Opinión

La escena política de Guatemala y Miguel Ángel Asturias

El Señor Presidente, que Miguel Ángel Asturias publica en 1946, rebasa y supera las precedentes acerca de la tiranía de un dictador en América Latina. La descripción de los efectos corruptores de la dictadura de Estrada Cabrera sobre el tejido social de su país, Guatemala, ejemplariza en el momento de su publicación lo que está sucediendo en tantos países sudamericanos. En 1853 se publica Amalia, del argentino José Mármol, primera novela que fustiga la tiranía dictatorial. El ejemplo ha de multiplicarse: las obras del colombiano Vargas Vila abundan en el mismo sentido. En El Cabito, el venezolano denuncia al dictador Cipriano Castro. El ecuatoriano Gerardo Gallegos se eleva en El puño del amo contra el dictador Juan Vicente Gómez, sucesor de Castro en el poder”, escribe el poeta y ensayista español Luis López Álvarez en Conversaciones con Miguel Ángel Asturias, Colección ‘Novelas y Cuentos’, Editorial Magisterio Español, S.A., Madrid, 1974.

La escena política de Guatemala y Miguel Ángel Asturias

Pues, en efecto, en 1901 el dictador Manuel Estrada Cabrera cedía a Minor G. Keith –fundador de la ‘United Fruit Company’– gratuitamente, y por noventa y nueve años, los ferrocarriles construidos en el país, Puerto Barrios –el único puerto guatemalteco en el Atlántico–, al igual que tierras, edificios y líneas telegráficas. Orellana, sucesor de Estrada Cabrera, en 1924 arrendaba por veinticinco años a la ‘United Fruit Company’ las márgenes del río Motagua. Así legalizaba la ocupación por la bananera de las tierras de las que despojó a los guatemaltecos.

La primera huelga victoriosa de los obreros de la bananera tuvo lugar en 1949, de modo que así logran el primer “convenio colectivo”. Gracias a la Ley de Reforma Agraria de 1953, el gobierno del coronel progresista Jacobo Arbenz expropiaba 84.000 hectáreas a la Compañía Agrícola de Guatemala. Al año siguiente, expropiaba 70.000 hectáreas más a la propia ‘United Fruit’, que Castillo Armas había de devolverle, juntamente con las anteriores, al triunfar la contrarrevolución que lideraría ese mismo año de 1954.

“Ahora bien, el dictador Estrada Cabrera fue monstruo invisible mentado por las personas mayores durante toda la infancia del escritor Miguel Ángel Asturias”, nos recuerda el escritor español Luis López Álvarez en la ‘Introducción’ de su libro. Resaltemos, por cierto, que el padre del novelista guatemalteco perdió su empleo y hubo de abandonar Ciudad de Guatemala, refugiándose en la mansión de su suegro en Salamá. De tal manera que el niño Miguel Ángel tuvo la oportunidad de familiarizarse con usos y costumbres de los indios descendientes de los ancestrales mayas.

Cuando el niño-Asturias –al dirigirse a Salamá– atravesó el río Motagua, que tiempo después –rescatado de la codicia de la ‘United Fruit’– se transformaría en el “río sagrado” y de la leyenda de su trilogía de “novelas bananeras”: Viento fuerte (1949), El papa verde (1959) y Los ojos de los enterrados (1960). No pocos de estos hechos históricos provocaron el camino de un largo exilio para Miguel Ángel Asturias, tras denunciar lo acontecido en su obra Week End en Guatemala. Asimismo, la frustración de la burguesía nacional inspiró su última novela Dos veces bastardo.