Ángel Capellán valora la reforma de la Loreg

REFORMA DE LA LOREG
Qué Falló
Un análisis y una retahíla de preguntas
Volvamos a la lucha
Al fin, el Congreso de los Diputados el 16 de diciembre y el Senado el 19 de enero emitieron su epitafio final sobre los derechos electorales de los españoles en el exterior. Aprobaron casi inánimemente la Reforma de la LOREG. Como premio a la valiosa colaboración de este gran colectivo de españoles en el exterior en el pasado, por haber ayudado decisivamente a España a salir de su subdesarrollo, por ser, como se cacarea repetidamente, los mejores embajadores de España en el exterior, nuestro gran colectivo de casi dos millones de españoles es ahora magnánimamente premiado con un nuevo destierro. A la privación de derechos fundamentales se le llama ahora búsqueda de transparencia, equiparación de derechos de españoles fuera y dentro de España. Es el nuevo lenguaje orwelliano que se domina tan bien en España.
Admiro a todos cuantos siguieron luchando hasta el agrio final de una batalla que estaba perdida desde hacía meses. Felicito a la Plataforma del Voto Exterior por su incansable y esperanzada lucha. Felicito a organizadores de manifestaciones, y a amigos como Calzada que escribió epístolas moralizantes tempestivas e intempestivas a cuantos políticos haya ahora en un Gobierno sordo, ciego y mudo ante los problemas fundamentales de los españoles en el Exterior.
Pero... yo confieso que tiré la toalla meses antes cuando vi que los partidos políticos, el Gobierno, y el Parlamento nos habían vendido por un plato de habas que me temo se les han de atragantar demasiado pronto.
Y ahora debo decirlo, con reprimida ira y despecho, hemos sufrido una derrota como la que no habíamos visto hasta el presente.
Se impone un examen, una reflexión, un cuestionamiento de lo que demasiados de nosotros sabemos falló, y un plan de reagrupamiento, de nueva lucha; lucha que debe ser reñida, constante, con fuerzas solidarias, y con serios planes de acción.
Antes de nada una afirmación de principios. No dudo de que la mayoría casi absoluta de los consejeros generales (al menos los elegidos y los representantes de asociaciones) estamos totalmente convencidos de que las propuestas que hemos estado aprobando como acuerdos en defensa de nuestros derechos electorales son completamente legítimas, válidas, lógicas y perfectamente basadas en nuestros derechos constitucionales. Esto se aplica de modo muy particular al gran documento que aprobamos en junio del año pasado en defensa de esos derechos. Nada en él era desproporcionado, no debidamente razonado, o perfectamente razonable y defendible.
¿Por qué entonces falló tan estrepitosamente nuestra lucha tan legítima?
La respuesta es múltiple y compleja. Fallaron prácticamente todos los eslabones de la cadena: El Gobierno, el Parlamento, los grupos y partidos políticos, y, sin duda, fallamos nosotros.
1. Nos falló el Gobierno.
Es el primero responsable de nuestra derrota (derrota que no dudamos será temporal).
¿Por qué la Dirección General de Emigración y el Ministerio de Trabajo incumplieron repetidamente durante CUATRO AÑOS su obligación por Ley de conseguir para los representantes del Consejo General (especialmente la Comisión Permanente cuando ya se constituyó) la audiencia anual con las Cortes Generales tal como mandata el Estatuto de la CEE en su Artículo 10, párrafo 2? Es obligación clarísima, impuesta por ley, reclamada repetidamente por el Consejo. Sin embargo no se cumplió ni una sola vez. Si mal no lo entiendo el Presidente del Consejo debería peticionar insistentemente estos derechos al parlamente por medio del Ministerio; pero a mi modesto entender, es la Dirección General de Emigración la que debe gestionar el cumplimiento de este derecho. Nada puede excusar el incumplimiento de esta importante responsabilidad.
¿Por qué falló igualmente el Ministerio y más específicamente la Dirección General en cumplir su obligación establecida por ley de que este Consejo General fuera informado oportunamente y a tiempo por la Comisión Constitucional del Congreso sobre los borradores y documentos que estaba elaborando? El Real Decreto 230/2008, de 15 de febrero, 2008, es clarísimo respecto a esta obligación (Artículo 2, #1, secciones c), e) y f)). Ese mismo artículo exige también a su vez que el Consejo General sea recibido por el Parlamento, reafirmando y reforzando lo que mandata el Estatuto. Ninguno de estos mandatos se cumplió.
¿Qué documentos debería ahora presentar tanto el Ministerio como la Dirección General al Consejo General para demostrar al menos que hicieron algo? Claro, aún esto no sería suficiente, porque incluso si algo hicieron, fue totalmente insuficiente, pues no se consiguió absolutamente nada a este respecto.
