Opinión

Cocina Gallega

El mordaz pincel y la pluma filosa de Castelao trazaron muchas veces el perfil del cacique, personaje omnipresente en nuestra entrañable Galicia rural y marinera.
El mordaz pincel y la pluma filosa de Castelao trazaron muchas veces el perfil del cacique, personaje omnipresente en nuestra entrañable Galicia rural y marinera. Recordamos haber visto al de nuestra comarca paseando con ostentación su prominente barriga, su reloj de oro encadenado a la cintura y, especialmente, muchas monedas en el bolsillo que hacía sonar cual música celestial ante los azorados campesinos, que las más de las veces vivían gracias al trueque o trabajaban su jornada por comida y techo. Las benditas monedas semejaban tesoros inalcanzables para los niños pobres, inclinaban la cabeza de los mayores hasta la obsecuencia ante la promesa de una copa en la taberna.
Los que se animaron a cruzar su Rubicón, y emigrar, lo hicieron desde la necesidad. Su objetivo inicial fue acumular capital, llenar como el cacique la faltriquera de monedas.
Muchos lo lograron, y quisieron distinguirse de sus paisanos, regresar como indianos ricos, sentarse a la mesa con el otrora inalcanzable cacique, tal vez pedir la mano de una señorita de su familia, o comprar la mejor casa del pueblo. Esa necesidad de reconocimiento a su nueva posición social queda reflejada en una monografía del profesor Alejandro Fernández: “…Cuando fueron dirigentes (…) ya arrastraban un pasado de al menos quince o veinte años de residencia en Argentina, y su posición económica era sólida; la institución podía ser un ámbito en el cual canalizar sus inquietudes filantrópicas, pero la dirección de la misma brindaba además una excelente ocasión para la proyección hacia el campo asociativo del ascenso económico logrado previamente, y era por añadidura una fuerte carta de presentación ante la elite dirigente argentina o ante el gobierno español, tal como se puede apreciar por los múltiples contactos que en ambos sentidos estableció este grupo..”. En el mismo trabajo, el investigador cita a Núñez Seixas, que llama la atención sobre la reedición, entre los grupos dirigentes gallegos de Argentina, sobre a todo a partir del siglo XX, de un esquema de contraposición de elites ya presente en otros países americanos de fuerte inmigración, y puntualiza que la puja se da entre “una, propiciada por el ascenso económico y que busca reafirmar su posición en la sociedad receptora para integrarse mejor en ella, a través precisamente del liderazgo étnico; y otra, “positive leadership” de intelectuales, periodistas, profesionales, etc. Que se orienta hacia un liderazgo afirmativo en el interior del grupo étnico inmigrado”.
En general, las instituciones fueron manejadas por representantes del grupo económicamente exitoso, y luego por sus hijos profesionales. De ellos, Ramos Mejia (que había olvidado el origen de su apellido) escribió aquella frase descalificadora: “Por eso, aun cuando los veáis médicos, abogados, ingenieros o periodistas, les sentiréis ese olorcillo a establo”. Algunos, en vez de sentirse orgullosos de sus orígenes intentaron mezclar su estirpe con apellidos patricios, otorgar y recibir medallas y honores de ambos gobiernos, inclinar la cabeza ante los funcionarios de turno a cambio de prebendas emparentadas en esencia con aquella copita de aguardiente que regalaba el cacique a sus “clientes” políticos, y tanto exasperaba a nuestro Castelao.
En pleno siglo XXI esperamos que una nueva generación de dirigentes se muestre orgullosa de los logros de sus mayores y defienda con pasión la Galicia edificada en la diáspora, el enorme patrimonio cultural que deben heredar hijos y nietos, y disfrutar los residentes en el territorio de la Comunidad Autónoma.
Recordamos a Luís Moure-Mariño cuando escribió: “Una historia de la emigración gallega sería sin duda, a la vez, un gran libro épico y trágico. En la emigración se halla la gran cuerda épica de la historia de Galicia. Cada emigrante ha sido el autor de su epopeya individual, y, por lo regular cuando se habla de la Galicia lírica, se echa en olvido a esa otra Galicia valerosa que, en vez de esperar el hambre sesteando en la plaza del pueblo, ha sabido subir la escalerilla de un barco o elegir el camino más próximo para aprestar los brazos al trabajo”.
En épocas coloniales, los que vivían en la Metrópoli solían observar con cierto desden y condescendencia a los colonos, a los que consideraban ciudadanos de segunda por cometer pecado de “lejanía”. Sin embargo, entre 1810 y 1859, cuando no había relaciones diplomáticas entre España y el ex-Virreinato del Río de la Plata, fueron los emigrantes quienes mantuvieron el vinculo cultural, social y económico entre ambas bandas del Atlántico; muchos de ellos llegaron a ser personalidades en la vida política de una Argentina que está festejando sus primeros 200 años. El desafío histórico de Galicia es no darle la espalda a sus embajadores naturales: el gran colectivo de emigrantes y sus descendientes. Garantía de una Galicia que nunca más debería ser pequeña, hacienda de caciques trasnochados, feudo de mayorales.

Ingredientes-Codillos de cerdo estofados: 4 codillos, 2 cebollas, 2 zanahorias, 1 morrón rojo, 3 tomates maduros, 1 puerro, aceite de oliva, 1 vaso de vino blanco, ajo, perejil, sal, harina.

Preparación: Limpiar y sacarle la piel a los codillos, adobarlos con ajo, perejil y sal machacados; dorarlos en aceite, y reservar calientes. En una olla rehogar las cebollas y el morrón picados, incorporar los codillos; añadir el blanco de puerro, las zanahorias en rodajas, y los tomates pelados, sin piel y picados. Revolver y echar el vino, dejar que evapore el alcohol y cubrir con agua caliente o caldo. Dejar cocer a fuego lento unas dos horas. Acompañar con arroz blanco.