Opinión

Río

Seguro que usted, lector, desconoce que el redactor jefe de este semanario, Antonio Lamas, fue en tiempos un destacado periodista deportivo. Como redactor jefe de GM es competente, pero como cronista y crítico deportivo fue un ejemplo por su contención, es decir, porque explicaba sin excitarse y sin excitar al lector. En eso consiste la objetividad: ético antes que estético.
Seguro que usted, lector, desconoce que el redactor jefe de este semanario, Antonio Lamas, fue en tiempos un destacado periodista deportivo. Como redactor jefe de GM es competente, pero como cronista y crítico deportivo fue un ejemplo por su contención, es decir, porque explicaba sin excitarse y sin excitar al lector. En eso consiste la objetividad: ético antes que estético. Hace unos días coincidimos ambos con varios periodistas deportivos de distintos medios gallegos y salió el tema de los Juegos. Lamas argumentó que era imposible que Madrid fuera designada para organizar la edición de 2016 y todos coincidimos sin fisuras en la misma certeza: la rotación continental, la idea que el mundo (excepto los propios españoles) tiene de la relajación española respecto al dopaje, el premio a la pujanza creciente de Brasil y el apoyo de toda Sudamérica, etc. Los que allí estábamos no somos tipos extraordinarios que manejan información extraordinaria, sólo periodistas que tuvieron un instante de esa sinceridad que no se suele publicar.  Cuento todo esto para que hagamos una reflexión sobre cómo a diario se miente a la opinión pública desde los medios que están al servicio del poder. Los grandes partidos españoles –y las empresas que se benefician de las operaciones millonarias que en estos eventos campan sin mucho control fiscal– se estaban echando un pulso entre sí para ver quién era más patriota y ninguno estaba dispuesto a reconocer que todo era un montaje carísimo. El primero que dijera la verdad sería fulminado por la locura del nacionalismo español.