Opinión

Cocina Gallega

Disfrutamos la semana pasada junto a un grupo de ibero amigos de una visita guiada, a cargo de Juan Carlos, su gerente, al Club Español.
Disfrutamos la semana pasada junto a un grupo de ibero amigos de una visita guiada, a cargo de Juan Carlos, su gerente, al Club Español. Sin duda se trata de uno de los más bellos edificios de la Ciudad de Buenos Aires; la arquitectura, su patrimonio artístico, su historia, lo convierten en un verdadero palacio, y referente del poderío económico que otrora ostentaban algunos miembros de la colectividad española en una Argentina también rica, muy rica. Juan Carlos es de una sensibilidad exquisita, y un conocedor de las artes plásticas; con paciencia y simpatía fue relatando la historia de un Club que se gestó en tiempos de Rosas (quien tenía especial aversión por los “gallegos”, término que prefería a “godos”) y el Urquiza vencedor de Caseros. Entiendo, modestamente, que al igual que el Club del Progreso o el Jockey Club, fue, entre otras, una institución elitista. Centro de reunión de poderosos empresarios, sitio ideal para festejar los éxitos económicos de sus privilegiados socios, exhibir los logros personales, recibir y otorgar premios, codearse con los miembros de los sucesivos gobiernos, artistas de renombre, hacer negocios sin dejar de lado actividades culturales y de mecenazgo.
Eran otros tiempos y otras formas, la belle epoque, el periodo azul de un joven Picasso (todavía Ruiz), los estancieros argentinos inventando lugares de moda en las costas francesas y en la mismísima París, donde las hijas de las modelos de Toulouse-Lautrec soñaban con llegar a la Reina del Plata. Aquí se festejaba el Primer Centenario por todo lo alto con la presencia de la Infanta Isabel.
La historia siguió su curso, Europa soportó dos Guerras Mundiales, nació y se desmoronó la Unión Soviética, cayó el muro de Berlín, se creó la Unión Europea, entró a tallar con ímpetu una sorprendente China, Argentina se fue paulatinamente empobreciendo, y los Reyes de España no vinieron para los festejos del Segundo Centenario. Pero el Club Español, su edificio, sigue firme como un símbolo; cambiaron algunas cosas: en vez de seguir aumentando su valiosa pinacoteca, alguna obra valiosa paliará con su venta alguna deuda, o para restaurar algún sector deteriorado, sus fastuosos salones se alquilan para fiestas y eventos privados (hasta este cocinero rentó en ocasión de la presentación de su libro “Cocina Celta, recetas y leyendas” el majestuoso salón Imperial). Intuyo, por los pocos socios con que cuenta, que sigue digitando el ingreso para mantener el espíritu de sus creadores. Y es respetable, decisión que solo la historia juzgará.
Ahora bien, el nuevo consejero de Trabajo e Inmigración de la Embajada de España, señor Julio Olmos, anunció que se analiza el futuro de las entidades españolas en el exterior, y se estudia cual será el perfil de los españoles residentes en Argentina dentro de 15 ó 20 años para orientar las líneas de acción, y aconseja a los centros a que hagan la misma reflexión que se plantea la Administración.
Sin duda hay que adecuarse a los tiempos, sería sensato que las instituciones abran sus puertas a la comunidad, que la sociedad conozca el valioso patrimonio cultural y artístico, se entere de la historia de los inmigrantes y su aporte a la tierra que los cobijó (¿Quién sabe que la localidad de Rafael Calzada debe su nombre a uno de los primeros presidentes del Club Español?). Ya no es necesario abroquelarse para no perder la identidad, organizar bailes para que los paisanos conozcan a su futuro conyugue, encerrarse en conceptos comarcales de autoprotección y tópicos paralizantes. El desafío es mantener en la memoria colectiva la impronta de nuestra identidad, lograr que nuestra cultura sea conocida y valorada, respetada, admirada. No hay peor enemigo que el desconocimiento. En la edición del domingo pasado del diario Clarín, en la sección Lectores, se toca el tema de los argentinos que son rechazados en Barajas. Nos duele siempre la noticia, especialmente cuando se trata de personas ancianas maltratadas por agentes “más papistas que el Papa”, pero de las ocho opiniones vertidas en la mayoría se desconocen los detalles y requisitos de ingreso tanto a España en la actualidad, como a Argentina en tiempos de la Inmigración masiva, y los contextos históricos y políticos de ambos países en las diferentes épocas. Siempre la xenofobia nace de la ignorancia de las culturas ajenas, y nunca lleva buen puerto. En fin, vayamos a la cocina con una merluza, el exquisito pescado que, dicho sea de paso, corre serio peligro de extinción en las aguas del Mar Argentino, por pesca indiscriminada y sin control.

Ingredientes- Merluza con mariscos:
4 rodajas de merluza (grande), 150 grs. de almejas, 150 grs. de gambas, 100 grs. de arvejas, caldo de pescado, perejil, 1 cda de harina, 4 dientes de ajo, aceite de oliva.

Preparación: Limpiar bien la merluza, sacar escamas y vísceras, lavar con agua corriente, secar. Cortar 4 trozos de unos 5 centímetros del centro, y el resto utilizarlo para elaborar un caldo de pescado. Salar y reservar. En una cazuela echar 2 cucharadas de aceite, llevar al fuego, y cuando esté caliente incorporar los ajos picados; añadir la harina, revolver enérgicamente para que no se queme, e incorporar 1/2 litro de caldo de pescado. Cuando levante hervor, dejar 10 minutos para que reduzca y espese un poco. Luego poner los trozos de merluza, mover la cazuela, y añadir las almejas, las gambas y las arvejas. Cocinar 2 minutos y terminar en horno a 180º unos 8 minutos. Servir enseguida espolvoreando perejil picado.