Opinión

Cocina Gallega

“El vizconde de Chateaubriand, que fue el hombre más fino de su época, y el escritor de más significación entre los diplomáticos del siglo XVIII, dijo en el tomo VI de sus ‘Memorias de ultratumba’ que “todos los ingleses del siglo XVIII eran locos o si no lo eran lo parecían”. Los ingleses sonrieron conviniendo en que el autor de ‘Los mártires’ posiblemente tenía razón.

“El vizconde de Chateaubriand, que fue el hombre más fino de su época, y el escritor de más significación entre los diplomáticos del siglo XVIII, dijo en el tomo VI de sus ‘Memorias de ultratumba’ que “todos los ingleses del siglo XVIII eran locos o si no lo eran lo parecían”. Los ingleses sonrieron conviniendo en que el autor de ‘Los mártires’ posiblemente tenía razón. Supongo que los españoles, imitando a los ingleses, no me contradecirán si les digo que el desorden de la realización parece presidir a las mejores de sus intenciones. Viene a cuento este artículo donde parece quería ocuparme de los trabajos de filantropía realizados en Galicia por sus hijos residentes en América, pero tendré que limitarme a anécdotas que dan razón a mi cita y afirmación”. Con estas filosas palabras iniciaba Roberto Arlt, una de sus famosas ‘Aguafuertes’, no las porteñas precisamente. Sucedió que en 1934, el diario El Mundo de Buenos Aires, donde trabajaba el escritor, lo envía al norte de África y a España para que escriba sobre la vida y costumbres en esas latitudes. De ese viaje surgieron unas impactantes ‘Aguafuertes españolas’, que el diario publicó para beneplácito de porteños e inmigrantes hispanos. Pero pocos sabían que Arlt viajo también por Galicia y dejó escritas páginas maravillosas, donde escribía, por ejemplo: “Nosotros no valoramos al gallego por una subconsciente razón de envidia. En las tierras donde nosotros continuamos siendo pobres, él se enriquece. Si nosotros, los argentinos, tuviéramos que emigrar a Galicia a ganarnos la vida, moriríamos de hambre. Y erróneamente definimos como estolidez lo que es temperamento de hombre de acción”. Hoy son otros los gallegos, y otros los argentinos. Y ya nadie baja de los barcos. Pero volviendo a lo nuestro, esas páginas permanecerían inéditas, y tal vez se hubieran perdido, si el poeta Rodolfo Alonso, gallego de Buenos Aires, incansable divulgador de nuestra cultura, no las hubiera compilado y comentado para la edición de Ameghino Editora (1997), con el título lógico de ‘Aguafuertes gallegas’. En el artículo que nos ocupa, incluido en dicho libro, el autor de ‘Los siete locos’, relata las dificultades que encontró buscando información sobre emigrantes que habían realizado obras y acciones filantrópicas en su tierra de origen. Escribe Arlt: “Hallase en la Universidad de Santiago de Compostela la llamada Biblioteca América, obra de un patriota gallego residente en Buenos Aires, don Gumersindo Bustos, que donó todos los libros, fotografías y documentos pertenecientes al patrimonio de la Universidad Libre Hispanoamericana creada por él en la diáspora (…). El bibliotecario a cargo no sólo ignora quién es el señor Bustos, si no que no puede mostrarme un listado de los documentos que están bajo su custodia”. Sin desanimarse, Arlt consulta al vicerrector, a empleados administrativos, alumnos; nadie sabe quién fue el señor Bustos. Alguien atina, sin embargo, a decir: consulte usted con el portero, él debe saberlo (vaya paradoja, en Buenos Aires la mayoría de los porteros eran gallegos). Con la frustración de no poder hacer la nota en la Universidad de Santiago, se dirige a Betanzos, donde tropieza con la obra de los hermanos García Naveiro, también emigrantes en Argentina. Una obra inmensa que comprende un Asilo para Ancianos, escuela, Refugio para Niños Anormales, Sanatorio de San Miguel, Lavadero Público sobre el río, la Escuela de niñas en San Francisco, Casa del Pueblo, Jardín Zoológico. Millones de pesetas invertidas en su terruño por los hermanos García Naveiro. Sin embargo, en Betanzos el periodista porteño no encuentra a nadie que dé noticias de los benefactores que habían logrado su fortuna allende los mares, trabajando de sol a sol en pueblos de la provincia de Buenos Aires. Ellos no olvidaron su pueblo, su pueblo los olvido a ellos. Dos años después de este viaje de Arlt estallaba la llamada Guerra Civil, paradigma de desencuentros. Desde Buenos Aires llegaría mucha ayuda para los afectados por las acciones de guerra, y hacia su puerto convergieron luego los republicanos exiliados, anónimos que encontraron trabajo, y artistas e intelectuales que pudieron desarrollar su obra. La noria siguió girando, España pareció prosperar, Argentina ingresó en crisis económicas endémicas, y los emigrantes, la mayoría ancianos, se encontraron con desdén y olvido, condescendencia en el mejor de los casos, algún gesto paternal. Alguien pensó eliminar sus derechos naturales y cambió la Ley electoral para estos “residentes ausentes”, parientes pobres. El resultado de esta lógica soberbia está a la vista: en las últimas elecciones autonómicas apenas un 3% ha votado. La crisis llegó nuevamente a nuestra tierra gallega, y aquí el emblema de la colectividad, el Centro Gallego, está a punto de derrumbarse, su patrimonio cultural en riesgo de pasar a otras manos, ¿algo cambiará?

Peras al vino tinto-Ingredientes: 6 peras grandes, verdes. 1 litro de vino tinto, 200 grs. de azúcar, 1 rama de canela, 1 copa de licor dulce.

Preparación: Pelar las peras dejándoles el rabo. Poner el vino en una olla, junto con el azúcar y la canela, dejando que hierva unos minutos antes de incorporar las peras. Una vez que éstas estén cocidas, pasarlas a una fuente honda. Mientras, dejar que el vino reduzca a la mitad. Cubrir con el vino las peras, perfumar con el licor y dejar enfriar.