Opinión

Bruselas

Estos días, durante la Eurocopa, he visto llegar al paroxismo a personas que no distinguen entre un saque de banda y un remate de cabeza, personas que no tienen interés en el deporte y que nunca se pararán a analizar una de sus disciplinas. Eso me ha hecho pensar sobre lo fácil que es llevarnos a todos a una guerra y a la locura del odio entre grupos o países.
Estos días, durante la Eurocopa, he visto llegar al paroxismo a personas que no distinguen entre un saque de banda y un remate de cabeza, personas que no tienen interés en el deporte y que nunca se pararán a analizar una de sus disciplinas. Eso me ha hecho pensar sobre lo fácil que es llevarnos a todos a una guerra y a la locura del odio entre grupos o países. Todo esto viene a cuento de la facilidad con la que los políticos y sus altavoces mediáticos se han inventado algo que no existe y que llaman con el nombre de una ciudad, Bruselas. Cuando no quieren subvencionar un determinado producto, toma Bruselas; cuando imponen draconianas y antidemocráticas medidas de seguridad en los aeropuertos, pues Bruselas. Cuando quieren encarcelar a miles de inmigrantes para regular mejor la economía a través del flujo de esclavos/precarios, ahí está Bruselas. Y somos tan estúpidos tragando con esto como los millones de personas que hoy se sienten racial y patrióticamente superiores porque un tipo al que no verán jamás ha metido un gol, presuntamente en su nombre. Bruselas, por el momento, no existe en ninguna parte. Existen Zapatero, Sarkozy, Berlusconi o Brown y son, con sus nombres y apellidos, los responsables de absolutamente todo lo que se decreta con el sello de ese cuento llamado Bruselas. Y sus masoquistas votantes son los propios responsables de que vivir con esquizofrenia el cuento sobre esa ciudad a la que pretendemos culpar de nuestro conformismo.