Opinión

Cocina Galega

En estos días se presentó en España ‘La raíz rota’, obra del escritor Arturo Barea editada por la pequeña editorial Salto de Página. El libro, de 405 páginas, narra la llegada en el otoño de 1949 a Madrid de un exiliado procedente de Londres.
En estos días se presentó en España ‘La raíz rota’, obra del escritor Arturo Barea editada por la pequeña editorial Salto de Página. El libro, de 405 páginas, narra la llegada en el otoño de 1949 a Madrid de un exiliado procedente de Londres. Antolín Moreno, tal el nombre del protagonista de la novela, llega con pasaporte inglés (con la “raíz rota”, un ser de ninguna parte), a un mundo que desconoce, lleno de miserables, espiritistas, prostitutas, beatas, curas, militares, falangistas, policías, todos inmersos en una peripatética zarzuela con el raído telón de fondo de una ciudad que nunca se puso de rodillas. Aunque es obvio intuir la mirada del escritor detrás de los ojos del personaje literario, Barea nunca volvió a Madrid. Viajó, como Cunqueiro a Bretaña, como Cortázar a Buenos Aires, con la magia del artista, soñando que soñaba un mundo definitivamente lejos, y sin embargo tan cerca de la sangre que no deja de doler.
Javier Goñi, en ‘El País’, reseña el acontecimiento literario. Desde nuestro lugar en el mundo reparamos en lo siguiente: ‘La raíz rota’, editada en inglés en Estados Unidos en 1951, y en castellano en Buenos Aires en 1955, estaba inédita en la patria del autor (sólo había circulado, como aclara Goñi, malamente de “tapadillo”) a pesar de ser Barea un autor reconocido y editado por editoriales tan importantes como Mondadori.
Sucede que Arturo Barea Ogazón, nacido en Badajoz en 1897, y fallecido en Londres en 1957, publicó todas sus obras en inglés y luego, las editoriales Losada y Santiago Rueda de Buenos Aires publicaron sus correspondientes versiones en castellano. Aunque publicó artículos, ensayos, cuentos y otra novela, su obra cumbre es la trilogía titulada ‘The forging of a rebel’ (La forja de un rebelde), cuyos originales en castellano (todo un símbolo del desarraigo) se perdieron. El primero de los libros, ‘La forja’, narra la niñez y adolescencia de un niño madrileño, el mismo Arturo, de madre lavandera en el Manzanares; en la segunda parte, ‘La ruta’, cuenta su experiencia militar en Marruecos durante la desastrosa guerra contra los independentistas rifeños, donde conoce al entonces comandante Franco, y al fundador de la Legión Española Millán Astray. En cuanto al libro que cierra la trilogía, ‘La llama’, narra la experiencia de la Guerra Civil, especialmente los hechos ocurridos en Madrid, haciendo hincapié más en lo colectivo que en lo individual. ‘La forja de un rebelde’ fue adaptada para TVE por Juan Antonio Porto, y la serie, dirigida por Mario Camus, fue emitida en 1990.
La vida de Barea, hasta en su formación autodidacta, se parece a la de muchos emigrados y desterrados que aun sin regresar nunca a su tierra, de una u otra forma reconstruyeron a la distancia imágenes abiertas en la memoria como heridas imposibles de cerrar, contribuyeron a mantener viva una cultura y una historia amenazada por la más férrea censura. De alguna manera, su trabajo como comentarista de la BBC de Londres para Sudamérica, lo mantuvo unido a las numerosas comunidades de emigrantes españoles esparcidas por el Continente americano, que, desde la diáspora, lo retribuyeron publicando sus obras cuando en España era misión imposible.
Qué diferencia con las nuevas generaciones, tan desmemoriadas, que intentan medrar de espaldas a su pasado. Los escritores, artistas plásticos, teatristas o periodistas españoles nativos, o descendientes de éstos, que viven en el exterior, tienen mínimas posibilidades de ser tenidos en cuenta por los promotores culturales de su patria. ¡Si en el caso de Galicia hasta se mantiene el anacrónico planteo de que la ‘galeguidade’ sólo se otorga a Instituciones con personería jurídica que reúnen determinadas características!
El trabajo artístico en el exterior, que suele darse en solitario, no merece la mirada amistosa de las burocracias, ni figurar en la lista de subvenciones o ayudas estatales. Arturo Barea murió en su casa en una zona rural en Inglaterra, definitivamente desterrado. Seguramente su obra, ahora revalorizada, merecerá en algún momento la aprobación oficial, placas, homenajes, discursos vacíos de pasión. Nada podrá compararse con la decisión del editor que en la lejana Buenos Aires decidió publicar, traduciéndola del inglés, la obra de un español casi anónimo que reconstruía con trazo firme el dolor que recorría su Madrid desgarrado por la lucha fratricida que teñía con sangre el Manzanares donde su madre lavara hasta el cansancio sábanas de lunares con agua, jabón y sevillanas.
Aquí en Buenos Aires, y seguramente en México, La Habana, Caracas o Montevideo, debe haber en los archivos de las muchas editoriales desaparecidas o inactivas, obras de inmenso valor para el patrimonio cultural de Galicia y España. Intentamos, con algunos entusiastas, y sin ninguna ayuda, recoger y dar a conocer este material, junto con la producción de los artistas y escritores que crean en la diáspora sin perder de vista el Finesterre esencial.
Ingredientes-Calamaretes con fideos: 400 grs. de fideos / 400 grs. de calamaretes / 150 grs. de arvejas / 1 zanahoria rallada / 1 cebolla / 250grs de salsa de tomate / 1 rama de tomillo / 1 ajo / Pimienta / orégano / sal / Perejil picado / Aceite de oliva.
Preparación: Lavar los calamaretes, separar los tentáculos y eliminar lo que contiene el tubo. Calentar el aceite en una sartén grande y saltear el ajo y la cebolla picada, la zanahoria rallada; añadir los calamaretes y cocinar tapando la sartén unos cinco minutos a fuego vivo. Incorporar la salsa de tomates y un vaso de agua caliente, salpimentar, sazonar con el tomillo y el orégano, espolvorear el perejil picado. Cocinar a fuego suave quince minutos. Echar las arvejas. Aparte, cocinar los fideos en abundante agua con sal hasta que estén al dente, escurrirlos y volcarlos en la sartén con los calamaretes, mezclar y cocinar cinco minutos. Servir enseguida.