Opinión

El puerto de El Callao y el origen de su nombre

El puerto de El Callao y el origen de su nombre

 

“El Callao tiene una playa pedregosa, con guijarros grises o negruzcos que golpean con ruido seco cada vez que se retiran las olas –nos recuerda el inefable historiador peruano Aurelio Miró-Quesada–. Éste es, precisamente, el origen del nombre”. Pues, en verdad, Callao no proviene de la lengua “yunga” de la costa, como nos indicó Jiménez de la Espada, siguiendo la estela del señor Montesinos, quien, a su parecer, “callao” significaba “cardero”, el que hace cardas. Tampoco procede de la lengua “quéchua”: “callu” o “callu-o”, esto es, lugar de lengua de tierra. Ni de “calla”, costa, como supuso Mideendorf. Tampoco Callao y chalaco tienen su origen en las voces “aimaras”: “challua”, costa o pescado, y “challua-haque”, es decir, hombre de costa, tal como estimó el señor Torres Saldamando. Acaso más lógica es otra derivación de la lengua “yunga” de la costa: “xllac” o “shallak-o”, que significa hombre de mar, a juicio de Benvenutto Murrieta.

El puerto de El Callao y el origen de su nombre

Así, pues, Callao –según la mayor solidez expresada por Palma y “Juan de Arona”, asimismo robustecida por el filólogo español Corominas, es, ciertamente, un término dialectal de Canarias: un vocablo de la terminología marina, que significa “guijarro, peladilla de río, zahorra, lastre”. He aquí por qué hallamos aquello que caracteriza a la playa chalaca. Evoquemos la voz del carmelita Vázquez de Espinosa, quien –en su Compendio y descripción de las Indias Occidentales– afirmaba que “el terruño y playa donde está fundado (el Callao), es cascajo suelto, o guijas menudas, con que se lastran todos los navíos del mar del Sur”.

¿Y cómo no recordar la aseveración de Fray Martín de Murúa en su Historia General del Perú?: “Dos leguas de la ciudad de Los Reyes, o Lima, está su puerto, dicho el Callao a causa de las muchas piedras que hay en él”. De este modo lo contemplaron quienes por vez primera llegaron, en 1535, para escoger el lugar de la ciudad que fuera asiento del conquistador don Francisco Pizarro. Precisamente, una de las razones por las que Pizarro fundamentó su elección fue ésta: “por estar como está junto a el muy buen puerto para la carga e descarga de los navíos que vinyeren a estos Reinos, para que de aquí se provean de las cosas necesarias los otros pueblos que están fundados o se fundaren la tierra adentro”. Dicho de otra manera: la fijación del destino del Callao como puente de enlace.

Durante aquella época, no obstante, no existía en el lugar sino la “ranchería” de pescadores de Pitipiti, cuyo significado, al decir de Carlos A. Romero, era “atarazana”, lugar de tejedores de hilos o de redes. Ahora bien, sobre las faenas indígenas de la pesca, los primeros pobladores españoles marcaron el acento mayor en el comercio. Así, el 6 de marzo de 1537, el Cabildo de Lima otorgó autorización a Diego Ruiz, para que alzara un “tambo” que protegiera del viento o del sol las mercaderías, la ropa y el vino. De todas formas, el cuidado era tan efímero y la llegada de los navíos tan distanciada, que ni siquiera se pensó en fundar un pueblo; ni hubo preocupación por concederle un nombre. ¡Tan solo era el “tambo de la mar”! O más detalladamente: el “puerto de Lima”. Y, a partir de 1550, no para bautizarlo sino aludiendo a su geografía, el “puerto y callao de Lima”.