Opinión

Cocina Galega

Los amigos saben de uno de mis mayores vicios: coleccionar libros antiguos. Las librerías de saldo ejercen sobre mí un atractivo especial.
Los amigos saben de uno de mis mayores vicios: coleccionar libros antiguos. Las librerías de saldo ejercen sobre mí un atractivo especial. Muchas de las obras que integran mi biblioteca personal fueron halladas después de paciente búsqueda en las mesas de oferta, allí donde suelen ser enviados al exilio libros que fueran entrañable compañía de personas que ya no están; otras son donaciones de conocidos que buscan dejar en manos amables libros que parecen no interesar a sus herederos naturales. Hace unos días, encontré en Internet un sitio que ofrece libros cuyas ediciones están agotadas. Me detuve ante la oferta de un libro de tapa roja que reconocí al instante por ser el feliz poseedor de un ejemplar: Vicente y el otro, relatos del escritor gallego Manuel Lueiro Rey, Ediciones Oberon de Buenos Aires. Fue impreso en 1968, con el auspicio de la sociedad “Unión Hijos de El Grove”, el cuidado del incansable Arturo Cuadrado e ilustración de Luís Seoane.
Lueiro Rey, poeta y narrador nacido en Fornelos de Montes, Pontevedra, en 1916, y criado desde los siete años en O Grove, vivió desde joven las penurias e injusticias de la Guerra Civil y sus posteriores secuelas. Perteneció, junto a autores como Mercé Reboreda, Francisco Ayala y José Maria Sánchez Silva, entre otros, a la llamada ‘Generación de la Guerra’.
Eran tiempos difíciles para publicar obras críticas al Régimen. Cuando en 1966 (su primer libro de cuentos y poemas, ‘Nacencia’, había sido publicado en 1950) consigue el Premio Ciudad de Oviedo con su novela Manso, ésta se publica al año siguiente en España, pero con muchas mutilaciones producto de la dura censura. Recién en 1968 se publica en Buenos Aires, ahora sí completa. El mismo año en la capital porteña se publica Vicente y el otro. Aquí mismo, en 1952, Casa de Galicia había premiado su libro Sinfonía de la luz galaica, y el Centro Orensano le había asignado su Premio al ensayo Curros Enríquez, poeta monumental de Galicia. Estos últimos datos demuestran la poderosa dinámica cultural que ostentaban las instituciones fundadas a orillas del Río de la Plata por los emigrantes, que no dudaban en ayudar generosamente a los paisanos que habían quedado en la Patria. Los premios internacionales y el reconocimiento de alguna manera protegían a los artistas e intelectuales comprometidos con las cuestiones sociales.
La noticia de la muerte de Miguel Hernández en el Reformatorio de Adultos de Alicante, no tardó en llegar al Buenos Aires en el que habían encontrado seguro refugio no pocos de aquellos españoles exiliados, y el primer libro del poeta después de su muerte se publica en Buenos Aires. En el Café Tortoni mantenían activa su tertulia un grupo de escritores y artistas gallegos, entre los que se encontraban Luís Seoane, Rafael Dieste, Arturo Cuadrado y Lorenzo Varela, a los que se unían de vez en cuando Guillermo de Torre, el pintor y diseñador de origen italiano Atilio Rossi e, incluso, Rafael Alberti. Éste último, ya instalado junto a su mujer, María Teresa León, había comenzado a colaborar en diarios o revistas, y a dirigir diferentes colecciones literarias. En su estudio preliminar a una de ellas, la colección Mirto que el poeta preparó para la Editorial Pleamar, Gonzalo Santonja ha comentado: “...la biografía de Alberti todavía presenta aspectos desatendidos y, en cuanto a su faceta de editor, no pocos capítulos por escribir...”. Sin duda la labor impresora desarrollada por los exiliados españoles en la Argentina fue fundamental para sostener una cultura que se pretendía ahogar a fuerza de oscuridad en el territorio peninsular. Conviene recordar que además de las empresas fundadas por éstos (Nova, Botella al Mar, Poseidón, Oberón, Periplo, Pleamar, ...), participaron como directivos en las editoriales ya establecidas a su llegada a Buenos Aires. La emblemática Emecé promovió incluso las primeras obras de prestigiosos escritores argentinos.
La titánica empresa que nos legó centenares de libros, muchos de ellos a la espera de una merecida re-edición, fue llevada adelante por personas que, en general, pasaban penurias económicas a nivel personal. No existía una Xunta que otorgara subvenciones discrecionales, no había un duro en Galicia. Algún emigrante afortunado, como el señor Puente, solía ayudar desinteresadamente para el éxito de algún emprendimiento cultural, pero lo normal era editar un libro o una revista pasando hambre.
A pesar de tamaño patrimonio cultural, ahora se habla de “visibilización de los ciudadanos españoles en el exterior” para que la sociedad hispana tome conciencia de su existencia, de la importancia de la emigración para comprender la propia historia. Esperemos que la miopía sea corregida de inmediato, y dejemos de ser invisibles.


Rollo de carne: 1 1/2 Kg. de mero (en filetes)/ 1 cebolla/ 2 dientes de ajo/ Perejil picado/ Pimentón/ Jugo de un limón/ 50 grs. de pan rallado/ Sal/ Pimienta/ 1/2 Kg. de papas cocidas/ Aceite de oliva.


Preparación:Lavar los filetes de mero, secarlos y salpimentarlos. Disponer en una fuente de horno aceitada y rociar con el jugo de limón. Aparte, en una sartén, rehogar la cebolla bien picada; cuando esté tierna añadir los ajos hasta dorarlos. Retirar del fuego e incorporar el pimentón, mezclar con la cuchara de madera. Verter la salsa sobre el pescado, espolvorear pan rallado y llevar a horno 180º unos 20 minutos. Servir acompañado con una ensalada de papas y perejil.

Restaurante Morriña se encuentra ubicado en el Barrio de Palermo, Bs. As., calle Zapata 301, esquina Matienzo (altura Av. Cabildo al 300) – Telf.: 4771-0190 / E-Mail: [email protected] <mailto:manuelcorralvide@infovía.com.ar>  / Sábados show de gaitas, panderetas y cantareiras