Opinión

Cocina Gallega

Mencionamos en la nota anterior la figura del cacique y su correlato en la emigración, y no pudimos evitar una sonrisa melancólica, triste, y recordar los dibujos de Castelao, al hablar con un buen amigo. Se trata de un entusiasta gallego nacido en Buenos Aires, ama a la tierra de sus padres a la que, por supuesto, considera suya.
Mencionamos en la nota anterior la figura del cacique y su correlato en la emigración, y no pudimos evitar una sonrisa melancólica, triste, y recordar los dibujos de Castelao, al hablar con un buen amigo. Se trata de un entusiasta gallego nacido en Buenos Aires, ama a la tierra de sus padres a la que, por supuesto, considera suya. Exitoso empresario gastó dinero de su bolsillo en innumerables viajes para colaborar en acciones relacionadas con la difusión cultural, y el comercio bilateral; afectado por las generales de la ley en las últimas crisis económicas siente que muchas puertas se cierran; algunos, otrora amigos, le retacean merecido apoyo. Piensa, nuestro paisano, si el hecho de no ser dirigente de alguna asociación no le jugará en contra, ¡se siente un paria (un diferente) por no haber recibido nunca ayudas o subvenciones oficiales!
La investigadora Teresa Porzecanski, en un ensayo, cita a Le Groff: “…en las sociedades ágrafas la memoria colectiva parece organizarse en torno a tres grandes polos de interés; la identidad colectiva del grupo, que se funda sobre ciertos mitos y, más precisamente, sobre ciertos mitos de origen; el prestigio de las familias dominantes, que se expresa en las genealogías; y el saber técnico que se transmite a través de formulas practicas, fuertemente impregnadas de magia religiosa”. Y puntualiza: “Así, el deseo imaginario de “conservar” los hechos del pasado ha tenido para los pueblos una función primordial, la de mantener su integración colectiva, y habilitar el sentido de la pertenencia”. Lo afirma Le Groff : “…la ausencia o la pérdida voluntaria de memoria colectiva (…) puede determinar perturbaciones graves de la identidad colectiva…”.
Convengamos que muchos emigrantes, con poca o nula educación formal, tenían un escaso conocimiento de los orígenes y mitos que hacen a la esencia de nuestra identidad, su visión histórica era la impartida por maestros fuertemente condicionados por los que detentaban el poder luego de finalizada la Guerra Civil, la reflejada en libros apologistas y con definida ideología. Por otra parte, un fuerte sentimiento de frustración e inferioridad relacionada con su etnia, los inclinaba a negarla. Fueron los exiliados, los emigrantes inquietos seguros de tener a la patria donde estaba su cultura, los que reavivaron los sentimientos nacionalistas, sentaron las bases sobre las que se logró el reconocimiento de Autonomía histórica. Muchos intentan borrar de la memoria colectiva los sucesos en la diáspora. Olvidan, como escribió el Doctor José Lois Estévez, que “ser gallego consiste, así, antes que nada, en sentir Galicia, en asimilarse a sus tradiciones y en colaborar para transmitirlas a la posteridad, incrementándolas y mejorándolas con nuestro esfuerzo (…) la esencia de la galeguidade, tiene que cifrarse en la voluntad de contribuir a todo lo que redunde en beneficio de Galicia…”.
En ese contexto, el amigo mencionado al principio de esta nota, y miles de hombres y mujeres anónimos que no detentan cargo alguno o no pertenecen a ninguna asociación, merecerían, con creces, el reconocimiento de “galeguidade”. Es tiempo de abrir el campo de visión y abarcar a todos y cada uno de los integrantes del colectivo para garantizar la supervivencia de Galicia exterior, parte indisoluble de nuestro país, ya que, retomando a Lois Estévez “si algún día los hombres colonizan (emigran a) otro planeta, verán también allí una prolongación de su patria…”.
Galicia no debería imitar al hermano que recibe agresivamente al “hijo pródigo” que regresa al hogar con mucha experiencia pero sin dinero, sino a Penélope esperando paciente a su esposo para que ocupe el lugar que le pertenece. A propósito, es interesante y ejemplificador el siguiente poema de Xosé María Díaz Castro titulado, precisamente, Penélope: “Un paso adelante, otro atrás, Galicia, / y la tela de tus sueños no se mueve. / La esperanza en tus ojos despereza. / Aran los bueyes y llueve. // Un bramido de navíos lejanos / te aplasta el sueño blando como uva. / Pero tú te envuelves en sábanas de mil años / y en sueños vuelves a escuchar la lluvia. // Traerán los caminos algún día / a la gente que llevaron. Dios es el mismo. / Surco va, surco viene, Jesús María!, / y toda cosa ha de pagar su diezmo. / Desparramando los prados como sueño. / Se ve enterrando, surco a surco, el otoño. / Un paso adelante y otro atrás, Galicia”.
Los poetas, al igual que las gentes que se reunían en las montañas de Tai Shan a ver el nacimiento del sol, o los hombres y mujeres que adoraban en el Finis Térrae romano al astro rey que moría frente a las playas gallegas tiñendo de sangre las aguas del Mar Tenebroso, saben interpretar el silencio, darle voz. Con la misma sensibilidad los líderes políticos debieran comprender el sentimiento de su pueblo, y gobernar en consecuencia, siguiendo el proverbio chino, con la paciencia y sabiduría con que un cocinero guisaría un pececillo.

Ingredientes-Pollo guisado con champiñones: 8 patas de pollo, 2 cebollas de verdeo, 2 dientes de ajo, aceite de oliva, 300 grs. de panceta ahumada, 500 grs. de champiñones, 1 Kg. de papas, 1 litro de vino blanco, 2 tazas da caldo de ave, 1 morrón rojo, 1 morrón verde, tomillo, sal, pimienta.

Preparación: En una cazuela con dos cucharadas de aceite, rehogar la cebolla de verdeo y el ajo picados, incorporar la panceta cortada en daditos, dar unas vueltas, y echar los morrones en tiras y la rama de tomillo; incorporar las patas de pollo y dejar dorar bien. Incorpora el vino, dejar evaporar el alcohol y agregar los champiñones y las papas cortadas en trozos grandes. Echar el caldo, salpimentar y dejar cocer a fuego lento hasta que el pollo y las papas estén hechos. Dejar reposar y servir en la misma cazuela.