La cuestión pendiente más seria es ¿por qué falló tan seriamente la Dirección General de Emigración en cumplir su obligación de acatar las peticiones establecidas en el gran acuerdo marco del Pleno del Consejo General de junio de 2010 sobre la Reforma de la LOREG? Estas peticiones, totalmente legítimas y basadas en las leyes arriba citadas, establecían clarísimamente en su Sección VI que el Gobierno (léase Dirección General y Ministerio) debía gestionar una reunión de emergencia de la Comisión Permanente (reunión que no se realizó), y sobre todo, tramitar reuniones con las Comisiones Constitucionales del Congreso, del Senado, y con los organismos de los ministerios implicados de alguna manera en la preparación de los proyectos legislativos.
¿Hay alguien que dude de que si el Consejo General, sus representantes, y especialmente la Comisión Permanente hubieran tenido las reuniones establecidas por Ley con las comisiones del Congreso el resultado de la Reforma de la LOREG hubiera sido diferente? Pensémoslo. Lo más trágico es que en este proceso tan decisivo para los españoles en el exterior, el ejercicio de la democracia más elemental fracasó estrepitosamente.
2. Nos falló el Parlamento Español.
Precisamente por eso, el desprecio con el que los grupos parlamentarios, los diputados y en su conjunto el Parlamento Español ignoraron, vulneraron, y desecharon nuestros derechos constitucionales más elementales es la mayor aberración imaginable en una democracia. Para colmo designaron los recortes en nuestros derechos electorales como unas modificaciones en la ley para proteger mejor el proceso electoral y hacerlo más transparente. Este suele ser el lenguaje de los tiranos en circunstancias similares, no de los gobiernos democráticos. ¡Qué hipocresía tan descarada, Señorías!
Señorías, ¿se leyeron Vds. la Constitución Española antes de votar?
Señorías, ¿les suena algo aquello de la Constitución Española en su Artículo 68 de que “La Ley reconocerá y el Estado facilitará el ejercicio del derecho de sufragio a los españoles que se encuentren fuera del territorio de España.”? La Ley que Vds. aprobaron ni reconoce ni facilita esos derechos. Muy al contrario, hace exactamente lo opuesto en ambos conceptos.
Señorías, dado que su argumento más fuerte para los recortes de nuestros derechos eran las alegaciones de fraude electoral en el exterior, ¿se molestaron Vds. y sus comisiones parlamentarias correspondientes en investigar esas alegaciones para ver si tenían una mínima justificación? Nosotros sabemos que no hubo tales investigaciones. Nosotros sabemos y el Consejo General declaró que, aunque posiblemente haya algún caso de fraude electoral aislado, en manera alguna es generalizado, nunca se ha demostrado, y nunca sería en mayor grado que el fraude existente en todo proceso electoral español. Usar este argumento para apoyar un cambio legislativo de tal alcance es un serio agravio a los españoles en el exterior. Pero así lo hicieron Vds.
Señorías, ¿no pensaron Vds. seriamente antes de votar o al votar, en la hipocresía que supone que tantas veces nos declaren solemnemente a los españoles en el exterior (y lo hace desde su Majestad el Rey, Jefe del Estado, pasando por Su Alteza Real el Príncipe Felipe, el Presidente del Gobierno, los Embajadores y otros representantes del Gobierno) como los mejores embajadores de España y a paso seguido el Parlamento Español vote una ley que vulnera despiadadamente los derechos más elementales de esos mismos españoles?
Señorías, ¿es por ignorancia o por desprecio que Vds. tratan así a casi dos millones de españoles? Porque puedo asegurarles, por si no lo sabían, que esos dos millones de españoles están convencidos en su inmensa mayoría de que es tanto ignorancia como desprecio los que pueden empezar a explicar esa vulneración despiadada de nuestros derechos.
Señorías, ¿cuántos de Vds. 1) llegaron a enterarse del documento marco que aprobó el Pleno del Consejo General en junio sobre la reforma de la LOREG y sus derechos electorales, 2) lo leyeron detenidamente, 3) reflexionaron seriamente sobre las implicaciones de su voto, 4) o simplemente se dejaron llevar por directivas de partido o de gobierno?
Señorías, ¿se dieron cuenta en algún momento de que la dirección en que iba la inclinación de voto de la Comisión Constitucional y del Congreso mismo así como la emisión de su voto final era diametralmente opuesta a las reivindicaciones, casi unánimes, de los españoles en el exterior?
Señorías, ¿pensaron seriamente en las consecuencias nefastas que su voto podría tener en la marginación de esos dos millones de españoles en el exterior? Era su responsabilidad el hacerlo. Sin embargo una somera revisión del proceso que siguió el Congreso nos muestra que el borreguismo frecuente que observamos en el electorado español se extiendo con demasiada frecuencia a los procesos legislativos de ese Eximio Cuerpo al que Vds. fueron elegidos. Por cierto, elegidos para defender y afincar derechos, no para vulnerarlos o cercenarlos sin justificación alguna.
En fin, este es el Parlamento supuestamente democrático y representativo que tenemos. Gracias a sus Señorías, el voto de los españoles en el Exterior será ahora un ejercicio heroico de civismo, una carrera de obstáculos creados en definitiva no para facilitar sino claramente para impedir lo que es un derecho y una obligación cívica.
