Opinión

Cocina Gallega

Sabemos que la mayoría de los inmigrantes gallegos que llegaron a este puerto “de los buenos aires” eran varones. Era el padre de familia con los hermanos o algún hijo mayor el que se aventuraba a cruzar el océano. Mantenían la promesa a su mujer de que ella vendría más tarde, una vez que él hubiera encontrado ocupación y vivienda.

Sabemos que la mayoría de los inmigrantes gallegos que llegaron a este puerto “de los buenos aires” eran varones. Era el padre de familia con los hermanos o algún hijo mayor el que se aventuraba a cruzar el océano. Mantenían la promesa a su mujer de que ella vendría más tarde, una vez que él hubiera encontrado ocupación y vivienda. A veces la promesa se cumplía, otras mucho después, o ni siquiera se cumplía (como lo denuncia poéticamente Rosalía al rendir homenaje a las ‘viudas de vivos’). Pocas veces la mujer se aventuraba sola. Cuando lo hacía, todo era nuevo para ellas: el idioma (la mayoría hablaba gallego), el mate, las dos piezas del conventillo donde muchas mujeres se encerraban a llorar nostálgicas de sus pueblos, de sus madres, de sus amigos; penas sólo mitigadas al sintonizar en la radio alguna audición de la colectividad. Si eran casadas, sus maridos querían que se adaptaran con sus hijos rápidamente pero era difícil aprender las costumbres casi sin salir a otros sitios que no fuera a hacer las compras, y a los chicos les costaba ajustarse a la disciplina de la escuela, y soportar las burlas crueles de sus compañeros. Un paseo en tranvía las tardes de domingo o alguna que otra fiesta que se organizaba en el conventillo, o en los bailes dentro de alguna casa comarcal, tal vez un pic-nic a orillas del río, eran la única distracción. En los conventillos o en casitas del suburbio, junto a italianas, turcas, polacas, rusas, soportan la dura realidad lejos del terruño. Las que trabajan son costureras, planchadoras, lavanderas o sirvientas. Pero alguna, enceguecida por “las luces del centro”, o traídas engañadas por los “contratistas”, termina en antros de mala muerte.
El tango no permaneció ajeno al tema de la inmigración, y se compadece del destino de las inmigrantes que son arrancadas de sus tierras para ejercer aquí “la mala vida”: “galleguita la divina/la que a la playa argentina/llegó una tarde de abril…. /eras buena, eras honrada/pero no te valió de nada/otras cayeron igual…Gallegas, polacas, francesas…  (“era una pebeta/que en un barrio del viejo Montmartre…/ la cruz del sur fue/ como el sino de su suerte…/Mademoiselle Ivone/hoy solo es madame/ya nada le queda, ni aquel argentino/que entre tango y mate la alzó de París…”) Aunque no es gallega, la historia de Fenia Chertkoff ejemplifica la de muchas que lograron cambiar su destino inicial: La primera esposa de Juan B. Justo llegó de Rusia huyendo de las persecuciones zaristas en 1894. Se instaló con su familia en la colonia Sta. Clara de Entre ríos. Era maestra, fundó una biblioteca y empezó a dictar un curso en ruso y castellano. En los años 1897 y 1898 viaja a Francia y a Suiza y toma cursos de pedagogía para conocer métodos más avanzados en educación y logra recibirse en la universidad de Lausanne de maestra jardinera. Al regresar a Argentina se contacta con centros feministas socialistas y junto con Gabriela Coni, esposa de un médico higienista, apoya el regulamiento del trabajo de las mujeres y los niños en las fábricas. Organiza cursos educativos para las obreras y crea las primeras guarderías que funcionaron en el país. Creó la escuela laica en Morón, introduciendo métodos educativos de avanzada, e incorporó un turno para adultos. Murió el 31 de mayo de 1928. Pasaron 80 años, y la suerte de las mujeres inmigrantes en el mundo parece haber empeorado.
Un estudio realizado por ‘Immigration Policy Center’, revela datos sobre las disparidades socioeconómicas, las barreras legales y los múltiples peligros que las mujeres inmigrantes deben soportar, exponiendo cómo las mujeres son específicamente dañadas por la exagerada aplicación de leyes migratorias en Estados Unidos. Según el estudio, las mujeres que cruzan la frontera de México y los Estados Unidos, por ejemplo, son más vulnerables a condiciones inseguras, particularmente corriendo el riesgo de ser abusadas sexualmente. Otro estudio, pero de las Naciones Unidas, estimó que el 70 por ciento de las mujeres que cruzan la frontera sin sus familias o esposos son abusadas sexualmente durante la travesía. Sin embargo, la emigración es para muchas mujeres un sinónimo de nuevas oportunidades y única opción de prosperidad, de liberación que sus países de origen no les garantizan.
Si bien, como decíamos al principio, históricamente ha sido el hombre quien ha encabezado los procesos migratorios, esto se ha modificado en los últimos años y hoy son las mujeres quienes en muchos casos lideran estos movimientos, y sostienen a su familia en este nuevo proceso, pero deben enfrentarse a lo que desde hace algunos años se dio en llamar violencia de género. ¿Es algo nuevo? Recordemos los ataques que recibió Rosalía al animarse a publicar en ‘El Imparcial’ de Madrid hace 120 años una nota sobre la prostitucion hospitalaria en Galicia, tradición milenaria que entendía a los hombres como sujetos y a las mujeres como objetos. Leyendo ‘Malinche’, de Laura Esquivel, uno se entera cómo los conquistadores hicieron uso y abuso de dichos ‘objetos’. Una revisión de la historia de la emigración masiva daría por tierra con muchos tópicos, y serviría para entender y modificar un presente que tampoco es idílico para las inmigrantes aquí o allí.


Ingredientes-Paleta de cerdo con morrones: 1 kg de paleta de cerdo, 2 pimientos morrones verdes, 2 pimientos morrones rojos asados, 1 cebolla, 2 dientes de ajo, 1 vaso de caldo de carne, 1 cucharada de perejil picado, 1 cucharada de vinagre de alcohol, aceite de oliva, 150 gramos de harina, sal, pimienta.


Preparación: Cortar la carne en trozos, sazonar con sal y pimienta y rebozar en harina. En una cazuela rehogar la cebolla cortada en rodajas. Retirar cuando esté tierna. En el mismo aceite dorar la carne, darle varias vueltas y añadir la cebolla, los morrones verdes cortados en trozos grandes y el caldo caliente. Dejar cocer a fuego lento una hora. Incorporar los ajos y el perejil picado desleídos en el vinagre al guiso. Proseguir la cocción 15 minutos. Servir con su salsa, adornando el plato con los morrones asados en tiras gruesas.