Opinión

Cocina Gallega

Las tragedias griegas, las obras de Shakespeare o Valle Inclán, no pasan de moda porque relatan conflictos atemporales, dramas que los seres humanos repetimos una y otra vez.

Las tragedias griegas, las obras de Shakespeare o Valle Inclán, no pasan de moda porque relatan conflictos atemporales, dramas que los seres humanos repetimos una y otra vez. Pero para un hijo de la democracia española, alguien que no retiene en la memoria imágenes de las décadas de dictadura, y esconde las fotografías que documentan la dolorosa emigración masiva, que posiblemente vivió del paro antes de la actual crisis, el significado de una vaca en la casa de aldea, será tópico sin valor. No sabrá que hubo un tiempo en que la vaca significaba para el núcleo familiar, junto con la huerta, la seguridad, el sustento diario, la fuerza motriz del arado, la leche, la carne, el cuero, y el abono de las débiles tierras. La vaca era el eje de la economía aldeana, se le daba un nombre y se la cuidaba como a un miembro importante de la familia. Aunque no se haya vivido en la Argentina, leer a la Mafalda de Joaquín Lavado (Quino) tiene sentido y actualidad. O aquel dibujo que muestra a la niña sabia apuntando con el dedo el garrote del policía y dice que es “el palito de abollar ideologías”, ¿no podría ser epígrafe de las violentas represiones de manifestantes europeos? Castelao, hablando de santos, cuenta que San Ero de Armenteira se pasó trescientos años escuchando un ave que cantaba sin cesar en el jardín de la abadía, porque le parecía música celestial. El Padre Navarrete, también santo, curador de enfermos y asceta estricto, ordena a un jilguero en un ciprés que se callase porque no lo dejaba concentrar en la lectura. Los dos santos eran santos, aclara Castelao, pero Ero era gallego y el Padre Navarrete castellano, de allí las diferentes actitudes ante un hecho similar. Y ya que estamos con nuestro guieiro, no esta demás recordar alguna de sus ‘Cousas da vida’, y comprobar la vigencia de las mismas. Dos niños, al igual que muchos de nosotros, dialogan a la sombra de un árbol, y uno de ellos dice muy serio: –¿E se ao dar a volta a terra caese a auga do mar enriba do sol? Otra de niños: –O médico dixo que meu pai ten un catarro intestinal. –¿E por onde tose? Dos mozos, uno está fumando y el otro le dice: –Dame una chupada, anda. –É de chocolate –Anque sexa, remataba el pedigüeño. No hace falta, pero lo hago para los que vivieron siempre en la abundancia, que en esa época aun para un fumador empedernido, el hambre convertía en favorito el pitillo de chocolate. Dos viejas comentando las noticias del día: –Disque van subir os selos das cartas. –¡Que ven fixemos en non saber escribir! Una escena tierna con madre e hijo: ¿E para que son os diputados? –Eu non sei meu fillo. Bien podría, hoy, al ver la inoperancia de los políticos, repetirse el diálogo. El desencanto ante la falsedad de las promesas queda reflejado en el diálogo de dos labriegos: –Eu penséi que ían repartir as riquezas. –Pois eu xa me daba por satisfeito se repartisen a fame. Hace un tiempo, un periodista le pregunta a un manifestante frente a la embajada de EE UU en Buenos Aires, cuál era el motivo de la protesta. Y el buen hombre, con candor, contesta: –La verdad no sé, a mí me trajeron. Castelao dibuja un par de paisanos conversando: –O noso candidato vale moito, moito! –¿E como se chama? –Home…, non me acordo. Lo dicho: nada parece cambiar debajo de nuestro sol. Y seguirá habiendo Edipos, Electras, Casandras, Hamlet, Macbeth, Ricardos III, para regocijo y provecho de los siquiatras, a quienes no les vendría mal algunas frases de Mafalda para entender fobias, histerias, ataques de pánico y otras dolencias globalizadas. Veamos: “Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser padres”. “No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta”. “Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo Importante”. “La sopa es a la niñez lo que el comunismo a la democracia”. “En todas partes del mundo ha funcionado siempre muy bien la ley de las compensaciones; al que sube la voz le bajan la caña”. Alta filosofía, diría un adolescente actual. No hay como el humor para retratar la realidad más cruda. Recordemos una escena en la emblemática ‘La Codorniz’, donde un mendigo flaquísimo le dice a otro, al borde de la muerte por desnutrición: –Si empiezas a preocuparte por el estómago es mucho peor. Tú come de todo. Acorde con estas Fiestas, y el tono de humor de la columna de hoy, describo unas viñetas de Tabaré: El personaje del ‘linyera’ alza una mano y dice “Por momentos pienso en levantar mi copa de cristal rebozante de champagne. Y elevar en ese brindis mis mejores deseos. Ahí me doy cuenta que me falta la copa, y el champagne, y lo único que tengo son deseos”. Diógenes (el fiel perro del linyera), lo observa en silencio y piensa: “La verdad, el único deseo que tiene es tomar champagne por primera vez en su vida”. Vamos a la cocina con un clásico porteño. Bo Nadal e próspero 2013!!!

Pejerrey a la manteca negra-Ingredientes: 4 filetes grandes de pejerrey, 500 grs. de papas, 2 zanahorias, tomillo fresco, 200 grs. de manteca, sal. Pimienta, vino blanco, limón.

Preparación: Clarificar la manteca derritiéndola a fuego mínimo, desechando la espuma. Dejar que tome color, dejar entibiar y mantener a baño María. Marinar el pescado en vino, aceite, tomillo, chorrito de jugo de limón, sal y pimienta, unos 30 minutos. Llevar al horno 10 minutos. Servir salseando con la manteca negra, y guarneciendo con las papas y zanahorias cocidas y cortadas en cubos.