Opinión

Cocina Gallega

Leímos sin demasiada sorpresa alguna declaración referida a que los emigrantes y sus descendientes no pueden arrogarse el derecho de voto “indefinidamente”, por los siglos de los siglos; seguramente ni el más trasnochado piensa en esa posibilidad, por innecesaria y por carecer de importancia, a esta altura tampoco se debería revertir un derecho adquirido que llega hasta la segunda generación de nacidos en el exterior.
Leímos sin demasiada sorpresa alguna declaración referida a que los emigrantes y sus descendientes no pueden arrogarse el derecho de voto “indefinidamente”, por los siglos de los siglos; seguramente ni el más trasnochado piensa en esa posibilidad, por innecesaria y por carecer de importancia, a esta altura tampoco se debería revertir un derecho adquirido que llega hasta la segunda generación de nacidos en el exterior. En otros tiempos, los líderes tanto políticos como religiosos pensaban a largo plazo, ninguno iniciaba una obra de envergadura pensando en que presenciaría su culminación, las grandes catedrales no son obra de una generación, por dar un ejemplo. Hoy todo es pensar en lo coyuntural, en lo que está a un palmo de nuestras narices, lo que nos afecta directamente, el futuro no existe. No imaginamos una Carta Magna que no contemple en su espíritu el porvenir y el bienestar de los ciudadanos y sus descendientes. La historia nos da lecciones permanentemente. No conozco a fondo la historia de Portugal en relación a sus colonias africanas, pero una noticia reciente da cuenta de una posible tabla de salvación para los lusitanos, tan endeudados como sus vecinos españoles: Angola, su ex-colonia, sería con una fuerte economía basada en petróleo y diamantes una salida a su aguda crisis. Moraleja: dar la espalda a los hijos para no compartir el patrimonio, desheredarlos, no suele ser buen negocio a futuro.
Los emigrantes nunca dejaron de pensar en sus paisanos, parientes o no, sumidos en la pobreza y el abandono, sin identidad y proyecto; en la diáspora se generaron recursos y se diseñó un proyecto, se trabajó para construir una identidad nacional, se dio voz a los artistas e intelectuales, abrigo a los perseguidos.
Y si bien México abrió sus puertas de par en par a los exiliados, no era el gobierno argentino de esa época, por cuestiones ideológicas, tan proclive a recibir a los perdedores de la guerra. En ese contexto histórico adverso se movió Maruxa Boga, que acaba de fallecer en esta Ciudad de los Buenos Aires. Esta gallega de pura cepa había nacido en la Quinta Provincia, a orillas del Río de la Plata, en 1915, de padres emigrantes. Fue actriz, y mantuvo en el aire por 45 años un programa de radio dedicado a la cultura gallega, Castelao, Eduardo Blanco amor, Antón Alonso Ríos, Ramón Suárez Picallo, Tacholas, Maruxa Villanueva fueron algunos de los invitados a participar del mismo.
La vi en el acto en el que se impuso su nombre al Salón de Actos de la Delegación de la Xunta en Buenos Aires, que se cerró al poco tiempo y la placa en su honor fue retirada, por mudanza de la dependencia; entiendo que se reubicó merecidamente en las nuevas oficinas pero, por razones fisicas, no da nombre a ninguna sala. Efímero homenaje, como todos los homenajes que, en general, de todas maneras llegan demasiado tarde.
A propósito de ese episodio, en “Unha Homenxe para Maruxa Boga-apertas ao lonxe”, de Débora Campos, leemos: “…Conta alguén que a coñece ben e dende fai moitas décadas, que non quería ir. Laiábase da hipocresía destas cousas, lembraba con precisión os desprezos e os ataques, tremía imaxinando as apertas mentireiras e repugnantes deses mesmos que a combatiron por roxa, por republicana, por concubina, por indómita, por meterse en cousas de homes, por decilo na lingua que non se debía, por estar do lado dos perdedores e dos fuxidos…”.
¿Alguien se atrevería a decir que la señora Boga no era gallega por haber nacido en Buenos Aires?
Roger Cohen, en nota publicada en el New York Times, escribió: “Se puede vivir en un lugar durante décadas y no obstante sentir en el corazón que no es más que un campamento, un lugar para pasar la noche, desvinculado del destino colectivo de la pertenencia nacional. Actualmente, en todo el mundo, millones de personas están acampando, soñando un retorno. También lo contrario es cierto: la patria puede echar raíces en poco tiempo, como en una revelación. Pero es menos frecuente que el exilio persistente…”.
Sin duda es difícil transmitir la sensación que perdura de sentir que se pertenece a dos mundos, y a ninguno. Cohen, en su crónica, se refiere a un episodio íntimo: de visita en Sudáfrica, fue al cementerio judío de Johannesburgo, y observó que en un muro, bajo los pinos, había una placa recordatoria con el nombre de su madre, que había nacido allí en 1929, pero falleció en Londres en 1999. Al hijo, entendiendo que la patria es el lugar donde descansan los antepasados, le pareció correcto que su madre sea recordada en Johannesburgo. Los nombres de los emigrantes nunca deberían ser olvidados en Galicia, sus descendientes trabajan para que el nombre de Galicia no sea olvidado en el exterior.

Ingredientes- Flan de Café:
8 huevos, 8 cucharadas de azúcar, 1 litro de leche, 4 cucharadas de café soluble, Azúcar para caramelizar los moldes.

Preparación: Reservar una taza de leche, y el resto ponerlo a hervir con la canela y la cáscara de limón. En la leche reservada mezclar la harina y el azúcar, revolviendo hasta que se mezcle bien. Echar sobre la leche hirviendo y revolver enérgicamente durante 5 minutos, añadiendo las yemas batidas. Sacar del fuego y volcar en una placa de horno en mantecada. Debe quedar del espesor de un dedo. Dejar enfriar bien para que solidifique, y cortar en rectángulos de 4 x 5 cms. aproximadamente. Pasar por harina y huevo batido, y freír en abundante aceite. Pasar por papel absorbente y servir espolvoreando azúcar o miel.