Opinión

Cocina Gallega

La Unesco declaró en el 2001 que el 21 de marzo fuera considerado el Día Mundial de la Poesía, teniendo en cuenta que coincide, el día, con el equinoccio de primavera (del hemisferio norte, que es donde se decretan las fiestas). Y de esta manera, en el hemisferio sur, en vez de flores para asociar con el arte poético tenemos las hojas doradas del otoño, la dulce melancolía y la lluvia.

La Unesco declaró en el 2001 que el 21 de marzo fuera considerado el Día Mundial de la Poesía, teniendo en cuenta que coincide, el día, con el equinoccio de primavera (del hemisferio norte, que es donde se decretan las fiestas). Y de esta manera, en el hemisferio sur, en vez de flores para asociar con el arte poético tenemos las hojas doradas del otoño, la dulce melancolía y la lluvia. Viendo por mi ventana, aquí en el sur del conurbano de Buenos Aires, los árboles que comienzan a desnudarse, escribo: “Trémula, /una hoja giró / (cobre milenario / pendiendo de un hilo). / Pero la brisa calida, / débil caricia, / apenas logró / que la sombra / tiznara / la luz intermitente / del ojo apagándose / tras los parpados mojados / del ser humano en ciernes…”. No me convence el último verso, ni el título provisorio: ‘Paleolítico’. Pero el cielo este 21 de marzo, aquí, es gris, y las dudas están como duendes traviesos, hacen cosquillas, muerden certezas. Ya veré luego si el poema se concreta, queda en el cuaderno herido de tachaduras, o descansa definitivamente en el cesto. Nunca se sabe el destino de un poema. Hace unos días una amiga de Facebook, esposa de un excompañero cuando estudiaba periodismo, me sorprendió con unos versos de un poema (‘Cadelo’) escrito hace muchísimos años, cuyo original perdiera en el ir venir por el mundo. ¡Su marido lo había memorizado! Hay una cuarteta, que miles de argentinos, con variantes, han recitado por años. Se piensa que es un canto popular, de autor anónimo. Y sin embargo fue obra de la inspiración de un inmigrante gallego, José Piñeiro. Nacido en 1879 en Pontevedra, embarca como polizón a los 14 años hacia Buenos Aires en busca de su padre. Al llegar a Montevideo se entera que su progenitor, ingeniero de profesión, muere a manos de un albañil. Autodidacta, trabajó como mozo de bar, mayoral de tranvías, acomodador de cines, y llegó a participar en el proyecto de la estación Villa Urquiza. Con el tiempo fue dueño de una empresa de mudanzas. Y colabora en revistas como ‘Caras y Caretas’, ‘PBT’, ‘Fray Mocho’. También crea con otros paisanos el quincenario ‘El Despertar Gallego’. Su inquietud y profesionalismo lo lleva a ser subdirector del diario ‘La Capital’ de Mar del Plata. Pero volvamos a la dichosa cuarteta. Se dice que en 1901, en vísperas del 25 de mayo, estando en casa de una prima en la Paz (Entre Ríos) ve que la hijita de esta, de 4 años, lloriquea porque debía recitar un poema inédito en el acto por la fiesta patria. En un minuto, para dicha de la pequeña, José le dictó: “En el cielo las estrellas, / En el campo las espinas / Y en el medio de mi pecho / La Republica Argentina”. La niña recita orgullosa, por primera vez, los luego populares versos, expresión de argentinidad, y hoy se puede ver una placa que inmortaliza el evento. No sabemos si nuestro paisano alcanzó a conocer la popularidad de su cuarteta, con cuyos versos rindió emocionado homenaje a la patria que lo acogió, donde formó una familia y fue sin duda feliz. Pero es otro ejemplo de que la poesía tiene vida propia cuando crece en el sentir popular, cuando el pueblo la hace suya. Muchos inmigrantes recitaban “Adiós ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos: non sei cando nos veremos. Miña terra, miña terra, terra donde me eu criei, hortiña que quero tanto, figueiriñas que prantei, prados, ríos, arboredas, pinares que move o vento, paxariños piadores, casiña do meu contento, muíño dos castañares, noites craras de luar, campaniñas trimbadoras, da igrexiña do lugar, amoriñas das silveiras que eu lle daba ó meu amor, caminiños antre o millo, ¡adiós, para sempre adiós! ¡Adiós groria! ¡Adiós contento! ¡Deixo a casa onde nacín, deixo a aldea que conozo por un mundo que non vin!  (…) Adiós Virxe da Asunción, branca como un serafín; lévovos no corazón: Pedídelle a Dios por min, miña Virxe da Asunción. Xa se oien (…) as campanas do Pomar; para min, ¡ai!, coitadiño, nunca máis han de tocar. Xa se oien lonxe, máis lonxe Cada balada é un dolor; voume soio, sin arrimo... ¡Miña terra, ¡adiós!, ¡adiós! ¡Adiós tamén, queridiña!... ¡Adiós por sempre quizais!... Dígoche este adiós chorando desde a beiriña do mar. Non me olvides, queridiña, si morro de soidás... tantas légoas mar adentro... ¡Miña casiña!, ¡meu lar!” sin saber, la mayoría, que su autora era Rosalía de Castro, la enorme mujer poeta que interpretaba como nadie el sentimiento de todo un pueblo obligado a emigrar a la despiadada Castilla, allende los mares, a otros finisterres, a las antípodas de la tierra propia, de los seres queridos, de la lengua y el aire. Lejos, lo suficientemente lejos para entender los versos del poeta Molina: “Tan lonxe queres irte que regresas”.


Habas verdes con jamón-Ingredientes: 500 grs. de habas verdes, limpias y blanqueadas. 1 cebolla picada. 150 grs. de jamón. Aceite de oliva. 1 diente de ajo picado.


Preparación: En una sartén con una cucharada de aceite rehogar la cebolla y el ajo, incorporar el jamón cortado en tacos pequeños. Dar unas vueltas, añadir las habas. Saltear dos minutos y servir caliente.