Tribuna abierta de Miguel Ángel Alvelo

Ha fallecido un amigo, el embajador Eduardo Cerro

Hoy he recibido la triste noticia, de parte de mi amigo el embajador Eduardo de Quesada, del fallecimiento de Eduardo Cerro.
Ha fallecido un amigo, el embajador Eduardo Cerro
CERRO con monjas
Eduardo Cerro y el entonces embajador de España, José Antonio San Gil, junto a unas monjas en La Habana.

A Eduardo Cerro tuve la oportunidad de conocerlo en el verano de 1993. Y puedo decir que fue un hombre muy recto en el cumplimiento de sus responsabilidades al frente del Consulado de España en La Habana, al que estuvo destinado entre 1993 y 1997. Varias veces al año regresó a Cuba luego como turista, salvo en el paréntesis de la pandemia de Covid. Tal era su cariño por la isla que consideraba a La Habana como su segunda residencia, y allí compró un apartamento en la 3ra avenida de Miramar.

Eduardo Cerro fue designado embajador de España en Paraguay mediante el Real Decreto 1128/1987, del 11 de septiembre de 1987, a propuesta del ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. Su cese en ese cargo, en reconocimiento a los servicios prestados, fue firmado en enero de 1993 por el ministro Javier Solana. Ese mismo año, fue destinado como cónsul general de España en La Habana, puesto que desempeñó, como señalé antes, hasta 1997. Aún recuerdo su visita a mi provincia de Camagüey para reunirse con la colectividad española.

En junio de 1997, fue nombrado embajador de España en la República del Ecuador, según lo publicado en el Real Decreto 1053/1997, firmado por el ministro Abel Matutes. Allí desempeñó su responsabilidad hasta 2001, cuando en julio fue cesado mediante el Real Decreto 817/2001, firmado por el ministro Josep Piqué Camps.

En el mes de enero de 2008, y a propuesta de mi buen amigo el ministro Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé, Eduardo Cerro Godinho fue ascendido a la categoría de embajador plenipotenciario de Primera Clase, según lo dispuesto en el Real Decreto 75/2008.

Siempre le envié mis artículos a Eduardo Cerro por WhatsApp, y él me animaba a seguir escribiendo. Nunca quiso que escribiera sobre él. Me decía: “Alvelo, yo soy un simple jubilado, mejor que los compañeros que están activos te hablen de su trabajo; esos sí son interesantes”.

Eduardo, hoy te dedico estas líneas en agradecimiento por tu paciencia conmigo. Ahora vienen a mi mente las palabras de quien fuera arzobispo en mi Camagüey, monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, quien en una conversación en el Arzobispado me dijo: “La vida es una incógnita, y la muerte es un misterio”.

Descansa en paz, mi amigo Eduardo Cerro.

alvelo@alelo.org

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