“Las ayudas a los emigrantes deben ir directamente a los centros asturianos”

José Antonio Nespral acaba de volver a Argentina tras firmar un convenio con el Principado por el cual el Gobierno dará una ayuda de 95.000 euros al Centro Asturiano de Buenos Aires para complementar la asistencia sanitaria a emigrantes asturianos mayores y de pocos recursos en el país. En Oviedo ha charlado con ‘Asturias en el Mundo’ sobre el presente y el futuro del centro bonaerense, el segundo más importante del mundo.
José Antonio Nespral está al frente del Centro Asturiano de Buenos Aires desde 2005 en una última etapa, ya que en 1972 entró como vicepresidente y en 1979 ya fue presidente durante dos mandatos. Eran otros tiempos, con 10.500 socios, muy lejos de los 3.200 actuales, y es que la crisis que vivió Argentina, “muy brava”, dice Nespral, les afectó y mucho a los socios nacidos en Asturias porque el “golpe” del ‘Corralito’ a principios de la década les cogió con una edad avanzada y las “jubilaciones allí son muy malas”, recuerda Nespral. “La gente primero tenía que comer”, antes que divertirse, añade.
Nespral mantiene, a sus 81 años, una envidiable vitalidad y tiene importantes proyectos en la cabeza para el Centro Asturiano, a la espera, eso sí, de poder reunir el dinero necesario, siempre escaso, para llevarlos a cabo. Nacido en Coya (Piloña), “el mejor pueblo de Asturias”, perdió a dos hermanos en la Guerra Civil y embarcó en el puerto de El Musel el 18 de enero de 1947 para huir del servicio militar. Le dijo a su padre que se iba por dos años y siente que le falló por esa promesa incumplida.
Pregunta. ¿Cuál es la finalidad del convenio que el Centro ha firmado con el Gobierno del Principado?
Respuesta. Son 95.000 euros que van destinados a casi 400 asturianos mayores de 65 años, que en verdad son mayores de 70. La ayuda se les aporta por mes para que tengan la ayuda social, la seguridad social.
P. ¿Cómo ha cambiado el Centro Asturiano de Buenos Aires desde los años 70 cuando usted empezó?
R. Ha cambiado mucho, en todos los aspectos. Porque en aquel momento teníamos 10.500 socios, y las instalaciones son para esa cantidad aproximada. Luego, por circunstancias ajenas al centro, por los problemas del país en el 2000, 2001 y 2002 esto se vino abajo, y ahora tenemos 3.200 asociados nada más y estamos trtando de recuperarlos.
P. ¿Cuál es la situación actual del Centro?
R. Hemos progresado un poco en las instalaciones, porque después de tantos años sin hacer nada estaba un poco decaído. Está llegando juventud. En dos meses llegaron 57 personas, de las que 23 eran menores de 18 años.
P. ¿Cómo se logra atraer a los jóvenes?
R. Para que la juventud vaya hay que darle algo, por ejemplo unas instalaciones a su nivel. Nosotros en septiembre vamos a hacer un congreso de la juventud. Necesitamos que se involucren en las instituciones. No es fácil porque tienen otras aspiraciones y hay que llevarlos a que empiecen a sentirlo, y creo que el congreso va a ser muy útil.
P. Están construyendo un aparcamiento con 270 plazas, pero ¿qué otras necesidades siguen teniendo?
R. La necesidad es de plata, porque nosotros tenemos que terminar esa obra y nos está faltando el dinero. Y naturalmente aquí cuesta sacarlo, y me parece muy bien. Yo hace tres años vine aquí y vine pidiendo plata desesperado, porque estábamos en rojo, en rojo mal. Hoy no estamos en rojo. No nos sobra un peso, pero estamos equilibrando. Cuando tengamos el estacionamiento marchando a pleno no vamos a necesitar nada, al menos imperiosamente.
P. Es el segundo centro asturiano en importancia en el mundo.
R. Sí. El primero es el de México por la cantidad de dinero que tiene, pero el nuestro no está hecho con millones. Lo hizo la clase media, la clase media y baja, que aportó entre 1.000 pesos y otras candidades mayores. Tenemos un edificio de primer nivel. El teatro es el mejor de todas las colectividades. Fue inaugurado el 7 de septiembre de 1929. No somos ricos, todo lo contrario, pero trabajamos para la gente de más bajos recursos. No sé en México cómo lo hacen. Con el campo de deportes que tienen, de golf, etc., etc., tienen un nivel que nosotros ni remotamente podemos alcanzar, pero es que tampoco estamos en eso. Nosotros el día que salgamos de ésta, si nos sobra el dinero, lo emplearemos en otra cosa porque queremos hacer asturianía de otra manera. Vendimos un solar por 370.000 dólares y eso está destinado a educación y cultura. Cuando tengamos dinero haremos un colegio, que es lo que queremos, para que la asturianía nazca desde el colegio, porque emigrantes no hay más.
