Opinión

Cocina Galega

Rubén Touceda era nieto, o, parafraseando al poeta Rodolfo Alonso, hijo del gallego hijo. Y de pronto se transformó en gallego, gallego de Buenos Aires, por decisión propia y con tozudez casi inexplicable. Este cocinero tuvo el privilegio de presenciar parte de esa maravillosa mutación al despertar en su pecho el deseo de recobrar una identidad que su propio padre, como muchos otros hijos de emigrantes, no alcanzara a transmitirle.
Rubén Touceda era nieto, o, parafraseando al poeta Rodolfo Alonso, hijo del gallego hijo. Y de pronto se transformó en gallego, gallego de Buenos Aires, por decisión propia y con tozudez casi inexplicable. Este cocinero tuvo el privilegio de presenciar parte de esa maravillosa mutación al despertar en su pecho el deseo de recobrar una identidad que su propio padre, como muchos otros hijos de emigrantes, no alcanzara a transmitirle. El destino quiso que, buscando una imprenta para imprimir el primer diploma que acreditara la obtención del premio ‘Pote de Ouro’ otorgado por Morriña a quienes trabajan por la difusión de nuestra cultura en Buenos Aires (ya lo recibieron Manuel Cao Corral, Jorge Navós, Carlos Ameijeiras y Carlos Rodríguez Brandeiro), conociéramos a Rubén que, excediéndose en su trabajo, creó un logotipo bellísimo y un diploma que él mismo se encargó de enmarcar. Desde el primer momento demostró un febril entusiasmo por incorporar en tiempo récord todo lo referente a la cultura gallega.
Con enorme alegría accedió a mi invitación para integrar el grupo ‘Ría’, cuyos miembros contamos con un pin diseñado y donado por él; con el mismo fervor se asoció a APEA y rediseñó su emblema; de la mano de José María Vila Alen (actual presidente del Centro Galicia) y del profesor Brandeiro diseñó e imprimió esa joya de libro-revista que se llama Gavieiro, diseñó e imprimió ‘La peña gallega del Tortoni’ para Editorial Alborada, relanzó la mítica revista del Centro Corcubión que dirige el amigo Carlos Ameijeiras. Juntos, soñamos una editorial para reeditar obras inhallables referidas a nuestra cultura y lanzar libros inéditos de autores en la diáspora. Nunca tuvimos el apoyo esperado, pero allí están, con el sello de Xunt.ar Ediciones, ‘Correrías en Celeiros’ de José María Pérez Feijóo, y ‘La tierra en la piel/ A terra na pel’, en edición galego-castelán y autoría de este servidor. Trataré de seguir trabajando para que el sueño finalmente sea una realidad y la Editorial cumpla pronto con los objetivos fijados en una mesa, compartiendo unas tapas y un vino.
Como dice el viejo refrán: ‘As campanas non tocan polos que morren, senon polos que están vivos para que d’eles se acorden’. Y eso haremos, recordar a Rubén que se nos fue inesperadamente. Quiero recordarlo vivo, entusiasta, enojándose cuando creía que no le prestaban atención, haciendo hincapié siempre en la importancia de una buena comunicación, mostrando orgulloso el pasaporte, recientemente conseguido, que lo acreditaba como español, contando anécdotas de su viaje a la tierra de sus antepasados, al origen. Allí andará, como el inefable Sochantre creado por Cunqueiro, amenizando las veladas de alegre Santa Compaña, creando una revista para los lectores celestiales.
El presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, dirigiéndose a emigrantes en Londres, dijo que “la emigración gallega es una proeza, y vosotros sois los actores protagonistas de esa proeza. Es una proeza haber contribuido al desarrollo de Galicia desde la distancia geográfica; es una proeza mantener siempre viva la esencia del pueblo gallego; y es una proeza echar raíces aquí, en el Reino Unido, pero sin olvidar nunca vuestra identidad gallega”. Estamos de acuerdo, y si las palabras presidenciales reflejan lo hecho por el colectivo en Londres, con otro idioma pero a tiro de cañón de la torre de Hércules, es sin duda aplicable a los asentados en las antípodas, a 12.000 kilómetros de distancia y en el Finisterre austral. Claro que en una proeza como la señalada, epopeya de todo un pueblo emigrante, los protagonistas no son los dirigentes que ostentan las medallas sino los millones de seres anónimos que aportaron su granito de arena para que la cultura gallega se mantuviera viva, aun cuando en una distante “provincia del noroeste de las Españas” imperaba la oscuridad de una noche provocada. El amigo Rubén Touceda fue uno de esos seres anónimos que, con altruismo, aportó su amor y tiempo a Galicia; las obras impresas en las que participó y nuestro recuerdo hará que siempre esté presente, que tenga un lugar de privilegio en nuestra mesa.
Porque nada se puede hacer para diluir en el olvido los hechos acaecidos, las vueltas del destino harán que en algún momento resurjan cual Ave Fénix. Llegó a mis manos un ejemplar de ‘Quiroga, imaxes dunha historia, con fotografías de un vecino de la querida villa, Don Eugenio Bobillo, y prólogo de Victorino Núñez. Allí están las imágenes de alcaldes, clérigos, y autoridades militares; pero lo más destacado es la presencia de los hombres y mujeres comunes; las fotos casuales en la ribera del Sil, la vendimia, algún magosto o procesión; una comida campestre, el maestro con sus alumnos, una clase de costura. Nunca pensarían, la mayoría de los fotografiados, que integrarían un libro que llegaría nada menos que a la soñada (en aquel entonces) Buenos Aires. Todo sigue vivo, especialmente los aromas de la cocina. Allí vamos.
Ingredientes-Pastel de pecado: 1 Kg. de merluza/ 4 huevos/ 2 tomates picados y sofritos/ 100 grs. de miga de pan desmenuzada en leche/ ½ taza de crema/ ½ morrón rojo en tiras y rehogado/ Sal/ Pimienta/ Nuez moscada/ Mayonesa/ Rebanadas de pan tostadas/ Queso rayado.
Preparación: Cocer el pescado en agua hirviendo con sal unos cinco minutos. Desmenuzarlo y sacarle las espinas. Batir los huevos en un bol y añadir el pescado que dejamos enfriar, el tomate frito, la miga de pan, la crema, la sal, la pimienta y la nuez moscada. Mezclar todo muy bien y volcar en un molde rectangular enmantecado, espolvorear queso rayado. Cocer al baño maría unos cuarenta y cinco minutos. Enfriar y desmoldar. Servir cortado en lonchas gruesas sobre las tostadas adornando con la mayonesa y las tiras de morrón.