Opinión

Cocina Gallega

Hace unos días, el Papa Francisco decidió que el primer viaje fuera del Vaticano tuviera como destino la isla italiana de Lampedusa, distante 113 kilómetros de África, y “puerta de Europa” para muchos emigrantes norafricanos. Allí, denunció la “globalización de la indiferencia” que hace que un hombre no se sienta responsable de las muertes de los inmigrantes que pierden la vida en las travesías buscando un futuro mejor. Denunció también a los traficantes que se aprovechan de la pobreza y desesperación de estos hombres y mujeres que mueren en el mar, en barcas que en vez de ser una vía de esperanza se convierten en un camino de muerte. Casi al mismo tiempo, una avalancha en Melilla de gente que aspiraba a ingresar a territorio español provocó escenas de enorme dramatismo. Muchos murieron en los últimos años tratando de cruzar el estrecho de Gibraltar, o la frontera de Estados Unidos desde México. Pero, añadió el Papa argentino, producto él mismo de la inmigración italiana al Río de la Plata: “Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no nos interesa, no es cosa nuestra”. Conozco el caso de un paisano que, viajando como polizón en un hueco de la proa de cierto barco mercante llegó, en la década del 50, muerto a Buenos Aires. Que no todas fueron rosas en la epopeya de la emigración masiva hacia América. Releyendo el libro ‘A Literatura do exilio galego en América’, editado por la Fundación Alfredo Brañas en 1995, con edición de José Varela Iglesias, leemos que este apunta en la Presentación de una obra donde se analiza la obra de escritores como Castelao, José y Eduardo Blanco Amor, Rafael Dieste, Xavier Bóveda y Álvaro de las Casas: “Ahora se pretende rendir un homenaje y un acto de justicia a una obra realizada con sutiles, a veces frágiles, conexiones con la literatura asentada en Galicia y con una dolorosa distancia de las raíces. En definitiva, se pretende una reincorporación a la tierra de la obra de aquellos que tuvieron que abandonarla para seguir viviendo y creando”. Asociando con las imágenes de millares de inmigrantes dispuestos a morir antes que perecer inmóviles en una tierra para ellos estéril, uno se pregunta: ¿No llevan todos ellos, en su ruta migratoria, a la patria incorporada? ¿La obra creada en el país de acogida de los artistas emigrados no pertenece en esencia al patrimonio cultural de la tierra de origen? ¿No son sus hijos nacidos en la diáspora herederos, continuadores y custodios de sus tradiciones? En el libro que comentamos, Dinko Cvitanovic, cita las siguientes palabras de José Blanco Amor: “Mi tierra es la Argentina; mi medio es el argentino; mi entorno es lo argentino y mi personaje el hombre argentino. Este tesoro, esta cantera, no la abandono de ninguna manera…”. A continuación, Cvitanovic analiza dos novelas de nuestro paisano. La primera, ‘La vida que nos dan’, ambientada en Galicia; la segunda, ‘Antes que el tiempo muera’, en el norte argentino. Una demostración de la vida entre dos mundos que viven todos los emigrantes, especialmente los que no pierden conexión emocional con su tierra de origen, y aman profundamente a su patria de adopción. Varela Iglesias comenta una anécdota de Vilanova, autor de una monografía en dos volúmenes sobre los gallegos emigrados en Argentina, editados por el Centro Gallego de Buenos Aires. Parece que Vilanova se sorprende al encontrar un comentario en el libro de honor del Centro Gallego, escrito por Ramiro de Maeztu, a la sazón embajador de España en tiempos de Franco, y  que decía lo siguiente: “Los gallegos trabajan dondequiera, en la tierra y en el mar, en la ciudad y en el campo, en el antiguo y en el nuevo mundo. Lo mismo contribuyeron a abrir con sus picos y barrenos el canal de Panamá que a atender los ferrocarriles que singuen el planeta en corsés de hierro. Se los encuentra igual en las canaveiras de Cuba que en las facendas de café del Brasil o en la pampa argentina. Un gallego carga los fardos más pesados. Es la encarnación del atlante que lleve el mundo al hombro”. A Vilanova le parecen el colmo las palabras del embajador, y que en la revista del Centro las cataloguen como palabras de oro. Varela Iglesias no coincide con Vilanova, y entiende que Maeztu, con antecedentes gallegos, no desconocía los muchos poetas, artistas y personajes de la cultura que ha dado Galicia al mundo, y solo quiso destacar la formación anónima de los emigrantes gallegos. En fin, camino a la cocina, me quema como un carbón encendido aquella frase que oíamos allí lejos, y hace tiempo: ¿para que queremos burros, o mulas, mientras tengamos gallegos?

Merluza frita

Ingredientes: 1 ½ de merluza en filetes, jugo de limón, 1 vaso de vino blanco, 2 huevos, harina, pan rallado, perejil picado, sal, aceite.
Preparación: Mezclar el jugo de limón, el vino, el perejil, y la sal, y dejar en este adobo la merluza una hora. Escurrir el pescado, pasarlos por la harina, el huevo batido y pan rallado. Freír en abundante aceite, disponer sobre papel absorbente. Acompañar con puré mixto de papas y calabaza.