Opinión

Cocina Gallega

La mayoría de los autores dan por sentado que la patria es donde los antepasados se encuentran enterrados; la tierra de sus padres, el suelo santificado por sus tumbas. Los monumentos funerarios que erigieron todos los pueblos primitivos demuestra la importancia que el hombre ha dado siempre a la señalización del lugar exacto donde descansaban los restos de sus mayores. Por ello no había peor castigo que el destierro, morir en tierra extraña.

La mayoría de los autores dan por sentado que la patria es donde los antepasados se encuentran enterrados; la tierra de sus padres, el suelo santificado por sus tumbas. Los monumentos funerarios que erigieron todos los pueblos primitivos demuestra la importancia que el hombre ha dado siempre a la señalización del lugar exacto donde descansaban los restos de sus mayores. Por ello no había peor castigo que el destierro, morir en tierra extraña. En ese contexto, la patria de los hijos de los emigrantes sería la que acogió a sus padres, allí donde fallecieron y fueron sepultados. Sin embargo, los (in)emigrantes se preocuparon (como nuestros antepasados con dólmenes y menhires) por construir centros, instituciones, museos. Y suele asociarse museo con cementerio en tanto en ambos casos esta presente la religión. El museo se convierte en un templo laico que busca convertir a sus fieles (visitantes) a una fe. Como el cementerio, el museo conserva y santifica ligando el presente con el pasado, pero también cortando, fragmentando, dividiendo. El museo, al extraer objetos de su contexto para depositarlos en un espacio artificial, manipula la tradición al elegir que es lo que se debe salvar, que incluir en el acervo cultural como elemento asociado a la identidad, y decidir, en suma, que olvidar, esconder, no preservar o negar.
Está claro que el colectivo de emigrantes carece de antepasados en el país de acogida, pero las parcelas que ocupan sus instituciones tienden a sustituir a los cementerios en un intento de lograr una sensación de permanencia y pertenencia, de heredero y custodio de tradiciones milenarias originadas a miles de kilómetros de distancia, emular el mito de Antheo, que solo recobraba sus fuerzas cuando sus pies tocaban el suelo, “su” tierra.
Decía Ricardo Rojas que las ciudades europeas cultivan las estatuas propias como si fuesen el abolengo de la nación. Son para el pueblo lo que para la familia los retratos de los antepasados. El exiliado, en tanto huérfano de padre (patria), se aferra a imágenes y tópicos para no perder identidad e instintivamente promueve su cultura en tierras lejanas. Hay países que supieron aprovechar esta suerte de ampliación de sus fronteras por acción de sus hijos dispersos por el mundo. Los recientes recortes en el derecho a voto de los españoles en el exterior demuestran que nuestra clase política no tiene memoria, sólo ambiciones personales, egoísmo y ceguera.
Señalaba Luis Moure-Mariño, a propósito de la pérdida de derechos adquiridos, que las Cortes españolas van de un máximo dominio de lo gallego hasta la pérdida por Galicia del voto en Cortes. Se entiende que las Cortes leonesas de 1188, convocadas por Alfonso IX, fueron las primeras Cortes españolas. El gallego fue la lengua de esas primeras Cortes, y la nobleza gallega ejerció una fuerte influencia en los destinos políticos generales mientras la Corte tuvo sede en León. A partir de Fernando IV se convirtió en práctica la reunión de Cortes conjuntas de Castilla, León y Galicia, Los encuentros se celebran en Castilla, y el castellano es su lengua. Ya a principios del siglo XIV las ciudades gallegas habían perdido voz y voto en la Corte y su historia entraba en una oscura etapa de ostracismo. Lo curioso, con tantos antecedentes de dolorosas exclusiones y emigraciones masivas, es que la Galicia moderna, creada y forjada totalmente en la diáspora, apruebe recortes sistemáticos a derechos amparados por la Constitución española; haga oídos sordos a los reclamos de sus hijos emigrados que ven (invadidos por el incurable dolor de lejanía señalado por Novoa Santos) como hecho inexorable la pérdida de voz y voto, su misma calidad de ciudadanos. Es oportuno ir a la cocina citando a Seneca, el filósofo hispano desterrado en Córcega: “carere patria intolerabile est”.

Ingredientes-Zorza con huevos estrellados: 1 Kg. de carne de cerdo picada, 1 vaso de agua, 750 grs. de papas hervidas al vapor, 4 dientes de ajo, 8 huevos, sal, 3 cucharadas de pimentón dulce, 1 cucharadita de pimentón dulce.


Preparación: Poner la carne en un bol, añadir el pimentón, sal, ajo picado y agua. Amasar para mezclar bien los ingredientes. Dejar 24 horas en adobo. Llevar la zorza a una sartén con un poco de aceite y sofreír revolviendo continuamente. En otra sartén freír los huevos. Presentar la zorza en platos poniendo encima de ada uno dos huevos estrellados, y acompañar con las papas al vapor.