3. Nos fallaron los Partidos y Grupos Políticos
¿Por qué los directivos más altos y plataformas de los partidos políticos ignoraron con tal descaro y no menor desprecio que el Parlamento la clarísima voluntad de los españoles en el exterior?
En realidad, debo preguntarme seriamente, ¿es que las peticiones del Consejo General y de los grupos de españoles en el exterior, llegan realmente a conocimiento de los más altos puestos directivos de los partidos? Si nuestras peticiones llegan a su conocimiento en su totalidad, qué más podemos decir de su verdadero compromiso con la España Exterior por los resultados que hemos visto. Si, por el contrario, los lacayos que les rodean cortan el flujo de información y censuran que estas comunicaciones lleguen a los que en definitiva tienen la máxima responsabilidad, ¿no deberemos concluir que estamos en manos de manipuladores?
¿Cómo los partidos pudieron desoír con tal desprecio las voces que se levantaron con tanta frecuencia de las filiales y los afiliados de los mismos en el exterior? Muchas de las plataformas exteriores se pronunciaron con vehemencia contra las propuestas reformas de la LOREG. Cuánto es de lamentar que también hubo servilismo entre algunos grupos de partidos políticos en el exterior a quienes les faltaron agallas para pronunciarse a favor de su colectivo.
¿No nos van a pedir ahora a vuelta de elección y con hipocresía descarada el voto como si nada hubiera pasado?
¿Qué deberemos decirles la próxima vez que lo hagan?
¡Ah, caray! Aquí nos han cogido por el gañote (como dicen en mi tierra). Porque todos los partidos se han confabulado contra ese colectivo de españoles en el exterior (salvo dos pequeñas excepciones que aunque encomiables poco impacto tenían). Y son conscientes de que, bien votemos por uno o por otro, todos (o casi todos) nos dieron la puñalada trapera. Y aún será peor si nos abstenemos.
4. Fallamos nosotros, tanto el Consejo General como el gran colectivo de españoles en el Exterior.
Quizá una pregunta decisiva es: ¿Cómo es posible que los derechos fundamentales de casi dos millones de españoles pueden ser vulnerados de una manera tan desalmada y despiadada por todos los estamentos políticos, desde el Gobierno, pasando por el Parlamento y acabando con los partidos?
La respuesta es insoslayable. En definitiva, los culpables principales y máximos de nuestra derrota somos nosotros mismos, los españoles en el exterior. Y advierto que esta declaración en manera alguna exime de responsabilidad a los grupos mencionados arriba.
Nos derrotaron los grandes pecados capitales de los españoles en el exterior: la asombrosa pasividad que nos domina, la desunión, la falta de compromiso, la llamativa ausencia de colaboración en las tareas y metas comunes.
¿Pasividad? Sí, asombrosa. ¿Dónde estaban las muchedumbres que debían haber salido a la calle ante el despropósito que todos nos estaban diciendo se avecinaba? Crédito merecen los CRES y asociaciones que organizaron manifestaciones en la Argentina, Francia, Bélgica y algunos países más. Ellos son el ejemplo. Pero al mismo tiempo la participación en las mismas fue modesta y no masiva. Confieso que yo mismo debo hacer el mea culpa.
¿Desunión? Sí que hay ejemplos encomiables de solidaridad como fue la aprobación casi unánime por el Pleno del Consejo General del documento marco definiendo nuestra posición sobre la reforma de la LOREG. Sin embargo y a renglón seguido, no tardaron en oírse también voces disonantes que mostraban las divisiones en nuestra filas o incluso muchos que parecían desconocer este documento en sus actuaciones. Y todos sabemos que la desunión nos derrota muchas veces y en múltiples empresas antes de iniciar nuestras batallas.
¿Falta de compromiso? Es enfermedad común de la que todos nos quejamos y la que tanto nos afecta a quienes en definitiva tenemos un compromiso más serio con las tareas de la emigración. El reto con que nos enfrentamos es qué hacer para responsabilizar y arrastrar a muchos más colaboradores que lleven adelante los CRE, las asociaciones, las comisiones de trabajo, tantos proyectos que no nos faltan pero para los cuales nos faltan trabajadores.
Finalmente, ¿qué debieron hacer el Consejo General y los CREs que no hicieron? Una gran interrogante que sólo un autoanálisis serio podría responder. Pienso que cada consejero general y cada CRE debía hacerse esta pregunta y hacer un análisis personal de las consecuencias de su respuesta. Si bien la definición de este Consejo es la de “organismo consultivo” también es cierto que muchos de sus cometidos exigen un activismo y compromiso que hemos evitado con demasiada frecuencia. Algo que ahora se impone cambiemos.
EL AVE FÉNIX. Una Nueva Lucha
En manera alguna podemos ni debemos quedarnos en las cenizas de esta derrota.
Es mucho, de mucha fuerza legal y política, lo que ahora podemos y debemos emprender.
Pero este será tema de mi próximo escrito.
Ángel Capellán Gonzalo
Consejero General por los Estados Unidos