Opinión

Miguel Ángel Asturias y el pueblo de los Mayas

“Mi querido amigo: le doy las gracias por haberme dado a leer estas ‘Leyendas de Guatemala’ del señor Miguel Ángel Asturias. Como escritor tiene suerte, porque la traducción de su trabajo es deleitable, por lo tanto, excelente; es decir, bella, pero fiel. Una buena traducción tiene las virtudes de una esposa romana: egregia coniux. En cuanto a las leyendas, me han dejado traspuesto. Nada me ha parecido más extraño –quiero decir más extraño a mi espíritu, a mi facultad de alcanzar lo inesperado– que estas historias-sueños-poemas donde se confunden graciosamente las creencias, los cuentos y todas las edades de un pueblo de orden compuesto, todos los productos ‘capitosos’ de una tierra poderosa y siempre convulsa”, leemos en la carta que el célebre poeta francés Paul Valéry escribió al señor Francis de Miomandre.

Miguel Ángel Asturias y el pueblo de los Mayas

Pues, en efecto, tórrida naturaleza mezclada con botánica confusa se insertan dentro de la magia indígena. Henos ante el Volcán, los frailes, el Hombre-Adormidera, el Mercader de joyas sin precio, las “bandadas de pericos dominicales”. Asimismo, “los maestros-magos” que van a las aldeas a enseñar la fabricación de los tejidos y “el valor del Cero”. Un apasionante sueño tropical donde “el Cuco-de-los-Sueños se despierta en el alma”.

“Se aconsejaba Stendhal a sí mismo el leer todas las mañanas un poco del ‘Código Civil’ –señala Paul Valéry–. Este consejo tiene su valor. Pero una farmacopea tiene que ser completa. Después del tónico hacen falta los bálsamos y las resinas embriagadoras. Una dosis de cuando en cuando de este elixir guatemalteco es excelente contra tantas cosas”. “Guatemala” nos abre las jambas del hermoso libro. Después, “Ahora me acuerdo”. A continuación, “Leyenda del Volcán” y “Leyenda del Cadejo”. Y la “Leyenda de la Tatuana”, la “Leyenda del Sombrerón”, finalizando con la “Leyenda del tesoro del Lugar Florido”. Más adelante, serán “Los brujos de la tormenta primaveral” y “Cuculcán, Serpiente-envuelta-en-plumas”.

La obra de Miguel Ángel Asturias –Premio “Nobel” de 1967– se completa con un generoso y necesario “Índice alfabético de modismos y frases alegóricas”. Igualmente, “Modismos empleados en ‘Los brujos de la tormenta primaveral”. Y “Notas sobre ‘Cuculcán”, así como los “modismos” empleados en esta obra.

Desde siglos antes de que Europa tuviera “noticia” de un Nuevo Mundo, comenzaba un indescriptible desarrollo cultural merced al pueblo de los Mayas. Ellos alzaron venerables monumentos colmados de relieves, establecieron un riguroso calendario y cultivaron las artes, además de desplegar su sabiduría en la agricultura. He ahí, pues, cómo ejercieron el dominio sobre una vastísima región que, en la actualidad, se distribuye entre Guatemala, Méjico y otros países de Centroamérica. Tras la conquista de Méjico, los españoles se establecieron en ella, fundando ciudades –alguna de ellas incluso tres veces, como Santiago de los Caballeros–, instauraron la Audiencia de los Confines en el que ya se denominaba “reino de Guatemala”, donde dio comienzo una época de sello hispánico hasta su emancipación. Así, pues, a partir de 1848 es una “república independiente”. En ella nació, en 1899, Miguel Ángel Asturias, en la ciudad de Guatemala. Moriría en Madrid en 1974.