Opinión

Cocina Gallega

Algunos se preguntan para qué quieren sentirse gallegos los nietos de los desterrados, si ya tienen patria propia y ejercen todos sus derechos civiles en la misma. Apelan a una suerte de silogismo diciendo que sólo son ciudadanos de un país los que viven y pagan impuestos en él.

Algunos se preguntan para qué quieren sentirse gallegos los nietos de los desterrados, si ya tienen patria propia y ejercen todos sus derechos civiles en la misma. Apelan a una suerte de silogismo diciendo que sólo son ciudadanos de un país los que viven y pagan impuestos en él. Con ese argumento, seguramente el pueblo judío, sucesivamente expulsado de sus tierras de adopción, habría desaparecido si sus integrantes no se aferraran a lo único inasible para los verdugos: la memoria. Es un tema espinoso, difícil; siempre el hombre migró llevando en sus zapatos la tradición, el legado de sus mayores, sus creencias, sus dioses, la manera de relacionarse con la naturaleza y entre sí. Y creó en tierras extrañas ciudades a imagen y semejanza, hasta les puso el mismo nombre. Nueva Cartago, Nueva España, Nueva York, Cartagena de Indias, Córdoba, son sólo algunos de los topónimos inspirados en la tierra de origen.
    El retrogrado sistema colonial nos da otros ejemplos de hombres y mujeres que viviendo a miles de kilómetros de distancia se sienten extrañamente unidos a su Metrópoli. No se entiende que los kelpers, viviendo a tiro de honda de la costa argentina, se sientan absolutamente británicos, si no se plantea como el resultado de una decisión propia de mantener y transmitir de generación en generación sus tradiciones; en un ámbito de mayor respeto por la tierra de acogida (estamos convencidos de que las Malvinas son Argentinas), los galeses asentados en la Patagonia mantienen sus costumbres y su lengua de una manera que admira a sus paisanos del País de Gales.
    En definitiva, España se da el lujo de contar con tantos millones de personas hablando castellano, porque sus antepasados se preocuparon por mantener viva la herencia de Cervantes. La inserción de la lengua oficial española en amplios sectores de un país absolutamente anglosajón como Estados Unidos de América, demuestra que la simple decisión de no perder los rasgos nacionales de identidad en la diáspora da mejores resultados a largo plazo que las victorias militares. Los Imperios nacen, se expanden, caen, desaparecen; pero las tradiciones permanecen más allá de las derrotas. Hoy se comienza a saber más de la mitología celta que de la cultura romana, sus vencedores militares. Y conocemos sus tradiciones gracias al testimonio escrito de los sacerdotes de la nueva religión, el cristianismo, que dio el golpe de gracia al orgulloso Imperio Romano. ¡Paradojas de la historia!
    Cuando hablamos de la gastronomía española no tenemos más remedio que mencionar palabras, procedimientos y aun ingredientes de indudable origen asiático, fenicio, griego, romano, árabe; suevo o celta si incluimos nuestra gastronomía gallega. Con la llegada a América toda esa rica tradición se trasladó y enriqueció con los alimentos autóctonos; en viaje circular Europa recibió las novedades en el marco de la mayor revolución gastronómica de la historia de la humanidad. Nadie se preguntó en 1700 por qué los hijos de españoles nacidos en el Nuevo Mundo se sentían españoles, faltaban unos años para el inicio de la Revolución Francesa y las Guerras de la Independencia de los países americanos. Pero aun después de romper lazos políticos con el poder colonial, se mantuvieron como propias las tradiciones de los antepasados, tomando a las nuevas naciones como extensiones del país de origen en lo cultural. Decisión que en muchos casos acompañó una errónea política de eliminación sistemática del legado de los pueblos originarios. Los pueblos más fuertes son los que mantienen intactas sus tradiciones conviviendo e interrelacionando pacíficamente con sus anfitriones en la tierra de acogida, la Patria de sus hijos y nietos.
    En ese contexto, la dualidad nacional, el bilingüismo, enriquece a sus poseedores. Los nietos de los gallegos que dejaron su tierra para buscar un futuro mejor y ayudar a sus empobrecidos vecinos, tienen no sólo el derecho, sino el deber de ejercer como gallegos y no romper la cadena que transmite nuestro rico legado cultural de generación en generación. La decisión de los desterrados para promover la cultura gallega, editar revistas, periódicos y libros en galego, plantar literalmente la bandera de Galicia, cantar un himno propio, ha beneficiado a todos los habitantes de la Comunidad Autónoma que pasaron de la dictadura a la democracia sin demasiados traumas. Aquí, en el mundo, se escribió la historia contemporánea de Galicia. Por ello los nietos nacidos fuera del territorio nacional deben sentirse gallegos, para que la Galicia Global pensada por sus mayores no desaparezca en la pequeñez mental de algunos egoístas que temen compartir la mesa con sus hermanos de ultramar. Nosotros vamos a la cocina, ingredientes de aquí y de allí nos permitirán cocinar un rico arroz.


Ingredientes-Cazuela de arroz: 400 gramos de carne de ternera/ 100 gramos de panceta ahumada/ 1 morcilla de cebolla/ 150 gramos de garbanzos/ 300 gramos de arroz/ 200 gramos de papas/ 250 gramos de tomates maduros/ 1 cabeza de ajo/1 litro de caldo de carne/ Sal/ Aceite de oliva/ Pimentón.


Preparación: Calentar un poco de aceite en una cazuela de barro, freír la cabeza de ajo entera, luego las papas cortadas muy delgadas; añadir la morcilla y los tomates picados, pelados y sin semillas. Incorporar una cucharadita de pimentón y el arroz. Remover con rapidez para que no se pegue y luego echar el caldo caliente. Poner los garbanzos ya cocidos, la carne en cubos de 2 centímetros y la panceta picada. Mover la cazuela procurando que las papas se ubiquen alrededor. Rectificar la sal, y cuando levante hervor meter la cazuela en el horno 15 minutos. Verificar el punto de cocción del arroz y llevar a la mesa. Dejar asentar unos minutos antes de servir.