Opinión

Cocina Galega

“Cuando pienso que te fuiste, / negra sombra que me asombras, / al pie de mi cabecera / vuelves haciéndome mofa. / Cuando te imagino ida / hasta en el sol te me asomas, / y eres la estrella que brilla, / y el viento eres que rezonga. / Si cantan, tú eres quien canta; / si lloran, tú eres quien llora; / y eres murmullo del río, / y eres la noche, y la aurora.

“Cuando pienso que te fuiste, / negra sombra que me asombras, / al pie de mi cabecera / vuelves haciéndome mofa. / Cuando te imagino ida / hasta en el sol te me asomas, / y eres la estrella que brilla, / y el viento eres que rezonga. / Si cantan, tú eres quien canta; / si lloran, tú eres quien llora; / y eres murmullo del río, / y eres la noche, y la aurora. / En todo estás y eres todo, / para mí y en mí tú moras, / ni me abandonarás nunca, / sombra que siempre me asombras”. Había muerto Rosalía, la voz del silencio, llanto de desterrados, testimonio de la injusticia que se enseñoreaba en Galicia (“una provincia del noroeste de España”, solían escribir en libros y enciclopedias intelectuales de pro). Y tuvo que ser un andaluz (¿no son universales los poetas?), un enamorado de los feudos del Finisterre, quien pusiera voz al sentimiento de millones de emigrados que sintieron sin duda que la hija de Padrón reivindicaba su milenaria cultura y denunciaba la situación de exclusión económica que los obligaba a desarraigarse. Federico García Lorca, en la dulce lengua gallega, escribió seis poemas que demuestran la agudeza de su mirada. Él, que tal vez murió cobardemente asesinado por no querer emigrar, y vivió muchas horas de alegría en Buenos Aires, recorriendo la noche de la Avenida de Mayo, la calidez del Tortoni, recibiendo amigos en “su” Hotel Castelar, compartiendo xantares en las instituciones, viendo espectáculos en los muchos teatros porteños, él, reparó enseguida en la indudable galleguidad de la Reina del Plata, sintió que la distancia y el inmenso Atlántico se diluían en la emotiva atmosfera creada por los emigrantes a imagen y semejanza de la añorada patria. Y escribió su ‘Cantiga do neno da tenda’ retratando con delicado trazo a muchísimos gallegos de Buenos Aires:
“Bos Aires ten unha gaita / sobre do Río da Prata / que a toca o vento do norde / coa súa gris boca mollada. / ¡Triste Ramón de Sismundi! / Aló, na rúa Esmeralda, basoira que te basoira / polvo déstantes e caixas. / Ao longo das rúas infindas / os galegos paseiaban / soñando un val imposíbel / na verde riba da pampa. / ¡Triste Ramón de Sismundi! / Sinteu a muiñeira / mentres sete bois de lúa / pacían na sua lembranza. / Foise pra veira do río, / veira do Rio da Prata. / Sauces e cabalos núos / creban o vidro das ágoas. / Non atopou o xemido / malencónico da gaita, / non viu o inmenso gaiteiro / coa frolida dálas: / triste Ramón de Sismundi, / veira do Río da Prata, viu na tarde amortecida / bermello muro de lama”.
Medio siglo antes, en 1882, el barrio de la Boca había sido declarado “república independiente” por un grupo de enardecidos genoveses, que tomaron como modelo la República de San Marino y justificaron la medida en que la mayoría de los habitantes del barrio eran italianos. La risueña decisión era seria: el rey de Italia, Humberto I, fue notificado del hecho esperando un reconocimiento, y llegaron a izar su propia bandera, celeste y blanco con el escudo con la cruz blanca de la casa de Savoia al que añadieron un gorro frigio. El presidente Julio Argentino Roca, que había “pacificado” a sangre y fuego las tierras ocupadas por los aborígenes (un desierto lo suficientemente fértil como para abastecer de trigo y carne en pocos años a medio mundo), intervino rápidamente y abortó el intento independentista de los boquenses.
Aquí, y allende los mares, se habló siempre de una “quinta provincia gallega” refiriéndose a Buenos Aires. A ningún trasnochado se le ocurrió crear una “Nueva Galicia” y reorganizar el Tercio Urbano de Voluntarios Gallegos como quijotesco ejército ofensivo, pero es innegable que el patrimonio cultural creado y mantenido por los emigrantes en la capital argentina es de tal envergadura que resultaría incomprensible la historia de la Galicia contemporánea sin tenerlo en cuenta. Es necesario tomar “hoy” decisiones inteligentes para que un lazo cultural tan poderoso se mantenga y fortalezca con las generaciones futuras. Tal vez, sin exagerar, el futuro de Galicia como nación dependa de ello. Irlanda, Inglaterra, Francia, entre otros países, supieron aprovechar las áreas de influencia cultural creadas por sus ciudadanos para lograr un intercambio sociocultural y económico positivo. Si los habitantes de las argentinísimas islas Malvinas no hubieran mantenido la cultura británica a miles de kilómetros de su metrópoli, Londres no tendría argumentos para reivindicar como propia la anacrónica colonia, ¡ni que hablar de Gibraltar! Ya se ha dicho: la patria está donde está nuestra cultura.


Tarta de puerros abierta: 1 disco de masa de hojaldre/ 250 grs. de puerros/ 1 cebolla/ 3 tomates redondos maduros/ 2 dientes de ajo/ 50 grs. de queso rallado/ 2 huevos/ Orégano/ Manteca/ Harina.


Preparación: Enmantecar y espolvorear harina en un molde pizzero, cubrir con la masa de hojaldre dejando que los bordes cuelguen hacia fuera. Pinchar el fondo para que no hinche demasiado al cocer, y pintar con huevo batido. En una sartén, saltear la cebolla y los puerros picados en un poco de aceite de oliva y manteca. Reservar. Cortar los tomates en rodajas delgadas y picar los ajos. Poner una capa de tomate sobre la masa, espolvorear un poco de ajo picado y orégano. Encima, añadir la cebolla y el puerro, cubrir con otra capa de tomates, ajo y orégano. Por encima espolvorear el queso rallado. Doblar hacia adentro los bordes de la masa y pintar con huevo batido. Llevar a horno 160º unos 30 minutos. Se sirva caliente o templada.