P. ¿Es un proyecto a largo plazo?
R. Es mi idea. Es un proyecto a largo plazo porque primero tenemos que salir del problema que tenemos. Ojalá fuera el año que viene, mucho mejor que el otro. Está muy verde, pero es una inquietud que tengo desde hace varios años.
P. ¿Cómo se ve la política de emigración española y asturiana desde el otro lado del Atlántico?
R. Sin entrar en detalles, bien. Donde vamos a tener algunos tropiezos, seguro, va a ser con la Ley de Asturianía. A los emigrantes parece que no nos favorece, sobre todo a los de España y Europa. Para los de ultramar no es tan dramático. Traemos nuestras inquitudes para que los políticos las evalúen y las incorporen.
P. ¿Y cuáles son esas inquietudes?
R. Por ejemplo, pedimos que las ayudas destinadas a los emigrantes vayan directamente a las instituciones, que no se permita que un grupo de gente se haga como una institución para recibir esos beneficios. Que sea a través de las intituciones y los que no están dentro deben entrar en ellas. Ahora que Asturias ayuda a los emigrantes, todo el mundo quiere ser independiente y recibir ayudas. ¿Para qué son los centros entonces?
P. ¿Se refiere a asociaciones como las de asturianos en Madrid, en Bruselas o en Estados Unidos?
R. No las conozco, pero sí, pueden ser. Y no debe ser así, porque, por ejemplo, nosotros que nos sacrificamos, que trabajamos, ahora que nos ayudan que venga otro y nos digan que lo reparten con aquel. ¿Qué aportó aquel? Nada.
P. Volviendo a los jóvenes y a la media de edad de los socios, ¿cómo se transmite el sentimiento de asturianía a las nuevas generaciones?, ¿se va perdiendo?
R. Se va perdiendo en alguna manera, pero nosotros tenemos una cantidad de gente bailando folklore asturiano y tocando la gaita que llega casi a las cien personas y en todas las fiestas están presentes. Estamos trabajando con la juventud, con la niñez, precisamente ahora llevo seis bolas para que jueguen a los bolos. Hacer asturianía se hace todos los días, en todos los actos. Y allí se hace. Por ejemplo, desde hace muchos años, ocho asociaciones trabajan en el Centro Asturiano, y anualmente hacen sus fiestas, las de Caso, Villaviciosa, Grado, Llanes, Villayón, Luarca, Cabranes y Piloña. Todas ellas, todo lo que recaudan lo dejan en beneficio del Centro Asturiano de Buenos Aires. Entonces, por qué esa gente quieren ser un centro y tener... yo también pido para ellos, pero... la personalidad jurídica es un trámite, que se puede hacer tranquilamente, pero no corresponde, porque hace más de cuarenta años no había ninguna recompensa por nuestro trabajo. Ahora hay recompensa y entonces quieren una asociación.
P. ¿Entonces el futuro está en la fusión, en agrupar centros?
R. Hay que aglutinar. Vamos quedando menos. En Argentina hay 17 centros, pero sólo en Buenos Aires hay cuatro centros, el de Cangas del Narcea, el de Siero y Noreña y el de Degaña, además del nuestro. Y el Centro Asturiano tiene unas instalaciones inmensas y tiene espacio para albergar, para hacer cosas, pero no, cada uno quiere hacerlo en su casa.
P. El eterno mal del localismo asturiano también emigró.
R. Por supuesto. Lamentablemente es así.
P. ¿Cómo se ve desde la emigración la situación de España, que hoy es un país de acogida, de inmigrantes?
R. Es diferente. Ojalá la emigración aquí fuese así. Aquí vienen, desembarcan y se llaman emigrantes. Nosotros hicimos todos los papeles para ir, fuimos reclamados, llevamos todos los papeles de penales. El último que tuve que llevar fue el de ‘no mendicidad’. En Argentina los que íbamos menores teníamos un régimen hasta los 21 años de forma que el que nos reclamaba tenía la obligación de mantenernos, de darnos casa, y sino nos volvíamos pero pagando él el pasaje. Y una vez por mes unos inspectores venían a ver cómo nos trataban, qué hacíamos. O sea, totalmente diferente.