Opinión

Cocina Gallega

A veces uno, navegando al azar en el ciberespacio, encuentra textos, citas o fragmentos, y no se consigna el autor. Sucedió con un ‘Testamento gastronómico-amatorio para la instrucción de la nieta’ que nos pareció interesante y queremos compartirlo, en libre interpretación, siguiendo los dictados del instinto al separar paja del trigo, como cuando cocinamos un plato entrañable y no recordamos del todo la receta.

A veces uno, navegando al azar en el ciberespacio, encuentra textos, citas o fragmentos, y no se consigna el autor. Sucedió con un ‘Testamento gastronómico-amatorio para la instrucción de la nieta’ que nos pareció interesante y queremos compartirlo, en libre interpretación, siguiendo los dictados del instinto al separar paja del trigo, como cuando cocinamos un plato entrañable y no recordamos del todo la receta. Si algún lector nos acerca el nombre del autor, agradeceremos y lo incluiremos en próxima nota. En primera persona, comienza asegurando que la comida y el sexo son la misma cosa. Tu madre no te lo dirá, insiste el abuelo; tal vez tus amigas te lo sugieran, y si tienes algún día una hija, ella lo descubrirá antes que tú: es verdad grande como un templo que el apetito carnal y el de los alimentos provienen del mismo oscuro y tibio rincón del alma. Se puede deducir las virtudes (o carencias) de un hombre en las artes amatorias con solo verlo comer. Los hambrientos que devoran la comida sin siquiera detenerse a sentir lo que saborean. Los trogloditas que engullen en dos bocados hamburguesas bañadas de salsas peligrosas y contradictorias, esos pobres hombres que no recuerdan en la cena lo que almorzaron, carecen del más elemental sentido de la estética a la hora del amor. Despachan a sus mujeres como reses que van al matadero y, generalmente, tardan más en estornudar que en retozar, y abocarse a la lubricidad a conciencia (como diría el Marqués de Sade). Huye de ellos, aconseja el abuelo, que la tristeza de la carne es una de las más despiadadas y más difíciles de exorcizar. Y de pronto pinta con vivos colores a los amantes del buen comer. En cambio, dice, aquellos que pueden describirte con entusiasmo su plato favorito, o que atraviesan su ciudad en busca de un manjar que solo encuentran luego de esa travesía urbana, esos que se gastan el dinero en delantales, en especias misteriosas, esos que no tienen miedo a probar nuevos sabores, son generalmente, y pese a que puedan tener un aire taciturno, genios entre las sábanas, poetas de la voluptuosidad, fabricantes de mujeres felices y fieles, gourmets de las emociones. Sin duda el abuelo adhiere en todo a la filosofía del gran Casanova, que daba tanta importancia a la mesa como a la cama. Se dice que más de una vez eligió a una mujer por su buen paladar, antes que por sus habilidades en las artes venéreas. Y como el legendario amador, dice a su nieta: a las mujeres también las conozco viéndolas comer. Las adictas a las dietas me resultan tan evidentes en su frialdad que extraña que los símbolos sexuales actuales respondan a medidas tan mezquinas. Las obesas, las glotonas, están tan hambrientas de cariño, tan solas y desesperadas, que tanto a la hora de la comida como del amor, se convierten en depredadoras entusiastas. Moraleja: el punto medio, hija mía, como todo en la vida, es lo saludable. Ni comer por aburrimiento, o soledad; ni dejar de comer por lo mismo. Te recomiendo adentrarte en los secretos de la cocina, y descubrir así muchas de las cosas del amor. Libros como ‘Afrodita’, de Allende, ‘Como agua para chocolate’, de Esquivel, y aun ‘La cocina ecléctica’, de Juana Manuela Gorriti, que echaba la culpa de sus males de amor y sus reiterados fracasos matrimoniales a su ignorancia absoluta del arte culinario, dan la razón al abuelo anónimo que citamos, y sigue aconsejando: conviene ser vegetariana algunos años de la juventud, para amar los vegetales, y comprobar que, con o sin carne, se puede ser feliz; ser omnívora en la adultez, para aprender que en la variedad está el gusto, y volver en la vejez a los vegetales. Comer despacio siempre, ya que en la lentitud se encuentra el verdadero placer, tanto en la mesa como en la cama. Descubre nuevas maneras de cocinar, ya que es una manera de descubrir nuevas formas de amar. Investiga, lee, experimenta, no tengas miedo. La comida y el sexo generan placeres y culpas equivalentes, elimina las últimas si no dañas a nadie, especialmente a ti misma. Por último, mi amor, se cuidadosa, ya que la sensatez es siempre buena consejera cuando va acompañada por la emoción; jamás comas nada por compromiso, trata de ser siempre tú quien decida sobre tu cuerpo, cuídalo, protégelo, regálale experiencias hermosas y vitales, vincúlate con lo eterno a través de él, y recuerda que tu abuela cocinera, que tanto te amo en vida, es quien me enseñó lo que acabo de transmitirte. Para legitimar los conceptos de nuestro autor anónimo, leemos en ‘Intimas suculencias’, tratado filosófico de cocina de Laura Esquivel: “Uno es lo que come, con quien lo come y como lo come. La nacionalidad no la determina el lugar donde uno fue dado a luz, sino los sabores y los olores que nos acompañan desde niños”.

Croquetas de jamón-Ingredientes: 150 grs. de jamón serrano, ½ litro de leche, 3 huevos, pan rallado, harina, Aceite. Sal.

Preparación: Picar el jamón. Calentar en una sartén 2 cucharadas de aceite, añadir 2 cucharadas de harina. Revolver enérgicamente con la cuchara de madera e incorporar poco a poco la leche. Echar el jamón, y salar. Cuando espese la crema dejar cocer unos minutos, verter en una fuente y dejar enfriar. Formar con dos cucharas las croquetas, y pasarlas por huevo batido y pan rallado. Freír en abundante aceite, pasar por papel absorbente y servir frías o calientes.