Opinión

Cocina Gallega

Los estadounidenses entendieron enseguida el valor propagandístico del cine. Después de la Segunda Guerra Mundial saturaron las pantallas, no solamente en las clásicas cargas de caballería del legendario Séptimo Regimiento, con la imagen de su bandera flameando triunfante.

Los estadounidenses entendieron enseguida el valor propagandístico del cine. Después de la Segunda Guerra Mundial saturaron las pantallas, no solamente en las clásicas cargas de caballería del legendario Séptimo Regimiento, con la imagen de su bandera flameando triunfante. Aunque las banderas propias de reyes y linajes, en el sentido nacional que se le dio especialmente a partir de la Revolución Francesa, son de novísima data en términos históricos, podemos rastrear antecedentes lejanos. Se dice que las banderas tienen su origen en el territorio de la actual Birmania, pero el primer documento que las menciona es del Imperio Persa, donde entre los años 550 y 330 a.d.C. se utilizo la bandera ‘Derafsh Kaviani’ como símbolo identificatorio del Imperio. Por esa razón, muchos la consideran la primera bandera de Irán. En Europa, las legiones romanas avanzaban precedidos de estandartes, primero rígidos y luego flexibles, con símbolos de animales, especialmente águilas. Así, estas insignias comenzaron a tener mucho valor en los campos de batalla, donde distintas banderas se utilizaban para identificar distintas unidades y situaciones que facilitaban los movimientos y estrategias de las tropas. Pero donde alcanzaron las banderas gran difusión fue en el mar, ya que designaban la nacionalidad de los barcos mercantes, el soberano al que pertenecían. También se crearon códigos visuales que permitían las comunicaciones entre barcos, enviando mensajes a gran distancia con un sistema de banderas de señales. Volviendo al cine, era imagen de gran tensión emocional para los espectadores, el ver izar la temida bandera negra con las tibias cruzadas y la calavera que identificaba a los piratas. La bandera gallega, que aún muchos emigrantes octogenarios (doy fe) no reconocen como propia, es una típica bandera naval. Se dice que, al identificar la provincia marítima de A Coruña, y ondear en barcos y puertos, quedó fija en las retinas de quienes abandonaban su tierra marchando a un destino incierto. Curiosamente esta bandera inicialmente llevaba la cruz de San Andrés, y ante una protesta de Rusia, cuyos barcos llevaban una bandera similar, se le amputó uno de los brazos quedando con el aspecto actual. Lo cierto es que fueron los emigrantes los primeros en utilizarla, y solo ‘a posteriori’, se utiliza en Galicia. En cuanto a la bandera rojigualda que identifica a España, se creó en 1785 con un escudo diferente al actual. Entre 1931 y 1939, la República utiliza la misma bandera pero cambiando una de las franjas rojas por otra morada. Escribo esta nota el 20 de Junio, Día de la Bandera en Argentina. La misma fue izada por primera vez en 1812, en Rosario, por orden de Manuel Belgrano, quien comunica al gobierno su decisión con estas palabras: “Siendo necesario enarbolar bandera y no teniéndola, mandela hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela Nacional. Espero que sea de la aprobación de V.E.”. Cabe recordar que en los días de la revolución de Mayo se repartieron escarapelas rojas y blancas con la imagen del rey depuesto, y celestes y blancas, colores de la casa de Borbón. El mismo Belgrano indica que evitó el rojo en la nueva bandera para no crear confusiones, ya que los ‘realistas’ lo usaban en sus ejércitos. El gobierno desautoriza esta decisión y amonesta al prócer, que humildemente responde que la guardará amorosamente hasta el día del triunfo definitivo de las armas de la patria. De hecho, hasta 1815 la bandera que  ondea en Buenos Aires es la española. Recién el 20 de Julio de 1816 el Congreso de Tucumán oficializa la nueva enseña patria. El creador de la bandera argentina era criollo, pero su padre, Domenico, no fue español, sino italiano, de Liguria, cuyo apellido era Peri, castellanizado Pérez, aunque luego adopta como primer apellido Belgrano. La madre, de familia oriunda de Santiago del Estero, nació en Buenos Aires. Al ser su padre un próspero comerciante que había amasado una considerable fortuna, Belgrano logró una notable educación, al punto que el mismo Papa lo autorizó a leer libros prohibidos, aun los heréticos, gesto que se le otorgaba a unos pocos privilegiados. Sin ser militar, dijo de él José de San Martín en carta a Godoy Cruz: “Es el más metódico de los generales que conozco en nuestra América; lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos en punto a milicia de un Moreau o Bonaparte, pero créame usted que es el mejor que tenemos en la America del Sur”. Como suele suceder con los hombres honestos y humildes, murió en la más extrema pobreza e ignorado por sus compatriotas. Pero su espíritu flamea en cada bandera con los colores que él imaginó ideales a orillas del río Paraná.

Estofado de pollo

Ingredientes: 1 pollo, 2 cebollas, 2 dientes de ajo, 2 zanahorias, 100 grs. de arvejas, 2 hojas de laurel, perejil, pimienta, sal, tomillo, azafrán, aceite.

Preparación: Trocear el pollo en octavos y dorar en el aceite, añadir la cebolla en juliana, los ajos aplastados y la zanahoria rallada. Rehogar hasta tiernizar. Sazonar con la sal, pimienta, tomillo y perejil picado. Incorpora caldo de ave caliente, cocer 30 minutos. Agregar las arvejas, y añadir el azafrán diluido en un poco de caldo. Dejar cocer hasta que el pollo esté hecho.