable de relaciones entre Galicia y América, sin importar quién sea el político de turno. Hay que crear estructuras (organismos culturales, de pensamiento, de relaciones institucionales) que permitan al talento que tenemos en el exterior conectar con Galicia y hacer aportaciones. Hablo de establecer una relación de ida y vuelta con ese otro continente, y de manera muy especial, con Estados Unidos, país que no está siendo bien entendido. 

P. ¿Qué clase de relación?

R. De todo tipo. Ello requiere de un plan por escrito y crear una comisión de sabios que trabajen en esa dirección. En Galicia, como en otras partes, se hacen políticas para lo inmediato, pero establecer puentes de futuro es lo más complejo. Mañana viene a Galicia una estrella de Hollywood que tiene un padre gallego y sale en la prensa, pero hay que hacer más, hay que establecer relaciones y crear estructuras, para que cuando haya otros políticos mandando, todo eso siga funcionando y creciendo. Ese es el reto.

Cuando hablamos de penetración en otras culturas, hay reconocimiento emocional de Galicia, pero todavía no hemos tocado la tecla para trasformar eso en algo sólido, material y en el tiempo. Y se puede hacer.

P. ¿Y cuál es la fórmula? ¿En qué dirección habría que trabajar?

R .La fórmula es lo que yo he vivido en EE UU, que sigue intentando establecer relaciones con las américas a nivel individual. Es muy complejo lo que estoy diciendo, pero no nos podemos quedar solo en las políticas del poder de turno. Yo creo que Galicia está haciendo un trabajo excelente en cuanto a las políticas de emigración y retorno, pero todavía no nos hemos establecido en el mundo de la manera que deberíamos hacerlo.

“Podemos desembarcar en EE UU contando con aliados muy poderosos, en los medios de prensa, en el mundo académico, la farándula o las artes”

P. ¿Está dispuesto a aportar su idea a la Administración?

R. Claro que estoy dispuesto. Yo fui consejero de políticos importantes en EE UU, como es el caso del senador Kaine, que un día me llamó para hablar de manera relajada sobre la comunidad latina y sobre cómo llegar a ella de la mejor manera posible. Noté que estaba ante un político interesante; alguien que quería retroalimentarse de información para saber lo que tenía que hacer. En Galicia nos faltan instituciones para llegar a este punto. Es cierto que lo que hace el Instituto Cervantes está bien, pero en Estados Unidos, por ejemplo, la hispanidad es una plataforma global y Galicia tiene que saber estar ahí dentro.

P. ¿De qué manera?

R. El Gobierno gallego puede establecer relaciones país a país, con aliados concretos, con pequeñas estructuras, de manera que en el imaginario colectivo de esos países Galicia funcione. Tenemos la oportunidad de desembarcar en Estados Unidos con aliados muy poderosos, en los medios de comunicación, en el mundo académico, en la farándula, en las artes..., pero hay que entrar con un plan piloto y sencillo.

P. ¿En qué consistiría?

R. Parte de lo que vamos a hacer en Austin, en Texas, es empezar a elaborar el ideario de una comunidad tan potente como la ‘hispanounidense’. Si los políticos entienden que se debe entrar en el mundo de las ideas para construir el futuro, estaremos en otro nivel; de lo contrario estaremos en el mundo ‘choromicas’ de siempre. Tenemos por delante el reto y hace falta sentarse en una mesa con gente con experiencia, sin importar el carné que tenga ni su ideología. A través de nuestras ideas en común podremos aportar algo al mundo transfronterizo que son las migraciones. Galicia puede vivir como una comunidad de doble vía donde se le ofrezcan oportunidades a los de allá, pero donde exista una comunidad que sea global. Hay que quitarse de la cabeza mucho racismo endémico, mucho estereotipo y tirar para adelante. Hay mucho por hacer y es fascinante pensar que se puede hacer.

“Conectar con el factor humano fue lo mejor de las relaciones que establecí en la Casa Blanca”

P. ¿Cómo se ve el mundo desde tan alta cima de poder como es la Casa Blanca?

R. Se ve muy bien. En Estados Unidos he aprendido a entenderlo y apreciarlo. Claro que se puede hablar de muchos Estados Unidos, porque allí también hay terceros mundos, catástrofes y cataclismos; hay el todo y la nada, pero tengo que decir que lo que a mí me interesó es la relación personal y humana con la gente que tiene el poder.

