Opinión

Influidos

Lo más importante de las crisis económicas es la percepción que se tiene de ellas al margen de la realidad, y la causa está en la formación de la ciudadanía y en la manera en que los medios –o los que mandan sobre ellos– la tratan ante la opinión pública.
Lo más importante de las crisis económicas es la percepción que se tiene de ellas al margen de la realidad, y la causa está en la formación de la ciudadanía y en la manera en que los medios –o los que mandan sobre ellos– la tratan ante la opinión pública. Así, sucede en España que las encuestas a pie de calle revelan que la gente piensa que ha bajado la tensión de la crisis respecto a la situación de locura de hace un par de meses. Sin embargo, los datos económicos insisten en afirmar que hoy se está peor que hace unas semanas. Y yo me sumo a los que sostienen que lo peor está por venir, cuando miles de familias de parados o precarios revienten con las hipotecas que todavía están sosteniendo por los pelos. Los medios han bajado la tensión por dos motivos: Primero, por la propia dinámica periodística del sensacionalismo de altibajos que necesita carne siempre fresca y no puede repetir el mismo titular aunque sea dramático y veraz; y, segundo, por la estrategia política del Gobierno de decir y pagar porque se diga que aquí no ha pasado nada, bien con publicidad directa o bien falseando las cifras de pobreza y paro reales con obras aparatosas e inútiles en las calles y otros gestos para la galería.  Este seguidismo es el mismo que hace que muchos españoles, aun los más pobres y desvalidos, piensen que su vida va a mejor cuando les cuentan que Botín, un banquero español que quiere comerse el mundo, ha multiplicado su fortuna absorbiendo una empresa de otro país. Como si fuera la selección de fútbol, todos contentos.