Opinión

Cocina Gallega

Al publicarse estas líneas, es posible que la selección española de fútbol se haya coronado por primera vez como la mejor del mundo, y la codiciada copa descanse en una vitrina de Madrid; aun si no sucediera, si no se pudiera vencer a Holanda, el grupo de jugadores y el cuerpo técnico tendrán motivos para estar orgullosos. Nosotros, los españoles en la diáspora ya estamos felices.
Al publicarse estas líneas, es posible que la selección española de fútbol se haya coronado por primera vez como la mejor del mundo, y la codiciada copa descanse en una vitrina de Madrid; aun si no sucediera, si no se pudiera vencer a Holanda, el grupo de jugadores y el cuerpo técnico tendrán motivos para estar orgullosos. Nosotros, los españoles en la diáspora ya estamos felices. No sólo por los partidos ganados, sino por tener una representación que supo reponerse al duro golpe que significa una derrota en el primer partido, a ese balde de agua fría que volcó Suiza sobre nuestra esperanza, y motivó que algún malintencionado periodista borrara de un plumazo toda posibilidad de futuro. La humildad y entereza, la sabia actitud de mantener aun en la adversidad un estilo, un modo de jugar, la sensatez en las declaraciones, el juego limpio, no pueden más que hacernos felices.
Estamos en un país donde el fútbol ocupa un lugar destacado, desata pasiones, amores y odios profundos; no es de extrañar, entonces, que el argentino se encontrara en una encrucijada a la hora de alentar. Chile, primero, Paraguay luego, contaron con una inesperada hinchada al enfrentarse con España. Este cocinero, que los sábados se reúne en un bar tradicional de Avenida de Mayo para tratar temas de producción de su programa radial, se encontró en absoluta minoría ante ruidosos parroquianos, mozos y empleados del establecimiento que definitivamente ansiaban que ganara el seleccionado paraguayo. A esa altura la selección de Maradona ya había sido eliminada (goleada) por Alemania, y había quedado un sabor amargo que se quería olvidar con un poco habitual sentimiento latinoamericano (acrecentado por la nacionalidad del DT paraguayo, el argentino Martino, de, hay que decirlo, destacada actuación).
Entiendo, al margen de los resultados deportivos, que se puede plantear alguna enseñanza: el éxito nunca es producto de la improvisación, los fanatismos nublan la mente, no dejan ver la realidad, dañan. En estos momentos se discute la iniciativa de levantarle un monumento “al Diego” cerca de Puente de la Noria, muchos insisten en que debe seguir al frente de la selección nacional; el sentimiento antes que la razón. Aun los que reconocemos que Maradona fue uno de los mejores jugadores del mundo, sabemos que eso no lo convierte en un estratega de la noche a la mañana. Y un director técnico es precisamente eso, un estratega, alguien que sabe cómo utilizar el material humano con que cuenta, que intuye cómo jugará el adversario, que lo estudia, y prepara un plan de ‘batalla’ para lograr el objetivo, ganar, pero ganar sin traicionar la visión que se tiene del juego, ganar éticamente, sin trampas. El director técnico es alguien que debe ser respetado por sus dirigidos, que debe dar ejemplo de autocontrol y mesura, dar confianza, demostrar que sabe lo que quiere, no dudar.
Claro que los responsables, a veces, son los que nombran a los generales, los políticos (en el caso que nos ocupa, la dirigencia de la Asociación del Fútbol Argentino) que no logran elaborar un proyecto a largo plazo, y pretenden salvarse del desastre con golpes de efecto. Los emigrantes, con hijos y nietos argentinos, también nos ponemos tristes cuando la selección argentina es derrotada. Pero como sabemos que en la vida se triunfa con mucho esfuerzo y voluntad de trabajo, nos duelen los ejemplos ‘facilistas’, las declaraciones altisonantes, el desprecio por el adversario, la descalificación del trabajo de equipo. Hoy, uno de los mejores jugadores del mundo es argentino; si bien es cierto que Messi se formó en Barcelona y allí triunfa, el chico es, se siente argentino, y por ello eligió la camiseta albiceleste y no la roja. Y sin embargo, rodeado de otros excelentes jugadores no pudo demostrar en la fabulosa vidriera que es un Mundial de Fútbol su calidad. Es evidente que un equipo de trabajo no se “ata con alambre”, ni se logra en unas pocas semanas. Ojalá se comience a pensar a largo plazo, y se dejen de lado los fanatismos. Los argentinos, nuestros hijos y sus hijos merecen alegrías, buenos ejemplos.
En ese contexto, los españoles vemos con orgullo el resultado de un largo proyecto, el ejemplo de un director técnico como Del Bosque que no llegó para destruir los muchos logros de su antecesor sino para continuarlos. En fin, lectores, perdonarán que haya abandonado mis temas habituales en esta columna, pero de alguna manera estas disquisiciones sobre el fútbol se pueden trasladar a la política y a la vida personal de cada uno y lograr así el gol que nos haga felices, que nos ayude a disfrutar luego de la dura jornada de trabajo. Por ahora, vamos a la cocina, que en las buenas y en las malas, la comida siempre reconforta el espíritu.

Ingredientes-Chernia con fideos: 1 Kg. de abadejo, 600 grs. de fideos, 1 cebolla, 1 morrón rojo, 2 dientes de ajo, 4 tomates perita maduros, perejil, sal, pimienta, caldo de pescado, aceite de oliva, azafrán, pimentón, zumo de limón.

Preparación: Limpiamos y cortamos en dados los filetes de chernia, salpimentamos, echamos un poco de zumo de limón y reservamos. En una cazuela echamos 3 cucharadas de aceite de oliva, y sofreímos la cebolla y el morrón picados, el ajo machacado. Incorporamos los tomates, pelados, sin semilla y picados, también el perejil. Echamos un poco de caldo de pescado, y dejamos cocer a fuego suave. Aparte, hervimos los fideos en agua con sal 10 minutos. Ponemos el pescado, damos unas vueltas, añadimos otro poco de caldo, diluimos el azafrán y el pimentón en un poco de caldo y lo incorporamos al guiso. Echamos los fideos y dejamos cocer otros 5 minutos.