En Estados Unidos descubrí más políticos que aquí que entienden la política como servicio público. Esto es algo que he visto allí en gente con la que mantuve lazos muy cercanos como es el caso del senador Tim Kaine. Políticos como Bill Clinton o Hillary, claro que tienen grandes fortunas y son millonarios, pero tienen un sentido de responsabilidad que va más allá del arribismo, del trepa y de la arrogancia. Yo he tenido la fortuna de estar rodeado de gente que entiende ese concepto de la política como servicio. Desafortunadamente no son la mayoría, porque todos los demás que he conocido son personajes absolutamente patéticos, grotescos.

P. Cuando vemos series como ‘House of Cards’, ¿nos aproximamos a esos estereotipos?

R. En ‘House of Cards’ hay muchos elementos reales, pero también se va por los cerros de Úbeda. Fue una serie que al principio me gustó mucho y me divirtió, por el entramado y los personajes, también por cómo refleja el manejo de los golpes que llegan de una manera y los políticos hacen que reboten de otra más beneficiosa. Eso lo han estado aprendiendo en España y fue muy interesantes sacarlos a la luz. 

P. ¿Cómo le fue posible establecer esa relación humana de la que habla con políticos de tan alto nivel?

R. Tener mi oficina dentro del edificio de ‘The Washington Post’ durante 13 años me permitió asistir a reuniones y hablar con presidentes de diferentes países de Hispanoamérica. No me centraba en las relaciones bilaterales, porque sabía que me iban a dar una respuesta estándar, sino que hablaba con ellos de fútbol, de Galicia... Galicia es muy importante para ellos. En cuanto descubren que eres gallego, se vuelven locos. El ser capaz de conectar con ese factor humano fue para mí lo más importante de las relaciones en la Casa Blanca, y lo mismo con los políticos del Congreso, del Senado y con los locales.

P. Dice que cuando esos dirigentes descubren que su interlocutor es gallego, se vuelven locos, ¿por qué?

R. Se abrían y me hablaban de su abuelo, que era gallego, o de la conexión que tuvieron con Galicia mientras crecían. En cierta ocasión, en un encuentro con el expresidente de Uruguay José Alberto Mujica, que es de origen vasco, descubrí que su embajador en Washington se llamaba Carlos Pita. Le recordé que la plaza principal de A Coruña lleva su apellido y me contestó: “Nosotros, en casa, tocábamos la gaita”. De esos encuentros surge una conexión más emocional que política, y cuando un periodista puede establecer esa relación humana a ese nivel te das cuenta de lo que suscita Galicia a nivel emocional. Es un sentimiento que une las américas, Estados Unidos incluido, y vas descubriendo Galicia en ese país tan enorme.

“Si EE UU cae otra vez en manos de Trump, Europa debe preocuparse”

P. Los estadounidenses eligen presidente el próximo día 5 de noviembre, ¿qué está pasando en ese país para que se tenga que elegir entre una persona mayor y una que está condenada y tiene varios juicios pendientes?

R. Estados Unidos tiene una situación patética y preocupante en la que espero no caiga Europa por contagio. La elección es fácil: es entre un político de edad y con cuatro años de resultados positivos y un criminal convicto. Lo primero que hay que decir es que el gobierno de Biden ha hecho un gran trabajo en cuatro años para superar el desastre en que quedó el país durante el periodo de Trump. Pero después de un mal debate de Biden, los medios estadounidenses pidieron su dimisión y nunca la dimisión de un criminal que además les miente a todos en su cara. Algo huele mal en la prensa. 

P. ¿Por qué en un país como ese tiene crédito un personaje como Trump?

R. Cuando las clases medias pierden poder y se empobrecen sube el voto extremista y populista, que incluye al nuevo rostro de los fascismos europeos del siglo pasado: los dictadores con traje de elegidos democráticamente, los autócratas y todos los que aseguran solucionarlo todo destrozando las bases más elementales que sustentan una Sociedad con aspiraciones de justicia y protección social. 

El Partido Demócrata no ha querido lanzar a su nuevo liderazgo y el electorado se encuentra entre un mentiroso criminal aspirante a autócrata y un político que se esfuerza por mantener la estabilidad económica y social de un país donde hasta el Tribunal Supremo está tomado por jueces que animan a la erosión del sistema democrático. Si EE UU cae en manos por segunda vez de Trump (apoyado por billonarios sin escrúpulos como Elon Musk, por controladores de medios de comunicación como Murdoch y por Putin, entre otros) Europa debe preocuparse.